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Dylan Groenewegen creció en la misma calle de Ámsterdam donde Ana Frank estuvo escondida de los nazis. Aquella niña judía que escribía oculta su famoso diario. Dylan sabe lo que es sentirse aislado. Su vida cambió cuando estuvo a punto de causar la muerte de ... Fabio Jakobsen en el sprint de la primera etapa del Tour de Polonia en 2020. Jakobsen ganó el sábado el primer sprint de este Tour. El segundo, carambolas del destino, fue para Groenewegen. Lo celebró sentado en el suelo, sudando lágrimas. A Jakobsen le salvaron los cirujanos; a Groenewegen tuvo que rescatarle un psicólogo. Estuvo encerrado en casa, a oscuras, durante semanas. Cargando con la culpa. Luchando contra sus fantasmas. Con las ventanas cerradas para no ver el dedo acusador de sus vecinos. Escondido como Ana Frank. El Tour le ha liberado. «Físicamente no ha sido difícil volver, pero psicológicamente... Este triunfo es para mi mujer y mi hijo», compartió con los ojos de agua.
El sprint, salvaje, puso fin a una jornada sin casi nada más; solo público. Masivo. Vistas las imágenes de las tres etapas danesas que han abierto el Tour 2022 da la sensación de que los cinco millones y pico de habitantes de Dinamarca han desfilado por las cunetas. La última jornada en el país fue también como un concierto multitudinario al aire libre. Y un solista local, Magnus Cort Nielsen, agarró el micrófono desde el primer kilómetro y se echó encima de la masa. A hombros de su público consolidó con otra fuga el reinado de la montaña en un territorio tan plano. Arrancó en el primer kilómetro. Miró hacia atrás. Nadie se movía. Volvió a girarse como preguntando si no había ningún voluntario para compartir su aventura. Todos miraron hacia otro lado. Silbando. Todos sabían que el final estaba escrito. Al sprint. El pelotón, desde el líder Van Aert al favorito Pogacar, fue un mero espectador. Miró desde la grada el festival de Cort Nielsen durante más de cien kilómetros. El gran grupo se sumó a la fiesta de los aficionados.
Cort Nielsen seguía con su recital ante miles de gargantas que coreaban su nombre. Cruzó las tres cotas de cuarta categoría y bajo su bigote vikingo se le vio encadenar sonrisas con su maillot de rey de la montaña, su objetivo. Pero ya a 95 kilómetros de la meta el pelotón cambió de cara. Más apretada. Jakobsen había ganado el sábado el primer sprint. Contundente. «Quiero más», avisó en la salida de Velje, la ciudad donde nacieron Allan Simonsen, jugador del Barça y Balón de Oro en 1977, y Tony Rominger, triple ganador de la Vuelta. A Jakobsen querían amargarle muchos. Los que perdieron el sábado.
Como Caleb Ewan, que guarda en su palmarés cinco victorias en el Tour. Es de los que arriesgan y aparece por cualquier ratonera. Como Jasper Philipsen, hábil cuando la llegada espera entre curvas. No estaban solos. En el Tour aún ronda Peter Sagan, que no levanta los brazos en el Grande Boucle desde Colmar en 2019, y Mads Pedersen, campeón del mundo en 2019 y danés. Y como Groenewegen, que no ha vuelto a ser el mismo desde que provocó el accidente que casi acaba con Jakobsen. Es curioso: la víctima se ha recuperado de sus fracturas físicas; en cambio, el causante parece aún tatuado por la culpa.
La meta los aguardaba a todos en Sonderborg, junto al mar, entre fachadas de color salmón y vainilla. Paisaje plácido hasta que la tensión de un pelotón ya lanzado se tradujo en una caída a 10 kilómetros del final. Haig, Caruso, Pinot y Urán quedaron cortados (perdieron 39 segundos). También Groenewegen, pero le salvó su equipo. Le devolvieron a tiempo al grupo. Era el día de su redención. El Quick Step de Jakobsen abría la carretera. Preparaba el arco para lanzar su fecha hacia la segunda diana. El plan funcionaba. Hasta que Jakobsen frenó peleando por la posición en la última curva. Fallo. Descartado.
Sin él, sin el velocista alfa, comenzó la pelea por el trono en la manada. Dos del mismo equipo, el líder Van Aert y Laporte, se descorcharon al mismo tiempo. Cada uno a lo suyo. Junto a la valla derecha, Sagan buscaba un hueco para adelantar. Van Aert le cerró lo justo ante la protesta del eslovaco. Por la izquierda remontaba Philipsen. Y por el medio, como si se hubiera desprendido de sus cadenas, libre, Groenewegen soltó su último aliento con un golpe de riñón ganador sobre Van Aert. Salió de su habitación oscura antes de volar desde Dinamarca a Francia, donde el Tour continuará desde el martes.
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