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Jon Rivas
Viernes, 5 de julio 2024, 18:42
Descifrar una contrarreloj es complicado, salvo que los ciclistas lo pongan muy fácil y enseguida se pueda distinguir entre el grano y la paja, entre quien sale con la inequívoca intención de ganarla, como Remco Evenepoel, quien corre para no perderla, o el que se ... levanta de la cama con otro ánimo, como el de hacer del recorrido un desfile festivo, que es el caso de Julien Bernard, que la disputó en su tierra, rodeado de paisanos e incluso se paró unos segundos a besar a su mujer, su hijo y demás familia y, pese a todo, dejó por detrás a 113 corredores en la clasificación de la etapa. Perdió tiempo en el homenaje, pero no motivación.
La contrarreloj es como la música dodecafónica: hay que ser muy entendido para descifrarla y muy entusiasta para disfrutarla. Al común de los mortales le gusta más el concierto para piano y orquesta número 21 de Mozart, que tal vez escucha Evenepoel con sus auriculares azules, aunque parecía tararear y quizás era otra música, que las fantasías para guitarra y orquesta de Luis de Pablo. Seguir una contrarreloj es como observar las pantallas de cotizaciones de Wall Street. Solo lo que aparece allí vale de verdad, los números en verde, las flechas rojas. Ya puede tener buena pinta la ampliación de capital de Telefónica, que únicamente lo que digan los mercados cuando cierran va a misa.
Además, la crono es también como el puerto espacial de la Guerra de las Galaxias, donde se sientan juntos a charlar ciclistas de diferentes colores, con cascos del futuro, y tal vez hablan de la altura de los calcetines, al límite del reglamento, de la bicicleta de Pogacar, que tiene más tecnología que una nave espacial de los años sesenta, o el sillín de Vingegaard, que luce la silueta de un catamarán de la Copa América. Hablan de sus cosas, vamos, y se concentran en el esfuerzo brutal que les queda por delante.
Entre las cosas que los de a pie saben también de la contrarreloj es que, cuando las jerarquías en la clasificación están ya un tanto aclaradas y las primeras montañas han puesto a cada uno en su sitio, todo lo que pase antes de que los quince primeros salgan a escena, que son los últimos en aparecer, hay que tomárselo a título de inventario. Es a partir de entonces cuando las cosas van en serio de verdad.
Ahí es cuando aparecen los nombres propios, como el de Remco Evenepoel, que confirmó su clase y ya ha ganado por primera vez en su debut en el Tour, y el de Tadej Pogacar que mandó señales de que es el más fuerte a pesar de acabar segundo. Lo resumió el belga, vencedor de la etapa, cuando después de saludar a Alberto de Mónaco, le preguntaron por sus ambiciones: «No sé si batir a Tadej va a ser posible, pero creo que tengo piernas para el podio».
La contrarreloj de 25,4 kilómetros, que era el territorio ideal para Evenepoel, lo fue también para que Pogacar marcara su territorio. «Sabía que lo había hecho bien», dice el líder. «No conocía las diferencias exactas, pero las indicaciones de mi director eran de un tono positivo y me animó a esforzarme mucho durante los últimos seis kilómetros», añade.
Pogacar consumió el terreno 12 segundos por detrás del vencedor, pero distanció a sus otros perseguidores. 22 segundos por delante de Primoz Roglic, 25 sobre Jonas Vingegaard, que ya está a 1:15 del líder, así que tendrá que atacar para salvar esas diferencias. Claro que el UAE tiene también a Ayuso y Almeida entre los seis mejores. Tres ciclistas en el apretado pañuelo de los elegidos, con Carlos Rodríguez séptimo y Mikel Landa octavo.
«He disfrutado cada kilómetro», confesaba Evenepoel al final. Salió con un desarrollo descomunal, el plato más grande entre todos los favoritos, con 62 dientes; los otros lo llevaban de 60, para tratar de distanciar a todos en los tramos más favorables. Desde el inicio, con una aceleración brutal nada más abandonar el cajón de salida, empezó a marcar diferencias, que fueron aumentando según pasaban los kilómetros. Solo Pogacar estuvo cerca alguna vez, a seis segundos del tiempo de Remco, pero el belga fue muy regular y mientras el líder bajaba el rendimiento en los kilómetros finales, para acabar a 12 segundos, -«estaba un poco al límite en lo alto de la colina, pero en la bajada y en el último tramo conseguí recuperarme»-, él siguió manteniendo el tipo pese al susto que se llevó a dos kilómetros de la meta cuando pensó que había pinchado y tuvo que saltar sobre el sillín para comprobar que todo era una falsa alarma. «He escuchado un ruido y pensé que era un pinchazo», explicó.
Cuando llegó a la meta, destrozó todos los registros anteriores, esperó a que llegara Pogacar y supo lo que se siente al ganar una etapa del Tour. Tadej, pese a todo, parece más líder que el día anterior, con Evenepoel segundo y Vingegaard tercero. Las distancias han aumentado, pero la disputa parece asegurada.
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