Secciones
Servicios
Destacamos
Iñaki Izquierdo
Viernes, 7 de julio 2023, 19:11
Igual que los puertos míticos no franquean el paso a cualquiera, los grandes salones de la velocidad no regalan triunfos ni condecoraciones. Burdeos, la catedral del sprint, negó a Mark Cavendish (Astana) el récord de 35 victorias de etapa para desempatar con Eddy Merckx. Le ... faltó un puesto al de la Isla de Man; le faltó un mundo. Ganó Jasper Philipsen (Alpecin) con una autoridad incontestable. El segundo puesto quedó lejos de la victoria y el récord, en su sitio.
A los 25 años, Philipsen entra en el panteón de los grandes sprinters, condición que entrega una victoria en Burdeos desde que el Tour es el Tour. Ya poseía la Legión de Honor del ciclismo Cavendish con su triunfo de 2010, la anterior vez que la carrera había llegado a orillas del río Garona. Desde entonces no volvía el Tour a la ciudad que más ha visitado en su historia, 82 veces, solo por detrás de París (109). Trece años, una eternidad.
Philipsen ganó con comodidad pese a que esta vez Mathieu van der Poel no le dejó tan bien como en Baiona y en Nogaro. El neerlandés se apartó algo lejos de la meta, pero sí colocó al belga en el centro de la calzada, en posición dominante. Controló con facilidad la anticipación de Cavendish por la derecha y le remontó con suavidad y clase, al estilo bordelés. La llegada refrescó la pasión de la ciudad por la suerte suprema del ciclismo.
Es un viejo amor. Burdeos es la capital del sprint por una idea del sentido de la vida. Una ciudad refinada, sofisticada y crítica no puede caer en la vulgaridad de una meta en subida, para eso están los pueblos de los Pirineos. Una ciudad ilustrada. Aquí vivió Montesquieu. Aquí trabajó de friegaplatos Luis Mariano en un local de Quincoces, justo enfrente de donde este viernes estaba la meta, antes de triunfar como tenor en el Grand Theatre y coger el tren a París. Aquí no se exalta el sudor del trabajo en el campo, se degusta de su fruto, el vino. Aquí, desde siempre, se idolatró a los ciclistas más veloces del pelotón.
Ganar en Burdeos equivalió durante muchos años a ser el campeón del mundo del sprint. Cavendish, Zabel, Abdoujaparov, Van Poppel, Vanderaerden, Raas, Freuler, Maertens, Godefroot, Van Looy, Darrigade... La lista es señorial, como la ciudad. Burdeos, una catedral art-deco del sprint, porque todo empezó en el velódromo del Parc Lescure en 1931, construido en ese estilo, el primero del mundo sin columnas que impidieran la visión de los espectadores. Está catalogado como monumento nacional. En su pista de cemento de 500 metros se forjó la leyenda bordelesa de pasión por la velocidad. Construido en 1924, siete años después acogió su primera etapa.
Cuando el Tour volvió a su anillo tras la II Guerra Mundial, en 1947, vivió sus años de esplendor. Para amenizar la espera hasta la llegada de los ciclistas, se organizaban diferentes pruebas de pista para entretener al público que abarrotaba las tribunas. Había aglomeraciones, a veces con heridos e incidentes con algún policía. Gozaban de especial predicamento las carreras tras moto. Velocidad y Burdeos, inseparables. En los 70 empezó a caer en olvido. El último ganador de un sprint en el Parc Lescure fue el inglés Barry Hoban en 1975. Aún volvería el Tour en otra ocasión, en 1979, con una crono por equipos que ganó el Ti-Raleigh.
La grandeza del Tour, que estos días se ha dejado sentir en Euskadi con el Gran Départ, fue desplazando primero al velódromo en favor del centro de la ciudad -para promocionar su belleza y atraer visitantes- y después a la propia Burdeos por otras ciudades interesadas en acoger el acontecimiento. La capital girondina, en el Tour desde el principio, desde la primera edición en 1903, fue distanciando sus apariciones. La de este viernes fue la 82ª llegada a la ciudad, pero la primera en trece años de larga espera para los aficionados a orillas del Garona.
Puestos a superar a Merckx, el escenario perfecto para Cavendish habría sido Burdeos. El gran escenario. Pero la vida no es un cuento redondo. La victoria 35 de Cavendish no estuvo cerca, por mucho que este viernes fuera segundo. Los récords tampoco se regalan, son récords por algo. El británico, de 38 años, se retira a final de temporada, no tendrá otro Tour. Le queda París. No se bate el récord de Merckx en pueblos como Moulins o Poligny -los dos sprints puros que restan-, se bate en los Campos Elíseos.
A eso consagrará su Tour Cavendish. Está competitivo. Este viernes batió a todos los mejores del mundo salvo Philipsen. Ganó la última etapa del Giro este año y está vivo. Hoy, un puesto es un mundo para el de la Isla de Man, pero el Tour se hará largo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.