Secciones
Servicios
Destacamos
Jon Rivas
Domingo, 30 de junio 2024, 18:15
Hierve el asfalto en las calles de Bolonia y ni bajo las sombras de las torres inclinadas, ni en los soportales de la Via Irnerio, donde acaba la etapa, se amortigua el calor, aunque sopla algo un viento que también es cálido y seco, como ... suele pasar en los veranos de la Emilia Romagna. A Pogacar, que llega sonriente como siempre, le indican el camino del podio, que es como el pasillo de su casa. Es el nuevo líder. Acaba de llegar desde Cesenatico, en una ruta agotadora. Allí sí que soplaba algo la brisa, a orillas del Adriático, donde se levanta la estatua de Marco Pantani en la Piazza Marconi. En el puerto huele a mar y a Pirata; todos se acercan a ver a los campeones y a comer una piadina en la furgoneta ambulante de Manola, la hermana de Marco; la hija de Paolo y Tonina, que preservan su memoria y convirtieron su panteón en un museo.
Los ciclistas de ahora no le vieron correr pero saben quién es, porque la sombra de Pantani sigue siendo muy larga, y más en la Italia ciclista que le adora, y por eso la carrera llegó el primer día al lugar de su muerte y salió el segundo del pueblo en el que nació. El Tour nunca olvida a sus héroes. Fue el último que consiguió ganar el Giro y el Tour el mismo año, la hazaña que persigue un Tadej Pogacar que ya es líder después de la segunda etapa de la carrera francesa, como la italiana, así que llegará de amarillo a Turín, que fue la única ciudad que no le vio vestido de rosa.
Pasa del rosa al amarillo como en el título de la película de Manuel Summers. Pero no será lo mismo, porque si en la carrera rosa no tuvo rivales, en la amarilla sí parece tenerlos. El algodón no engaña. Haciendo caso del consejo que le dio Vincenzo Nibali, no esperó a que pasaran los días para atacar. Lo hizo a la segunda, en la ascensión a San Luca, ese lugar de peregrinación de los boloñeses. Muchos iban a rezar, otros a ver las vistas; los que fueron en otros tiempos noctámbulos impenitentes se acuerdan de la discoteca El Lucchino, donde también acudían en peregrinación.
San Luca es un emblema para los aficionados, que rememoran con el Tour la hazaña de Fiorenzo Magni en el Giro, cuando con la clavícula rota ascendió sus rampas sin poder mirar las 660 arcadas que las jalonan, sujetando con los dientes una correa con la que tiraba del manillar con un brazo inútil. Aguantó seis etapas más hasta Milán y acabó segundo.
En la última subida, después de que Adam Yates madurara al pelotón con su ritmo imposible, apareció Tadej con uno de esos ataques brutales que acostumbra. Se fue a la izquierda, cuando las vallas permitieron un respiro entre el túnel de 'tiffosi', y golpeó con el mazo. Pero en ese momento surgió la noticia, y era buena: Vingegaard estaba allí, no es una figura decorativa en el Tour. Mientras los demás flaqueaban, cuando Bardet empezaba a perder el maillot amarillo, el danés, después de tres meses sin competir, aguantó el órdago salvaje de Pogacar, se pegó a la rueda del esloveno y llegó con él hasta la cima, sin flaquear ni un instante, con su rostro inescrutable. Como si nunca se hubiera marchado del todo, sin que le pasaran factura los meses de recuperación, las semanas de baja, los días de hospital, las horas de incertidumbre en la UCI, los minutos de angustia tirado en una cuneta, los segundos en los que se arrastraba y golpeaba tras la caída. ¿Aguantará? No hay razones objetivas, después de dos etapas, para pensar que no.
Y más noticias que alegran la existencia a los aficionados. También está ahí Remco Evenepoel. Pogacar y Vingegaard intentaron montar una fiesta privada, pero él se coló sin entrada. El belga es duro de pelar. Arriesgó en el descenso hacia Bolonia, alcanzó a las dos estrellas del Tour en la recta de meta, y entró con el mismo tiempo. Pogacar es el líder, pero le soplan en la nuca el belga, Vingegaard y Carapaz con el mismo tiempo. Bardet se despide del jersey, aunque no lo lamenta «porque fue una experiencia extraordinaria» y se acuerda del ganador de la etapa. «Estoy muy feliz por él, es bueno para los franceses, la próxima generación ya está ahí».
Porque pese a que el foco está puesto en los favoritos, hay muchas carreras dentro de la carrera, y unos minutos antes de que Pogacar y sus rivales llegaran a la Vía Irnerio, lo había hecho un joven francés, Kevin Vauquelin, del Arkea, que consigue la primera victoria de su equipo desde que corre el Tour. Formaba parte de un grupo de escapados que alcanzó la suficiente diferencia como para disputarse el triunfo. Tenía a un compañero, Cristian Rodríguez, poniéndole las cosas fáciles, así que, en el segundo y agotador paso por San Luca, se deshizo de Jonas Abrahamsen, el líder de la montaña, y consiguió llegar a la meta en solitario.
«Todo soñamos con correr el Tour, porque es patrimonio de Francia», decía al comienzo de la temporada, cuando no tenía claro si lo haría. «Si voy, abriré bien los ojos, aprenderé, disfrutaré, y si tengo alguna oportunidad, intentaré aprovecharla». En su segundo día de su primer Tour, lo ha hecho.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.