Valverde pierde el podio en los Pirineos

No tenía buena cara en Hautacam el líder de Movistar, con un rostro afilado, con barba de unos días que acentuaban su cansancio, su tristeza, la sensación de que el podio final en París se le ha complicado de una forma importante. Sus pómulos sobresalían y denotaban el desgaste que lleva encima.

Físicamente se le ve al límite. No le quedan muchas reservas a Valverde, al que le sigue sobrando coraje, eso sí. Perdió una batalla importante y lo hizo luchando, dando la cara, tirando de Mollema, Ten Dam, Koning, Bardet y Haimar Zubeldia en los kilómetros de la verdad, con todos el Tour encima, con los Pirineos terminándose.

Cada uno hace su carrera y a Valverde no le quedaba ningún corredor que pudiese echarle una mano. No al menos en los últimos cinco kilómetros y medio de la etapa cuando Thibaut Pinot, que atacó con fiereza, dejó clavado a Valverde. Se le unieron Van Garderen y Péraud.

Se iniciaba el principio del fin para un ciclista al que el cansancio le ha dejado muy tocado, a diferencia de sus rivales, que en el caso de Pinot han ido a más. Les separan diez años y eso es mucho tiempo. Fueron cinco kilómetros interminables en los que Valverde conseguiría no hundirse totalmente, dejando un resquicio por el que poder seguir mirando el podio. No se puede decir que el ataque que lanzó en la bajada del Tourmalet le pasase factura.

Intentó Movistar una de esas jugadas en la carretera que salen de vez en cuando, que te encumbran o te hunden, que te dejan satisfecho con el deber cumplido o se quedan el olvido. Le esperaron, otro día más, Jon Izagirre y Jesús Herrada. No llegaron a tener más de veinte segundos de ventaja.

Han sido demasiados esfuerzos continuados. Alejandro Valverde da la impresión de estar enfermo, muy tocado. No es el Valverde de otras ocasiones y este año no llegó saturado de días de competición al Tour.

Aislado en la general

La Française des Jeux anulaba ese intento, en el que también dio algún relevo Astana hasta que se dieron cuenta que no hacía falta, que era cuestión de metros que todo terminase. Lo que nadie podrá decirle a Valverde es que no se fajó, que no luchó. Esta vacío, roto físicamente y mentalmente. No es fácil ver como se te escapa un podio del Tour y no poder hacer nada por remediarlo.

Pinot, sobre todo, y Péraud, que se pega como una lapa a la rueda más interesante le han amargado el final del Tour. En la meta perdía 49 segundos con Pinot, 47 con Péraud, 44 con Van Garderen.

En la general se queda muy aislado frente a corredores que dan la impresión de estar más enteros que él. Un joven de 24 años, Pinot, y un veterano de 37, Péraud, que tiene una oportunidad única de meterse en el podio se encuentran al acecho. Los tres se juegan mucho.

¿Y Nibali? Qué se puede decir del líder. Lo primero es que sigue batiendo récords. Desde 1974, año en el que Eddy Merckx ganó cuatro etapas, ningún corredor había logrado cuatro triunfos. Ha dejado atrás a Marco Pantani y Felice Gimondi, que en los años en que ganaron el Tour se conformaron con dos etapas. En otras ediciones sí lograron más triunfos parciales.

Las que consiguió Lance Armstrong no cuentan. Astana y Nibali han masacrado la carrera y todavía no ha terminado. Le queda la contrarreloj para dar un recital. Mikel Nieve, que se había metido, como el día anterior, en una escapada que se formó a 132 kilómetros de la meta se había quedado solo en Hautacam después de realizar una gran subida al Tourmalet.

Su desgracia se llamó Nibali. Cuando decidió atacar, a nueve kilómetros y medio de la meta, a Valverde se le fundieron los plomos. ¿Alguien hubiera dicho que Nibali iba a realizar un Tour como el que está haciendo cuando ganó la Vuelta a España? Nadie. El ciclismo, un deporte de estados cambiantes, variables, con muchos condicionantes, le ha dado la oportunidad no ya de ganar, sino de dejar el Tour triturado.

Las diferencias que puede obtener en la general son de otros mundos ciclistas. De hecho hay que remontarse a Jan Ullrich, en 1977, cuando aventajó en 9-09 a Richard Virenque y en 14:03 a Marco Pantani para buscar tiempos superiores a los cinco minutos.

La exhibición de Nibali

En los años 80, Bernard Hinault dejó a Lucien Van Impe a 14:34. Ganó cinco etapas, tres de ellas contrarreloj.

Nibali realizó otra exhibición en las pendientes de Hautacam. Resulta sorprendente comprobar como sin Froome y Contador ha sido Nibali el que ha dejado la prueba a unos niveles de interés deportivo mínimos. No le gusta que le pregunten mucho por esas ausencias. Comentó que tenía un plan para reinventarse en Alpes y Pirineos ante ellos.

«Decir eso es injusto para Valverde, Pinot, Péraud. Para mí todos los mejores están aquí. Yo me preparé para intentar ganar el Tour, para enfrentarme a ellos y les saqué dos minutos en Sheffield. No tengo muy claro que me hubieran recuperado ese tiempo con comodidad en Alpes y Pirineos», explicó.

Sólo está utilizando dos maillots amarillos en la carrera, los que consiguió en Sheffield y en Arenberg. Los lava después de las etapas con agua fría y no se pone otros por pura superstición.

Las dudas sobre lo que hubiese podido pasar con Froome y Contador en carrera permanecerán siempre. Hay una cosa cierta, nadie se esperaba encontrar a un Nibali con un estado de gracia como el que tiene. La carrera ha sido un imposible para todo el mundo.

Haimar Zubeldia consiguió meterse entre los diez mejores de la general, un puesto que tendrá que defender en la contrarreloj de este sábado, en la que sólo va a tener un rival, el francés Pierre Rolland, que con un Giro de Italia en las piernas no parece que llegue muy entero a una crono de 54 kilómetros.