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J. Gómez Peña
Viernes, 14 de julio 2023, 19:38
En la cima del Grand Colombier, donde ganó su compañero Michal Kwiatkowski, el andaluz Carlos Rodríguez describió a la perfección lo que es este Tour: «Parece que Pogacar y Vingegaard se lo están disputando en un videojuego. Es como si no les dolieran las piernas». ... Rodríguez, que con 22 años es cuarto en la clasificación de su primer Tour, cedió medio minuto. Pello Bilbao, que baja de la quinta a la séptima plaza, se dejó pese a su sufrimiento máximo casi un minuto. Ni ellos ni nadie puede jugar con la videoconsola de esta edición. Sólo hay dos mandos. Uno lo tiene Vingegaard, el líder. Y el otro es de Pogacar, que lo volvió a aporrear a menos de un kilómetro de la meta y le recortó 8 segundos (4 de ellos de bonificación) al danés. El esloveno ya le acecha a sólo 9 segundos. Y vienen dos etapas mayúsculas en los Alpes. Dos asaltos de altura.
Cada vez que Pogagar le atiza a Vingegaard es como si sobre el bullicio de la Grande Boucle sonara la dramática cuenta atrás que entona un árbitro de boxeo. El esloveno golpea los pedales. El danés, también de pie, resiste. Hasta que se sienta y concede unos metros. Suena la cuenta: 10, 9, 8... Hasta ahora siempre se ha levantado a tiempo. Pierde puntos, pero no se dobla en un combate que sigue a su favor. Es un Tour a dúo. El resto lo ve a distancia: Hindley, el tercero, está a casi 3 minutos. Rodríguez, casi a cinco. Y luego vienen Adam Yates (a 5.03), casi empatado con su gemelo Simon Yates (a 5.04), y Pello Bilbao (a 5.25). El vizcaíno se mantuvo con los mejores hasta el final, hasta que Pogacar encendió el videojuego. Aunque la partida no acabó como quería el esloveno. No ganó la etapa. De eso se encargó el mejor de la fuga, Kwiatkowski.
Ahora, las reuniones de equipo previas a las etapas son como una clase de matemáticas. Datos y más datos fisiológicos, meteorológicos... A cada líder le informan sobre cómo están su rivales. Todos se espían. Con esa información, los directores trazan la táctica diaria. A cumplir de forma obligatoria, salvo en un caso. Pogacar. El esloveno funciona como un electrón libre. Su inspiración está por encima de las estrategias. Por su talento, tiene permiso para saltarse las órdenes. Aunque hay días, como en esta decimotercera etapa, en los que todos saben desde la salida en Chatillon-sur-Chalaronne que es el esloveno quien ha escrito en la pizarra su nombre: «Hoy gano yo».
Se citó con la cima del Grand Colombier, la meta, la pirámide del Jura donde ya había ganado en 2020 y desde donde se ve media Francia, de fiesta nacional en el 14 de julio. Hasta se divisa el vértice albino del Mont Blanc. Hay un ciclista del equipo Arkea, Maxime Bouet, que echó a volar en esta montaña la cenizas de su madre, Brigitte. Muchos lo hacen. Así pueden ver donde descansan sus familiares al abrir la ventana de casa. Pogacar no salió a enterrar a Vingegaard, el líder que le sacaba apenas 17 segundos, pero sí quería hacerle dudar antes de los dos asaltos en los Alpes que vienen. Pretendía con la fuerza de sus piernas general debilidad psicológica en su rival.
Por eso, el equipo de Pogacar, el UAE, se desgastó para evitar que una fuga de veinte buenos dorsales (Kwiatkowski, Shaw, Mohoric, Wright, Oliveira, Tejada, Latour, Van Gils, Pacher...) cogiera renta suficiente para disputar la victoria. Pero una escapada con tantos corredores no le facilitó el trabajo al UAE. Bjerg, Laengen, Trentin y Soler se encargaron de esa tarea. Aun así, los escapados ingresaron en el Grand Colombier con 4 minutos de ventaja. ¿Suficiente? No parecía.
Kwiatkowski cambió el guión del UAE. Excampeón del mundo y vencedor de clásicas como la Milán-San Remo y la Clásica de San Sebastián, el polaco del Ineos irrumpió en la pantalla del videojuego de Pogacar. Había guardado fuerzas los días anteriores. Ahorrar es una virtud en el ciclismo. El UAE, ya con Soler, Grossschartner y Majka al mando, no pudo atraparle. La pirámide del Jura era para Kwiatkowski, que logró su segundo triunfo en el Tour. «No creía que fuera a ganar, pero cuando he visto la ventaja he pensado: 'Por qué no'. Tenía las piernas de mi vida», declaró.
Adjudicada la etapa que quería Pogacar, quedaba la pelea psicológica. El esloveno, lanzado por Adam Yates, le arreó a Vingegaard ya al olor de la meta. De nuevo, le arañó la cara. Unos metros de ventaja. Están separados por un puñado de segundos. «Es el tiempo en que me ato los zapatos», bromeó Pogacar. Lo pasa bomba en este apasionante vieojuego que comparte con Vingegaard y que se mete a lo bestia en los Alpes. Más partidas por jugar. Más combates.
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