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El Tour llega a los Alpes y entra por la puerta grande. Por el Galibier, un gigante que causa pánico por su enormidad y el peso de la historia que le contempla. Hoy se subirá por su lado más duro, la vertiente norte, la que ... viene del Télégraphe y que, sin apenas descanso entre los dos colosos, encadena más de 35 kilómetros de subida para alcanzar los 2.642 metros de altitud. Después, la etapa se encaminará al Granon. Mañana se vuelve a subir el Galibier, por el otro lado, para seguir por la Croix de Fer y acabar en Alpe d'Huez.
Todos los elementos conducen a aventurar que Tadej Pogacar (UAE) debería tratar de sentenciar el Tour entre hoy y mañana. Primero, porque son las dos etapas más duras de la carrera y tiene terreno para abrir grandes huecos; segundo, porque está en una forma excelente y nunca se sabe cuál puede ser la evolución en la tercera semana; y tercero, porque su equipo atraviesa un momento delicado y cuanto antes resuelva menos le afectará un hipotético bajón de su equipo, que ayer se quedó sin Bennett por covid y tiene a Majka entre algodones, por el mismo motivo.
Hay una cuarta razón que puede impulsar a Pogacar a dar el golpe definitivo entre hoy y mañana. La historia. En estas carreteras, en 1986, acabó la era Bernard Hinault. El 20 de julio de ese año fue el último día en que el bretón vistió el maillot amarillo, el 76º (solo le supera Merckx, con 97; Pogacar lleva 20). Lo perdió en el Granon, a donde el Tour no regresa desde entonces.
Al día siguiente, Hinault hizo su último intento de ganar el Tour. Pese al pacto de caballeros que había hecho con su compañero Greg Lemond el año anterior para que el americano no le arrebatase el Tour de 1985 a cambio de que el francés le ayudaría a ganar el de 1986, el bretón se revolvió con esa furia, con esa ambición desmedida, con esa determinación que roza el fanatismo que caracteriza a los grandes. Se movió en el Galibier, pero Lemond sujetó su maniobra. En Alpe d'Huez, los dos hombres compusieron una obra de teatro magnífica que produjo una foto para el recuerdo, la de ambos cruzando la meta de la mano, con el estadounidense de amarillo y el triunfo en París asegurado. Hinault ganó su 27ª etapa en el Tour. Dos días después, en Saint-Étienne el bretón ganaba la 28ª y última, una contrarreloj de 58 kilómetros. Acabó el Tour segundo y a final de año se retiró del ciclismo. Su Tour de 1985 es el último que ha ganado un francés.
El país espera al sucesor de Hinault desde entonces, 37 años, pero el hombre que va a tomarle el relevo nació en Eslovenia. Pogacar es el gran campeón más parecido a Hinault. Es tan bueno que se tiende a compararle con el número uno, Eddy Merckx, pero por su estilo y su forma de correr recuerda más al francés. Hoy se adentra en los territorios donde la era Hinault tocó a su fin.
Ayer, de aperitivo, la etapa pasó por Sallanches, donde ganó el Mundial de 1980, que hasta hoy mantiene el cartel de haber sido el más duro de la historia. Hoy, el esloveno se mide con el Galibier. Casi ocho kilómetros por encima de los dos mil metros, donde cambia todo. Más de cuatro sobre esa altitud en el Granon. Todos los grandes han dejado su sello en esas montañas y, muy consciente de su superioridad, Pogacar corre contra la historia. El escenario donde concluyó la era Bernard Hinault espera al primer gran genio del siglo XXI.
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