La operación Pogacar ha salido redonda

El Giro, que en la segunda mitad de la década pasada desafió al Tour con victorias consecutivas de Alberto Contador, Vincenzo Nibali, Tom Dumoulin y Chris Froome, había encadenado varias ediciones de perfil más bajo y necesitaba dar un golpe encima de la mesa. Nadie como Pogacar, el gran genio de esta generación de las maravillas, para proporcionar al Giro el impulso que necesitaba para volver a la senda de su propia grandeza.

La corsa rosa la organiza RCS, una de las tres grandes corporaciones que gestionan las mejores carreras del mundo junto a ASO y Flanders Classics. Al frente de RCS está Urbano Cairo, que en las mejores etapas del Giro asomaba por el techo del coche de la dirección de carrera. Antiguo hombre de Berlusconi, es el máximo accionista de la sociedad que, además de carreras ciclistas, posee diarios como el Corriere della Sera y La Gazzetta dello Sport en Italia y otros en otros países como España, donde no solo hace números, sino ejerce influencia. También es presidente del Torino, equipo de la primera división de fútbol italiano. Además del Giro, RCS organiza Milán-San Remo, Giro de Lombardía, Strade Bianche, Tirreno-Adriático... Y también el UAE Tour, en el país cuyo nombre luce en el pecho del maillot de Pogacar. Todo es política y todo es dinero.

ASO, además del Tour, lleva adelante pruebas como la Vuelta a España, París-Niza, Dauphiné, París-Roubaix, Lieja-Bastogne-Lieja, Flecha Valona... El grupo Amaury también publica el diario L'Equipe. Tanto RCS como ASO facturan cerca de 250 millones de euros anuales y obtienen beneficios.

Flanders Classics gestiona el grueso de las grandes clásicas flamencas, con el Tour de Flandes como buque insignia. Tiene también en cartera Omloop Het Nieuwsblad, Gante-Wevelgem, A través de Flandes, Scheldeprijs, Flecha Brabanzona... Además ha adquirido la Amstel Gold Race, que se disputa en Países Bajos.

Este es el ecosistema del ciclismo de primer nivel mundial, donde ninguna decisión es inocente. Que Pogacar haya carecido de rivales en la carretera es un asunto secundario para el organizador, que lo que consigue es añadir en su palmarés al mejor corredor del mundo, el que más audiencias genera, el de mayor tirón mediático y comercial y el que más revaloriza a cualquier marca que se asocie a su imagen.

La apuesta del Giro por atraer a Pogacar tenía la rentabilidad asegurada, pero la actuación del esloveno la ha multiplicado exponencialmente con sus exhibiciones, que han disparado las comparaciones con los más grandes de la historia desde el primer día. Es el primer ganador que se anota seis etapas desde Eddy Merckx en 1973, el único que ha ganado cinco vestido de rosa también desde el 'Caníbal' aquel año. Para buscar a alguien que le supere hay que acudir a Learco Guerra en 1934, que ganó diez. Todo eso va a la cuenta de resultados.

Pogacar ha firmado un Giro soberbio, ha vestido de rosa desde la segunda etapa, lo que le ha dado presencia en el podio todos los días para gozo de patrocinadores y organización. Ha interactuado con el público y los televidentes, ha tenido gestos como regalar bidones a los niños que han perfilado su carácter público, ha corrido para ganar y ha trasmitido alegría y cercanía, valores que no siempre se encuentran en los campeones. La operación Pogacar le ha salido redonda al Giro.