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J. Gómez Peña
Martes, 11 de julio 2023, 17:43
Pello Bilbao recogió en la meta de Issoire el premio que desde hace tanto tiempo merecía: el triunfo en una etapa del Tour. Gracias a la ventaja que obtuvo en la fuga, da además un salto en la clasificación general y se coloca quinto, a ... cuatro minutos y medio del líder, Vingegaard. Eso le sitúa en la lucha por el podio: ya está a dos minutos de Hindley, el tercero de la tabla. Con esta victoria, el corredor de Forua acaba con una sequía de cinco años del ciclismo español, desde la victoria de Omar Fraile en Mende, en el Tour de 2018, y pone fin a un largo periodo de cien jornadas de la Grande Boucle sin éxitos. Y algo más, todo el equipo Bahrain quería dedicarle una etapa a Gino Mader, fallecido tras una caída en la pasada Vuelta a Suiza. «Gracias por tu inspiración, Gino. Ahí tienes este triunfo», le envió Pello entre lágrimas al cruzar la meta.
«Tenía una motivación especial», repetía. Pello ha tenido paciencia para llegar a ser el completo corredor que es. Ha esperado hasta los 33 años para obtener una etapa en el Tour, la décima de esa edición. Era un recorrido hecho para él. Sube y baja desde la salida en Vulcania. Desde el inicio estuvo en todos los intentos de fuga. Hasta que se subió al bueno, con rivales del nivel de O'Connor, Zimmermann, Alaphilippe, Skjelmose, Neilandts, Pedrero... En todo momento, su meta era la victoria de etapa. «No me importaba la general». Quería ganar por Gino. «Tras su fallecimiento fue muy difícil preparar este Tour. Tuve que refugiarme en mi familia, en mi hija, Martina», confesó.
En el último puerto, el letón Neilandts demostró ser el más fuerte de la fuga. Pero no el que mejor calculaba. Le atraparon en la largo descenso hacia Issoire. Ahí, Pello mostró su capacidad de remate y algo más: dio un curso sobre cómo resolver una fuga. Ya había rozado el triunfo en el Tour de 2019, cuando solo Simon Yates pudo batirle en Bagneres de Bigorre. Esta vez no iba a fallar. Manejó a la perfección el final. «Todos íbamos muy justos». Neutralizó a O'Connor primero y después a Zimmermann, que se precipitó. Ya en el sprint, el vizcaíno impuso su velocidad. Al levantar los brazos lanzó el grito que tenía contenido desde hace tanto tiempo. El Tour acababa de premiar su paciencia y su talento de lenta maduración. Y él, Pello, le dedicó su mejor día a Gino.
En tierra de volcanes y a más de 35 grados de temperatura, Pello Bilbao (Gernika, 33 años) mantuvo su, como él dice, «habitual sangre fría». Es de los que saben esperar. Se define así: «No soy el mejor en nada». Pero desde que se decidió a ser ciclista, tras vestir el maillot de la Gernikesa e ingresar en la Fundación Euskadi, no ha dejado de mejorar en todo. Perfeccionista. Ha pulido su figura con dieta, aerodinámica y ciencia. Como si viviera en una escalera, peldaño a peldaño. Y en la décima jornada de este Tour, archivado ya el disgusto en forma de pinchazo que le impidió luchar por la etapa inicial en Bilbao, decidió que tenía que ser su día. Endureció la fuga. La controló. Animó a los otros escapados. Gastó más fuerzas que ellos y, al mismo tiempo, guardó la energía justa para ejecutarlos. Con sangre fría. La temperatura de la inteligencia. Luego, ya en caliente, se dejó dominar por la emoción, por el recuerdo de Gino Mader y por tantos años de espera para disfrutar de su «día más especial». En el mejor lugar: el Tour.
Pello Bilbao nació con el don ciclista. Tras apenas dos temporadas como amateur en el equipo Naturgas y después de splo tres meses en el Orbea continental, dio en 2011 el salto al Euskaltel-Euskadi para cubrir la baja de Koldo Fernández de Larrea (clavícula rota). «Me ha pillado por sorpresa», declaró entonces. «Me llamaron el lunes para ver si tenía un rato libre y podíamos charlar. Querían saber si estaba dispuesto a dar el paso. Y ni me lo he pensado». Alehop.
Pello Bilbao, como Mikel Landa, eran el final de la cadena de producción de la factoría ciclista de la Fundación Euskadi: a Pello le subió a la bicicleta su cuadrilla, críos ciclistas en la sociedad ciclista de Gernika. «Empecé a correr en cadetes de segundo año», rebobina. Enseguida, de juvenil, recibió una beca de la Fundación Euskadi. Material para entrenar y seguimiento de los técnicos. De ahí, al Naturgas, el conjunto amateur tutelado por Miguel Madariaga. Luego, al Orbea, el filial del Euskaltel-Euskadi. «Me arreglo bien en las subidas, aunque aún me falta adaptarme a los puertos largos», repetía. «Soy de recorridos repecheros», decía en 2011. Para etapas como la de este martes.
Según su exdirector en el Naturgas Íñigo Urretxua, Pello era «un ciclista con mucho futuro, tranquilo, humilde, que lee bien la carrera, que sabe ser líder y también gregario». En 2010 casi ganó la Subida a Gorla amateur. Para muchos, fue suya, aunque los jueces, a ojo, se la concedieron el conquense Jesús Herrada tras un sprint de milímetros. Cuentan que esa mañana Pello Bilbao ni se inmutó. «Es sereno, calculador», insiste Urretxua. «Aprende enseguida. No hay que repetirle las cosas». La desaparición del Euskatel en 2013 le obligó a dar un paso atrás y formarse en el Caja Rural, con el que ganó en 2014 la Klasika Primavera de Amorebieta. Estudiante de IVEF (educación física), vio que el ciclismo era su futuro.
Y así, pese a su labor oficial como gregario, ha ganado etapas en el Dauphiné, la Itzulia, el Tour de los Alpes y el Giro de 2019 (dos triunfos). En la corsa rosa llegó a ser dos veces quinto en la general y fue noveno en el Tour de 2021. También se colgó el oro en el Campeonato de España de contrarreloj en 2020. Vale para todo y es uno de los mejores bajadores del pelotón. No ha dejado de crecer. Junto a buscar triunfos, su meta es exprimir al máximo sus posibilidades físicas y psíquicas en la competición. En 2022 ayudó a Mikel Landa a subir al podio del Giro y ganó tres carreras, incluido aquel sprint de la Itzulia en Amurrio por delante de Alaphilippe, campeón del mundo esa campaña.
Esta temporada ya ha vencido en una jornada del Tour Down Under y en primavera se colocó quinto en el ranking mundial, sólo superado por Pogacar, Van Aert, Evenepoel y Vingegaard. Era el premio a su regularidad. «Se me hace raro decir que estoy entre los cinco mejores ciclistas del mundo», apuntaba en marzo. «Quizá no sea de los cinco mejores en una especialidad en concreto, pero en cuanto a la regularidad, seguramente, sí. A mí me va bien dar la mejor versión durante toda la temporada», añadió. Así es: Pello siempre está.
El corredor del Bahrain se ha construido con paciencia. Ha pulido la técnica, la preparación, la aerodinámica y la nutrición. Hasta ha limado su manera de pedalear. Siempre en busca de la excelencia. Se conoce a la perfección. Confía en dar aún más pasos en su mejora. «Mi evolución ha sido muy tardía. He ido perfeccionando mi técnica, los entrenamientos... convirtiéndolo en mi modo de vida». Y todo de una manera natural, sin ser esclavo de su trabajo. «Disfruto viendo que cada año soy capaz de subir un escalón. Eso me da motivación para estar a un gran nivel toda la temporada», subraya.
No le gusta fijarse un único objetivo. Su coto de caza no tiene fronteras. En este Tour quería una etapa para dedicársela a Gino Mader. Ya la tiene. Por su compañero ausente, que era un entregado activista en favor de la ecología, ha iniciado una campaña para recaudar fondos dedicados a la reforestación con plantas autóctonas. De paso se ha metido en la lucha por el podio de esta edición del Tour. No lo dice en voz alta pero seguro que ya ha comenzado a hacer su cálculos para dar ese paso adelante. Con su «habitual sangre fría».
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