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Es una lástima que Ives Lampaert (Quick-Step) perdiese el maillot amarillo a las primeras de cambio, porque el Tour se reanuda cerca de su casa y él es un genuino representante del viejo ciclismo que comienza este martes. La caravana viajó hacia el sur ... y atravesó Alemania, Holanda y Bélgica para llegar al norte de Francia. La carrera abandona el país de las bicicletas -donde ha vivido tres días de fervor popular- y llega al corazón del ciclismo. Lampaert, segundo en la general a siete segundos de Wout van Aert (Jumbo), es de Flandes Occidental. De Izegem, justo al otro lado de la frontera, a un paso de Roubaix y de Dunkerque, donde hoy se afronta una clásica con aire de los Cuatro días de Dunkerque; mañana, adoquines de Roubaix; el jueves, una Lieja camino de Longwy y el viernes, La Planche des Belles Filles antes de que empiece el clasicismo de Alpes y Pirineos.
Todo el mundo llega entero a este nuevo inicio. No ha habido ningún retirado en las tres primeras semanas y los favoritos no han perdido más tiempo que el de las diferencias de la contrarreloj. Solo Urán (EF) cedió 39 segundos adicionales -está dos minutos- en una caída en la tercera etapa. El arranque del Tour en Dinamarca ha sido un triunfo social (y presumiblemente económico) y una decepción deportiva. La llegada a Francia, Bélgica (jueves) y Suiza (sábado y domingo) debería reactivar el ciclismo después de tres días de bicicletas como medio de transporte sostenible.
A partir de hoy, el Tour pierde su vocación sostenible y moderna y se adentra en el terreno de lo salvaje, de la competición pura y dura. Las rutas del norte provocarán el estrés clásico de la primera semana del Tour, después de que los ciclistas hayan comprobado con alborozo que Dinamarca es un país sin rotondas.
Francia es diferente y aparecerá el miedo. Hasta ahora, los tres grandes favoritos, Tadej Pogacar (UAE), Primoz Roglic y Jonas Vingegaard (Jumbo) no han pasado el más mínimo apuro. El equipo holandés lleva el maillot amarillo con Van Aert, que tiene aspiraciones de mantener el liderato todo lo que pueda. Hasta la etapa del viernes en la Planche des Belles Filles tiene terreno favorable.
A Lampaert le llaman el 'Briek Schotte de los tiempos modernos'. Schotte fue un fenomenal corredor de los años 40 y 50, doble campeón del mundo, doble ganador de Tour de Flandes, París-Tours y París-Bruselas, vencedor de una etapa del Tour y segundo en 1948 tras Gino Bartali... Cuando se retiró, en 1958, las campanas tocaron a duelo. El último flamenco, le llamaron. Se había perdido toda esperanza, como en el Infierno de Dante. Nunca habría otro como él. Se hizo director y, al volante del coche del Flandria, dirigió a algunos como Van Looy, Van Springel, Maertens, Merckx o Roger de Vlaeminck. El ciclismo siempre tiende a la nostalgia, pero nunca ha dejado de avanzar y abrazar el futuro.
El Tour se reanuda hoy en las carreteras del norte de Francia. No hay lugar en el mundo más alejado de la modernidad que este. Mental, cultural y espiritualmente. Pero el Tour siempre busca París, la ciudad de las luces. En realidad, el ciclismo siempre ha sido un deporte moderno.
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