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¡Qué susto! El Tour contiene la respiración. El líder, Jonas Vingegaard, que ya tiene ganada esta edición, arriesga y traza mal una curva junto al acantilado del que brota la ciudad vertical de Rocamadour. Uffff. Roza la piedra. Se salva. Respira él. Y el ... Tour. Bajo la meta le espera su compañero Wout Van Aert, el único que ha ido más rápido en esta contrarreloj de 40 kilómetros. El belga le lanza un beso, le da una palmada y rompe a llorar. En el equipo Jumbo todos ganan juntos. Vingegaard llora también. El Tour es suyo. La inercia de la bicicleta le lleva hasta donde le espera su pareja con su hija en brazos. Aún tiemblan por el susto. Se unen en un abrazo profundo. Lloran juntos, como han recorrido el largo camino hacia este éxito.
Al danés sólo le queda el paseo final por París para llevarse con 25 años el Tour más rápido de la historia, a 42 kilómetros por hora. El líder acabó segundo la 'crono', a 18 segundos de Van Aert, y superó a Pogacar (a 27s) y Thomas (a 32). Conservó sin apuros el maillot amarillo y subirá al podio de los Campos Elíseos por encima de Pogacar, su gran rival y vencedor de las dos ediciones anteriores, y de Thomas, el ganador de la Grande Boucle en 2018. Será un cajón lleno de quitales y a la altura de un Tour fantástico marcado por el duelo entre dos jóvenes, Vingegaard y Pogacar, que promete grandes capítulos en el futuro. En la era del 'caníbal' esloveno ha irrumpido un vikingo que está a su altura. Buenos tiempos para el ciclismo y para el Tour, que en 2023 partirá desde Bilbao. Malos tiempos para el pelotón español: el primer clasificado es Luis León Sánchez, decimocuarto con casi 39 años.
Las etapas contrarrelojs son un escaparate tecnológico. Manillares a medida del antebrazo, los buzos hechos con tejido antiturbulencias... Uno de los técnicos del Jumbo, Grischa Niermann, tenía el recorrido diseccionado como una rata de laboratorio. Les pasó a Vingegaard y Van Aert un vídeo con el trazado. En tres dimensiones. Dividido por tramos, por intensidades... Podían pedalear a ciegas. Aun así, abrieron los ojos. Van Aert quería, como siempre, la victoria. Es así. «He guardado fuerzas para el final, para la subida a Rocamadour», dijo. Esa economía de fuerzas le dio otra etapa, la sexta para el Jumbo, el equipo demoledor, el de Vingegaard.
Si la historia de Pogacar es la de un genio, la de Vingegaard se mira en ese espejo. El mejor escalador viene de un país plano. En Dinamarca, el punto más alto está a 173 metros. Es una tabla barrida por el viento. El viaje de Vingegaard desde allí hasta la cima del Granon, donde dobló a Pogacar, y la cumbre de Hautacam, donde le ejecutó, es toda una aventura. Jugaba, como casi todos los niños, al fútbol. El más bajito y delgado. No le pasaban el balón. Con 10 años su padre le llevó a ver una etapa de la Vuelta a Dinamarca. Flechazo. Se apuntó en una carrera: a ver quién llega más lejos en un minuto. Él. Fue a otra prueba. Acabó en el podio. Sus padres recuerdan que no soltaba el trofeo en el camino de vuelta. Competía contra gigantes y contra el viento. Daba la impresión de que cualquier ráfaga iba a sacarlo de la carretera. Qué va.
Las vacaciones familiares eran en caravana. Así descubrió en Croacia sus primeras montañas. Por la televisión, en 2010, vio que había más, más altas. Los Alpes. Soñó despierto con subir las rampas en las que veía atacar a Contador. Y convenció a sus padres para ir cada verano a un cámping pegado a Alpe d'Huez. Su casa estival. Paraíso. Era su sitio. Allí le salieron la alas. Comprobó que había nacido para escalar. Pasaba y pasaba a todos los corredores que encontraba. Volaba. Pesar apenas 60 kilos era, al revés que en la horizontal Dinamarca, una ventaja.
Luego, como ciclista amateur, combinó entrenamientos con un trabajo en una cadena de limpieza de pescado. No brillaba en la carretera. Pero un ojeador del Jumbo vio algo en él. Acertó. El año pasado, cuando Roglic se retiró por caída, asumió el liderato del equipo y tuteó a Pogacar en la montaña. Acabó segundo en París. Ahora es el primero. Para Vingegaard, hijo de una tierra plana, el camino más fácil es siempre cuesta arriba. Rocamadour, meta de la contrarreloj, era el decorado perfecto para certificar su triunfo. En esta ciudad vertical, el pueblo vivía en la zona baja, la iglesia en el medio y la aristocracia arriba. Desde la cima del podio verá París Jonas Vingegaard, el vencedor del Tour más rápido de la historia y uno de los más apasionantes. El segundo Tour que vive este duelo entre el danés y Pogacar que será histórico. «Quiero la revancha. Esto me motiva», avisa el esloveno. Busca ya el desempate.
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