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J. Gómez Peña
Sábado, 15 de julio 2023, 18:48
No hay mejor combinación que dos campeones sin miedo a perder. Cuerpo a cuerpo. Sin bozal. A mordiscos. Así están corriendo este fantástico Tour que partió desde Bilbao Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar. Su pelea ya es histórica. Los dos clavaron las piernas en el ... asfalto derretido del Joux Plane, un puerto cruel. Y la emprendieron a estacazos como en el cuadro de Goya. Se quedaron solos hasta que apareció uno aún más joven que ellos, el andaluz Carlos Rodríguez. El futuro.
Se sumó al duelo en el descenso. Más estacazos. El Tour enloquecía con este trío enloquecido y suicida en la vertiginosa bajada hacia Morzine. La Grande Boucle descubría el valor del corredor de Almuñecar, de sólo 22 años, serio, ingeniero y ciclista total. Arriesgó en los lazos del descenso. Sin miedo. Y voló en su primer Tour hacia una victoria inolvidable que le coloca tercero en el podio (a 4.43 del líder) y que anuncia su nombre como próximo candidato a todo en esta Grande Boucle que lidera Vingegaard con 10 segundos, uno más que ayer sobre Pogacar. Tras ellos, está ya el que viene, Carlos Rodríguez.
«No me lo creo. No creía que esto fuera posible», repetía el corredor granadino, autor a lo grande del tercer triunfo del pelotón español en este Tour tras los logrados por Pello Bilbao y Ion Izagirre. «Yo sólo quería hacer la mejor etapa posible», decía con el rostro nuevo, recién planchado, como si no viniera de estrujarse en una etapa alpina gigantesca. Tercero en la general, le saca un segundo a Hindley, que no estuvo a su altura. Rodríguez, formado en la cantera impulsada por Alberto Contador y fichado aún en edad juvenil por el Ineos, está destinado a ser el líder del Movistar a partir de la próxima temporada. Su entrenador, el vizcaíno Xabier Artetxe, ha sabido conducirle en voz baja para derrumbar al fin la puerta en la mejor jornada de la mejor carrera. Carlos está hecho para el Tour.
Quedó claro en la decimocuarta etapa. En los Alpes. Cuando el calor picaba como una avispa. Mikel Landa se echó la jornada al hombro. Dura. Con cinco puertos y una caída masiva el inicio que se cargó a Pedrero, Meintjes, Chaves, Silkeldan y Bardet y que obligó a parar casi media hora la carrera. Cuando se reanudó, llegó el ejercicio de voluntad de Landa. Hace tiempo que el alavés parece correr para sus seguidores. Que disfruten los 'landistas'. Lo hicieron durante un buen rato, en los dos primeros puertos serios. Landa se subió a una fuga que parecía un manada de lobos: Woods, Ciccone, Martin, Gorka Izagirre, Aranburu, Poels... Pero, fiel a su destino, eligió el día equivocado para la aventura.
Por detrás, el equipo de Vingegaard, el Jumbo, no les concedió nunca más de un minuto de cordel. El danés corría empeñado en torturar a Pogacar. Ahogarlo. La táctica de la boa frente a la dentellada de la cobra. El 'landismo' estaba a salvo. Tampoco iba a ser la etapa de su mesías. Los que se juegan el Tour se quedaron con todo el espacio en el duro puerto de Ramaz, el penúltimo.
El Jumbo impuso la tortura. La misión era asfixiar a Pogacar. Mojarle la pólvora. Van Baarle apretó cuesta arriba y Van Aert, cuesta abajo. Sin pausa. Querían cocer a fuego rápido al rival esloveno, que seguía ahí junto a Carlos Rodríguez y su inseparable y valioso mejor gregario, Jonathan Castroviejo. El vizcaíno tuvo tarea doble: se quedó atrás para arrastrar a Pidcock, que había perdido la estela de ese vagón en la subida. Era una carnicería impuesta por los guardaespaldas de Vingegaard. Y quedaba lo peor. Lo mejor: la subida al Joux Plane, donde Armstrong peor lo pasó aquel día que con un ataque suicida le asustó Pantani. Territorio para la historia. Para Vingegaard y Pogacar. Y para el que más se les arrima, Carlos Rodríguez.
Pello Bilbao perdió pie ahí. Iba al límite. Aguantó y cuando ya no pudo, evitó reventar. Perdió una plaza. Ahora es octavo. Pero sigue en la lucha por el top-5. No cejará. Delante, Vingegaard y Pogacar se atizaron sin piedad. El esloveno, a 3,7 kilómetros de la cima, se despegó de su sombra. Veinte, treinta metros... No más. Así, duelo al sol, estuvieron dos kilómetros. Hasta que Vingegaard, resistente, le cazó. Y tuvo reprís para cruzar primero la cumbre y arañarle dos segundos de bonificación a su rival. Detrás, Carlos Rodríguez se medía. Es un chico estudioso. De ciencias. Calcula bien. Supo regularse como un veterano. Y aprovechó que el dúo se vigilaba para cogerlos en el descenso. Puro riesgo. Es la cuesta que descubrió al 'Perico' Delgado funambulista. Esta vez, la perla que salía de la concha era un andaluz serio, Carlos Rodríguez.
Se lanzó. A por todas. Quería alejar a Hindley, el tercero en la general. Lo hizo. Descendió en cascada hasta Morzine. Pogacar, ayudado por Adam Yates, y Vingegaard, no trazaron con tanto tino las curvas. Eso le dio a Rodríguez la ventaja con la que se presentó ante el Tour. Con una victoria mayúscula. En Morzine. Pogacar acabó segundo y rascó más bonificaciones que Vingegaard, tercero. El líder danés tiene 10 segundos de margen sobre el esloveno. Ninguno cede. El Tour es de uno de los dos. En la meta, los dos felicitaron al español. Les ha salido un rival de su altura para próximas ediciones.
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