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J. Gómez Peña
Domingo, 23 de julio 2023, 20:15
Cuando el 14 de diciembre de 2020 el director del Tour, Christian Prudhomme, entró a escondidas por el garaje de la Diputación de Vizcaya para anunciar a las instituciones vascas que la ronda gala de 2023 iba a salir desde Bilbao, trajo con ese anuncio ... un regalo añadido: la edición de la Grande Boucle más emocionante y mediática de las últimas décadas. Bilbao, Vitoria, San Sebastián y Amorebieta, salidas y metas de las tres etapas iniciales, abrieron el telón de un duelo para la historia, el que mantienen desde 2021 un esloveno sin bozal y capaz de todo, Tadej Pogacar, y un danés introvertido y extraordinario escalador, Jonas Vingegaard, que acaba de ganar su segundo Tour. Un escalón por debajo, el quinto puesto del debutante Carlos Rodríguez y la sexta plaza de Pello Bilbao anuncian el resurgir del pelotón español, que se lleva de esta edición tres etapas, las de Pello y Carlos Rodríguez, y la de Ion Izagirre. Partir desde Bilbao sirvió de motivación, de inspiración, tras cinco años sin triunfos.
El desfile final en París, con la ajustada victoria al sprint del belga Jordi Meeus, fue la antesala a la pasarela sobre la tarima de los Campos Elíseos. A Vingegaard y Pogacar les acompañó en el podio un compañero del esloveno, Adam Yates. Dos ciclistas del UAE escoltaron al danés. «Trataré de ganar el próximo Tour», avisó Vingegaard, siempre pendiente de Trine, su esposa, y Frida, su hija. Es su burbuja privada. La necesita para coger aire y disipar el estrés de la alta competición. Poco a poco ha aprendido a convivir con esa corriente eléctrica. En 2021, en su debut, su papel era el de gregario de Primoz Roglic. Hasta que el esloveno se cayó y se retiró. En el Jumbo tardaron unos días en decirle a Vingegaard que los galones eran suyos. Temían que ese peso le aplastara. Lo soportó y acabó segundo tras Pogacar. En 2022 ya le batió. Como ahora.
Si Vingegaard ha sido segundo en una ocasión y dos veces primero en los tres Tours que ha disputado, Pogacar no se queda atrás: en cuatro participaciones tiene dos medallas de oro (2020 y 2021) y dos platas (2022 y 2023). Se han quedado solos. Con ellos basta. Si ya el año pasado la carrera resultó espectacular, esta edición ha desbordado emoción desde el inicio en las tres etapas vascas que reunieron en las cunetas a casi un millón de eufóricos aficionados. Los más de 190 países que siguen el Tour a través de las pantallas comprobaron que el País Vasco es territorio de ciclismo. Pasión. Y fue sólo el comienzo.
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En las carreteras vascas prendió la pelea entre Vingegaard y Pogacar. El equipo del danés tenía un plan. Ahogar a su rival esloveno. No permitirle que alcanzara su mejor nivel. Pogacar, lesionado en primavera al caerse en la Lieja-Bastogne-Lieja, apenas había tenido unas semanas para preparar la Grande Boucle. «Sabíamos que era imposible que Tadej estuviera al cien por cien», confiesa Mauro Gianetti, mánager del UAE. El Jumbo no le dio opción. Los gregarios de Vingegaard apretaron en cada etapa, en cada subida. Pogacar acumulaba fatiga y, aún así, no dejaba de atizarle a su rival. El líder danés, con la confianza de su triunfo en 2022, pisaba con aplomo. Tiró de paciencia. «Cuando alguien ataca tanto es síntoma de inseguridad», le lanzó al esloveno. Esperó su momento.
Y llegó. Tras dos semanas como siameses, los distanció la etapa que se corre por separado, los 22 kilómetros cronometrados de Combloux. Vingegaard, agresivo en cada curva, aplicó toda su fuerza. Más incluso de la que creía tener: «Pensé que mi potenciómetro estaba roto». Lo rompió él con su energía. Aplastó a Pogacar. El danés, un menudo escalador de apenas 60 kilos, destrozó el reloj. Su rival acusó ese golpe psicológico, más aún que el minuto y medio que había perdido. Y se hundió un día después en el puerto más duro del Tour, la Loze. «He aprendido a sufrir», confesó Pogacar. Tiene tanto talento que el ciclismo ha sido siempre fácil para él. Un juego. Con Vingegaard, pequeño robot danés, ha visto la otra cara. El sufrimiento total. Perdió por KO. Y aprendió de golpe a pedalear sobre espinas.
Esa tarde llegó a la meta hundido. Pidió perdón a los suyos, que le acunaron. Todos rodaron en el mismo abrazo y entre todos le recuperaron. Se vio el sábado, cuando Pogacar ganó la última etapa de montaña. El ahogado sacó la cabeza del agua y lanzó un grito de rabia, de revancha, que retumbará hasta que comience en Florencia la próxima edición. El Tour 2024 no lo tendrá fácil para igualar al que acaba de terminar.
Y en esa Grande Boucle que viene ya se espera la continuación de este legendario duelo. Los dos han ganado dos veces el Tour. ¿Habrá desempate? O surgirá un tercer actor principal. Tras los cuartos puestos de Mikel Landa (2017 y 2020) y el quinto de Enric Mas en 2020, el pelotón español levanta la mano con la juventud de Carlos Rodríguez, quinto con 22 años. «Intentaré hacerlo mejor el próximo año», asegura el completo corredor granadino. Otro aún más joven que él, el alicantino Juan Ayuso, ya ha dicho que debutará en la Grande Boucle en 2024. Y que solo piensa en ganar algún día esta carrera. En esa transición colaborarán dorsales con la experiencia y el saber hacer de Pello Bilbao, un inmejorable espejo en el que puede mirarse la nueva y esperanzadora camada.
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