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El Jumbo ofensivo que provocó en el Granon la mejor etapa del Tour en treinta años fue este jueves un equipo clásico en la defensa del maillot amarillo. Orden, trabajo y disciplina, los viejos valores. Cuando se baila en los grandes salones, hay que tener ... un traje para cada ocasión y saber llevarlo. El ciclismo es un asunto serio, no un entretenimiento de verano. Es imaginación y creatividad, cosas importantes. El mismo equipo que enloqueció la carrera el miércoles la gobernó con mano de hierro este jueves. Y cambió con naturalidad pasmosa.
La carrera del Jumbo tuvo profundidad. Corrió como han corrido toda la vida los equipos de los grandes líderes, con la carrera bajo control para llevar al patrón arropado hasta el final. Una faena impecable, quirúrgica. Profesional. Un guion discordante con el ambiente enloquecido que rodeó la subida, ávido de quién sabe qué. Alpe d'Huez se arriesga a un destino como el del Puy de Dome, otrora puerto mítico y hoy desterrado del Tour. Es peligroso para los ciclistas. Pocagar no fue una amenaza para Vingegaard, el comportamiento de algunos aficionados, sí. Hay un problema en esa montaña.
A un planteamiento riguroso, Jonas Vingegaard (Jumbo) respondió como un hombre del norte. Sin dejarse arrastrar por la pasión ni la euforia que da la victoria. El danés correspondió al trabajo de sus compañeros sujetando las dos arrancadas de Tadej Pogacar (UAE) en la subida final. Hasta ese momento, el equipo neerlandés había impuesto un paso marcial que sujetó cualquier veleidad del genio esloveno, muy recuperado tras el desfallecimiento de la víspera. Todo sucedió a la manera tradicional. En un gesto pasado de moda, el equipo del maillot amarillo fue magnánimo, se desentendió de la etapa como ordenaba Indurain a sus compañeros y concedió una escapada. En su momento, aquello se consideraba la cima de la elegancia.
Ganó la etapa Tom Pidcock para el Ineos, el otro equipo fuerte de la carrera, lo que tampoco perjudica al líder. Es tan difícil ganar el Tour que con los adversarios naturales basta, sin necesidad de crearse enemigos. La etapa sirvió también para obrar el milagro de la resurrección de Chris Froome (Israel). Pero el ciclismo es una cosa seria, no una película melodramática del sábado a mediodía con final feliz. Se tuvo que conformar con ser tercero.
El Tour sale de los Alpes bajo el impacto de lo sucedido en el Granon. Sobrevolará el resto de la carrera; no se olvidará en mucho tiempo. El cambio de registro del Jumbo este jueves es la mejor noticia posible para Vingegaard. El brillo de la maniobra del miércoles puede cegar a cualquiera, con razón, porque fue una obra maestra. El equipo neerlandés corrió camino de Alpe d'Huez como lo hizo durante todo el Tour de 2020, antes de perderlo el penúltimo día en la Planche des Belles Filles. Pero no volverá a cometer aquel error.
Hacer todo bien, sin embargo, no asegura nada a Vingegaard ni al Jumbo, porque se enfrentan a un corredor llamado a marcar una época. Todos los que estuvieron delante en el Granon pincharon ayer, menos el líder. Quintana (Arkea), Bardet (DSM), Gaudu (Groupama)... El aficionado soñaba con el resurgir incontenible de Pogacar en la montaña de Fausto Coppi, pero el gran golpe tendrá que esperar. Esto es ciclismo de verdad.
El esloveno, que augura batalla, reconoció: «Sé lo que pasó en el Granon. Lancé demasiados ataques y fui un poco estúpido al salir a todo. Me sentí bien en el Galibier, pero me esforcé demasiado. No volverá a suceder».
Este jueves, explicó: «Tras lo ocurrido no estaba con confianza. Necesitaba recuperarla. Me hubiera gustado estar un poco mejor esta jornada, pero queda mucho Tour y estoy listo para la batalla».
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