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Jueves, 7 de julio 2022, 18:55
La poesía brutalista de Wout van Aert (Jumbo) no es para todos los paladares. Ni siquiera es poesía. Es el elogio de la confrontación. Tras sus exhibiciones en Calais y en Arenberg, ayer ofreció su maillot amarillo en sacrificio en el altar del gran ciclismo. ... Con un ataque sostenido de más de doscientos kilómetros. La lógica se lo llevó por delante a once kilómetros de meta, pero la obra estaba firmada. Dirán que no sirvió para nada, como si eso importase.
En Bélgica, en Longwy, donde tiene su sede el Intermarché, ganó Tadej Pogacar (UAE) y se puso de amarillo. Fue mucho mejor su actuación la víspera sobre los adoquines, aunque no ganó nada. Ganó trece segundos, es decir, nada. Maravilló sobre las piedras con su clase y su mentalidad de campeón. Ayer resolvió una ecuación sencilla para él. Rutina.
Para esta clase de ciclistas ganar es importante, pero no es lo único. Hay que dejar sello, correr con estilo. Por eso importa la etapa de Arenberg de Pogacar y no importa el triunfo de ayer; por eso importa la cabalgada de Van Aert, aunque perdiese la etapa y el amarillo. Lo ideal es lo del belga en Calais, exhibición y triunfo en solitario, pero hay días en los que ni siquiera los corredores de este calibre pueden tenerlo todo.
Había miedo sobre el estado de salud de Roglic. Tener que pedirle su silla a un espectador para sentarse y recolocarse el hombro después de una caída no es lo ideal para un ciclista. El esloveno era duda, pero salió y estuvo muy bien. Llegó incluso a pelear por el triunfo de etapa.
Si se confirma su recuperación en las etapas duras que vienen, será importante para el Jumbo en su intento de derribar al más fuerte. La etapa de ayer de Van Aert hará también su trabajo. Hubo viento a favor, pero obligó al pelotón a perseguir durante doscientos kilómetros y obligó a trabajar duro a varios equipos, como el Bora de Vlasov. La media se fue a los 49,37 kilómetros por hora. En el repecho final, Pogacar tiró de recursos y se impuso en un sprint fácil para él.
Pogacar vuelve hoy, 657 días después, a la Planche des Belles Filles. Entonces salió de amarillo de la cima y de amarillo regresa. Hace justo dos años, en julio de 2020 -el Tour se corrió en septiembre por la pandemia-, el director de UAE, Allan Peiper, pidió permiso a la dueña de la casa rural 'La Petite Fontaine' para que dos de sus ciclistas pudieran darse una ducha después de reconocer la subida. Odette Duprez, de 71 años entonces, les abrió la puerta de su casa. «Soy una apasionada del ciclismo», le confesó al técnico australiano. Los dos corredores en cuestión eran Tadej Pogacar y Mikkel Berg, ambos de 21 años.
La tropa del UAE se quedó dos días en la casa, dos jornadas de ensayos que iban a dar resultado el sábado 19 de septiembre, en la crono de 36,2 kilómetros entre Lure y la Planche des Belles Filles. Peiper estaba convencido de que ahí había una oportunidad. La víspera se subía el durísimo puerto de La Loze y había un traslado de casi 500 kilómetros que iba a impedir el descanso. Se podía aprovechar. Allí ensayaron todo lo necesario. Los desarrollos, el cambio de bicicleta...
Dos meses después, en la penúltima etapa del Tour, segundo a 57 segundos de Roglic, Pogacar volvió a la Planche des Belles Filles, pero no fue a la salida y se apartó del bullicio en un hotel a cuatro kilómetros. Roglic sí inspeccionó el recorrido por la mañana. «Ir allí fue un error; lo comprendí de inmediato», se sinceró después. Hoy regresan al mismo escenario para vivir un nuevo mano a mano.
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