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Igor Barcia
Domingo, 2 de julio 2023, 19:02
Hay gestos que marcan las etapas y miden a los corredores. En Jaizkibel, la muralla que frena el mar entre Hondarribia y Pasaia, Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard se reencuentran en lo que parece ser su cita diaria en cabeza. Tras el mano a mano ... de Pike Bidea, ambos se miden en duelo por los 8 segundos de bonificación con los que premia el Tour el paso por los puertos finales. Pogacar pasa primero y Vingegaard segundo y detrás un mundo. Al esloveno, al que el cuerpo le pide guerra a cada oportunidad, le tienta lanzarse en la bajada y afrontar los 17 kilómetros a tope para sacar diferencia. Gira la cabeza, ve el maillot amarillo y negro del Jumbo y pide relevo. Vingegaard niega con la cabeza. Al igual que el sábado en Artxanda. En su pinganillo bullen órdenes de equipo y de nuevo el elegido es Van Aert, que sobrevive en el grupo de cabeza. El Tour es largo y mejor evitar exhibiciones tempranas que puede que no lleven a ninguna parte.
Así que por segundo día, Pogacar levanta el pie y se deja engullir mansamente por el grupo. Jumbo toma el control, aborta el intento de Pello Bilbao en el descenso y con Benoot, Kelderman y el propio Vingegaard, cree tener suficiente para controlar un grupo de 24 corredores supervivientes tras la ascensión a Jaizkibel. Pero por segundo día, al equipo holandés le fallan las cuentas y, sobre todo, las fuerzas. Ya lo evidenciaron en Bilbao los hermanos Yates cuando descubrieron las costuras del Jumbo la capital vizcaína y ayer, de forma más dolorosa, cuando la etapa estaba prácticamente resuelta para el sprint de Wout Van Aert. El primer culpable fue Thomas Pidcock con su ataque en el alto de Miracruz, a apenas tres kilómetros de meta. Benoot fue el secante del británico, pero al precio de dejar sus piernas al rojo vivo. El segundo y definitivo, con el aliento al límite y bajo la pancarta del último kilómetro, ha sido Victor Lafay.
El francés, coprotagonista en el alto de Pike ayer al ser el único que aguantó a Pogacar y Vingegaard, ha surgido por la izquierda del grupo con un ataque pleno de fortaleza y de ambición. No es fácil distanciarse de un grupo lanzado en pleno kilómetro final, pero Lafay ha abordado la recta final con una ventaja sorprendente. Ahí los nervios han comenzado a traicionar al Jumbo. Las fuerzas faltaban, las piernas no daban más de sí y Van Aert dudaba a la hora de lanzarse a meta. Arrancar desde muy lejos suponía arrastrar a rivales que le podían sentenciar en meta. Esperar tras sus compañeros evidenciaba el riesgo de no llegar a la altura de Lafay. ¿Qué hacer?
Al final, cuando Van Aert se ha decidido, la etapa viajaba hacia un destino que no visitaba desde hacía 15 años, desde que Sylvain Chavannel logró la última etapa para el equipo Cofidis en el Tour. Bajo el arco de meta, de nuevo los gestos marcaban los sucedido en la etapa. De la euforia de un Lafay que no se creía lo que había logrado a la desesperación en forma de puñetazo al aire de un Van Aert que veía escaparse su primera bala en la edición de 2023. Al igual que sucedió en 1992, cuando Dominique Arnould ganó en la misma meta de la Zurriola sufriendo al límite, San Sebastián premió a un valiente corredor galo que burló la vigilancia de los favoritos.
Mientras, Adam Yates mantiene el maillot amarillo pese a la recolección de segundos de Tadej Pogacar, que ahora está a seis, los mismos que Simon Yates, y aventaja en once a su rival danés. Mikel Landa, Carlos Rodríguez y Pello Bilbao estuvieron en el grupo de cabeza, mientras que en la lista de perjudicados hay que colocar de nuevo a Ben O'Connor, que se dejó 58 segundos, Daniel Felipe Martínez siete minutos y Alaphilippe y Van der Poel dejaron pasar su segunda oportunidad de pelear por el triunfo.
Fue otro brillante colofón a un Tour para el que no hay tregua en Euskadi. La apuesta por etapas nerviosas ha variado por completo el desarrollo de las primeras semanas de la Grande Boucle, donde los rodadores y velocistas son los protagonistas. En las carreteras vascas, son los patrones los que mandan y se divierten en cabeza. Sus equipos, en este caso UAE y Jumbo, controlan los tiempos, deciden el desarrollo y marcan el guión final. Hoy, tras una briosa salida desde Vitoria en busca de la escapada, fueron Powless, Cavagna y Boasson-Hagen los aventureros del día, los que viajaron de Alava a Gipuzkoa y los que se internaron en los mil repechos y curvas del Goierri. Con Powless empeñado en recolectar puntos para el maillot de la montaña, la etapa fue ganando tensión a medida que el recorrido se fue acercando al punto clave de la jornada, la ascensión a Jaizkibel.
En los años ochenta, cuando se creó la Clásica de San Sebastián, Marino Lejarreta encontró el escenario ideal para sacar brillo a sus cualidades. Atacaba en Jaizkibel y después viajaba en solitario hacia San Sebastián. Ganó en tres ocasiones, antes de que el recorrido cambiara el sentido de ascenso y de que el ciclismo moderno haya hecho que las rampas de Jaizkibel ya no hagan la selección de antaño. Aun así, Pogacar y Vingegaard tuvieron en su mano hacer un guiño al pasado, porque se quedaron solos con una veintena de corredores tras ellos. Lo que pudo pasar quedo en el aire por un gesto. La negativa de Vingegaard calmó las aguas pero castigó al Jumbo, que se quedó sin etapa y sin el liderato que mantiene Adam Yates.
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