Solo el destino podía derrotar a Pogacar
107º Giro de Italia ·
El esloveno desarma el Giro en pos de un triunfo simbólico en Turín el día del 75 aniversario de la tragedia de Superga, pero Narváez le arrebata la primera maglia rosaSecciones
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107º Giro de Italia ·
El esloveno desarma el Giro en pos de un triunfo simbólico en Turín el día del 75 aniversario de la tragedia de Superga, pero Narváez le arrebata la primera maglia rosaIñaki Izquierdo
Sábado, 4 de mayo 2024, 21:21
Por la mañana, en un hotel de estación, a donde se acude en Turín cuando se quiere escribir en serio, Tadej Pogacar (UAE) se sentó a esbozar la crónica de su victoria de la tarde en la primera etapa del Giro. Un triunfo para conquistar ... Italia. Siempre se conquista Italia desde Turín. El repecho de San Vito (1,4 kilómetros al 8,8%) a tres kilómetros de meta era la garantía perfecta para su primera maglia rosa en su larga macha hacia Roma.
Inspirado por el ambiente que el sábado impregnaba la ciudad y entraba por todas las ventanas por las celebraciondes del 75 aniversario de accidente de Superga que acabó con el Grande Torino, el titular venía dado: 'Solo il fato li vinsi'. Solo el destino les venció. Solo el destino pudo con el que para muchos es aún hoy el mejor equipo de la historia del fútbol y, sin discusión, el más grande de la era previa al nacimiento de la Copa de Europa (1955) junto a 'La Máquina' de River Plate. Solo el destino, la mala suerte, puede derrotar a Pogacar en este Giro, no los demás ciclistas. Emocionada la ciudad con la efeméride, Pogacar salió a la calle con un brazalete negro en memoria de aquellas leyendas. El triunfo tenía que ser redondo, con la cinta negra en su brazo izquierdo cruzando la meta en primer lugar, el que siempre correspondió al viejo equipo turinés. Una foto para los libros.
Solo el destino le podía derrotar, pero apareció desde un lugar tan improbable como El Playón de San Francisco, Ecuador, Jhonatan Narváez (Ineos) y el desenlace no fue redondo. Aguantó con valentía al capo dei capi en el strappo de San Vito y le ganó con claridad en la recta junto al río Po. Con ser importante la victoria, lo más grande fue la forma de levantar los brazos, con una elegancia extraordinaria. Ganar con estilo es un imperativo.
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Pogacar, que corre contra la historia, se llevó un disgusto auténtico. Desarmó el Giro en la primera etapa, dejó el pelotón reducido a una veintena larga de almas en pena en un puertito como el Colle Maddalena y fundió a todo su equipo antes de San Vito. Más que la etapa inaugural de una vuelta de tres semanas parecía una clásica. Con un sentido innato del espectáculo, conocía el valor de ganar ayer, justo ayer, en Turín. No le alcanzó. Narváez logró un triunfo sensacional. Salió el primero a por Pogacar cuando arrancó en el repecho, con una seguridad pasmosa. Los acelerones del esloveno no le hicieron mella y en meta le batió con clase.
La etapa concluía justo al lado del parque Leone Ginzburg, intelectual antifascista ejecutado durante la ocupación nazi y marido de Natalia Ginzburg, gran cronista de Turín. «Nuestra ciudad es melancólica por naturaleza», escibió en su homenaje a Cesare Pavese, muerto en la habitación 346 del hotel Roma, a un paso de la estación Termini. Según ella, «el río fluye con un centelleo verde bajo los grandes puentes de piedra. El cielo está limpio pero no luminoso. Tiene una palidez lechosa. Descubrimos, con profundo estupor, que hasta de nuestra ciudad gris, pesada y nada poética, se podía hacer poesía».
No había leído Pogacar a Natalia Ginzburg y dejó un cabo suelto, el de la poesía, que corrió a cargo de un Narváez que siempre ha sido un corredor salvaje, de fuerza tremenda, forjado en la brutalidad de las clásicas del norte y que ayer sin embargo se preguntó de qué vale la belleza y acertó. Cuando la batalla era inútil, la quiso dar. EnTurín tenía que ganar Pogacar y ganó Narváez. En la ciudad donde Fausto Coppi se arrepintió de ser ciclista por la caída que acabó con la vida de su hermano Serse al trabarse con la vía de un tranvía en un Giro del Piamonte, Pogacar destrozó a todos sus rivales y perdió. Ha empezado el Giro.
Los 140 primeros kilómetros del Giro provocaron algo parecido a una escabechina, con imágenes impropias como ver a Romain Bardet (DSM), segundo en Lieja tras Pogacar hace unos días y aspirante al podio, quedarse en un puerto de nada como el Colle Maddalena, como el segundo espada del Ineos, Thymen Arensman. El francés, aún, se aferró a la carrera y cedió 57 segundos, como Nairo Quintana (Movistar), descolgado en el último repecho. El neerlandés se dejó nada menos que 2:17.Antes de la última subida el pelotón era de poco más de veinte unidades y el UAE había perdido a todos sus hombres, salvo a Majka, que cedió en ese punto. En meta, solo 22 ciclistas llegaron en cabeza, hasta Alexei Lutsenko (Astana), que cerró el grupo principal, a diez segundos. Y hoy espera la subida a Oropa... Los tres primeros sumaron las bonificaciones de meta, diez, seis y cuatro segundos. Schachmann (Bora), que venía escapado, sumó uno más en el Intergiro.
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