Bouwman remata el pase perfecto del renacido Dumoulin en el Giro

La séptima era una de esas etapas que pasan desapercibidas la primera vez que se mira el libro de ruta y que, luego, ya sobre el asfalto, resultan tremendas. Y más si los ciclistas salen desde la costa de Diamante en estampida camino de los Apeninos. Cuando la fuga de Bouwman, Dumoulin, Villella, Camargo, Formolo, Poels y Mollema cruzó el monte Sirino, la velocidad media era de casi 40 kilómetros por hora en un trazado cuesta arriba. Brutal. Faltaban aún 100 kilómetros hasta la meta en repecho de Potenza. Ni un metro plano. Estaba claro que iba a ser una jornada de castigo, sobre todo para el líder, Juanpe López. El lebrijano y su equipo, el Trek, cargaron enseguida con la defensa de la maglia rosa. Tenían por delante a uno de los suyos, a Mollema, una garantía.

Ahí, tras ese loco inicio, la etapa rebajó su ritmo. Se ordenó con los Apeninos como escenario. Entre pueblos aislados y escalonados en las mil colinas de esta verde región. Los escapados, por una parte, y el pelotón, por otra. Delante, Dumoulin y sus colegas de fuga se toparon con el Monte Grande di Viggiano. De segunda categoría. ¿Seguro? En realidad era una pared de casi 7 kilómetros al 9,1% de media. Así las gasta el Giro. Eso sí, recién asfaltado. Detrás, el Ineos de Carapaz agarró el volante. La escuadra británica metió una marcha más y redujo la diferencia. La maglia rosa de Juanpe estaba a buen recaudo. Su equipo, el Trek, ya pensaba en ganar en Potenza con Mollema.

La etapa había puesto un cuchillo en el cuello a todos. Sin pausa. Al último puerto, la Sellata, le tocó establecer el orden entre los escapados. Esta cuesta es un ovillo de asfalto en pleno bosque. Aire fresco. Cuatro respiraron a gusto: el italiano Formolo y los neerlandeses, Bouwman, Mollema y Dumoulin, que tras perderlo todo en el Etna renacía en los Apeninos como gregario de Bouwman, más joven, con más pegada. Dumoulin se entregó a su nuevo oficio y no dejó que nadie se le escapara. Aguantó como pudo y cuando no pudo se empeñó en enlazar para continuar con su sacrificio. Con lo que le quedaba en un depósito casi vacío lanzó a Bouwman en el muro de 300 metros que subía hasta la pancarta. Bouwman, que sólo había ganado una etapa en el Dauphiné, se reveló allí con un gran rematador y justificó la táctica del Jumbo. Ni Mollema ni Formolo se le arrimaron. Bouwman y Dumoulin, que miraba desde atrás, levantaron a la vez los brazos. Pase y gol.

A tres minutos apareció el pelotón, reducido y cansado por la exigencia de los Apeninos. Juanpe López se agarra a la maglia rosa. Su tesoro. En la breve subida final, Mikel Landa se colocó en cabeza. No quiere descuidos, ni perder nada antes de que el domingo, en el Blockhaus, pueda empezar a ganar un puesto en el podio de este Giro.