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j. gómez peña
Martes, 24 de mayo 2022, 18:27
Mikel Landa se hizo ciclista para ser valiente. Más que los campeones, le inspiraban los atrevidos. Se fijaba en Iban Mayo, el vizcaíno indómito que le atizaba a Armstrong. O en el Pirata, en Pantani, verdugo de Induráin en una etapa como que como la ... de hoy ha pisado el Mortirolo y el Valico de Santa Cristina antes de acabar en Áprica. En esa meta dejó el alavés la marca de sus colmillos en 2015. Clavó con una estaca su nombre como vencedor de etapa y como futuro aspirante al Giro. Caídas, enfermedades y una buena dosis de infortunio convirtieron en cristal roto aquel pronóstico. Pero Landa, valiente por vocación, ha insistido. Sabe que su oficio es cuesta arriba. Y al fin, de nuevo en Áprica, ha recuperado su tamaño.
Suyo fue el ataque que deshizo el nudo. Sólo el líder, Carapaz, y Hindley ocuparon ese escalón en el Valico. A unos metros, Almeida, se retorcía para defender su tercer cajón en el podio. Lo hizo. Hindley -que cogió 4 segundos de bonificación-, Carapaz y Landa apenas le quitaron 14 segundos. Eso sí, el alavés le ha tomado el pulso al Giro. Para volver al podio tendrá que rematar a Almeida. Y si sueña con ganarlo, tiene que tumbar a dos rivales que parecen de granito, Carapaz y Hindley. El ecuatoriano es el líder con sólo 3 segundos sobre el australiano. Tercero es Almeida, a 44. Cuarto es Landa, a 59 segundos de la maglia rosa y a 15 del podio. Los cuatro ya están solos en la 'corsa rosa'. «Me ha faltado un punto para soltar a Carapaz y Hindley... Bueno, queda Giro», se animó el alavés en Aprica, donde un minuto antes había levantado los brazos el más resistente de la fuga, el checho Jan Hirt.
En la salida desde Saló, antigua capital de la Italia fascista que aún hoy se niega a retirarle a Mussolini la condición de ciudadano de honor, resonaban las frases del último día de descanso. «Me he preparado para la montaña. Estoy tranquilo», dijo el líder, Carapaz. «No he venido al Giro para ponerle calcetines a un ciempiés», avisó el segundo de general, Hindley, con una expresión anglosajona que deja claro que quiere aprovechar su ocasión. «Siempre he soñado con el Giro. Es una gran oportunidad», advirtió Landa. Así, con todo por resolver, arrancó la etapa del Mortirolo y el Valico de Santa Cristina. Ecos de grandes batallas. Hasta el tramo neutralizado era en subida. Advertidos quedaban todos.
El equipo de Hindley colocó en la fuga a Kelderman y a Kamna. Buena jugada. Landa metió a Poels. Y Almedia, en otro día a la defensiva, envió a Formolo. En ese grupo estaban además Valverde, Hirt, Martin, Arensman y, entre otros, Simon Yates y Ciccone que cruzó primero por la cima del largo Goletto di Cadino. De pasar revista a la escapada se encargó luego la ladera menos cruel del Mortirolo. Valverde, con 42 años, seguía ahí, con Poels, Kamna, Hirt, Arensman y Bouwman. Detrás tiraba el Astana de Nibali, el siciliano que afinaba sus cuerdas para el vértigo del descenso. La bajada sonó a frenos de disco. A quemado. A miedo. A tragar saliva. Pero sólo Pozzovivo lo pagó con una caída por culpa de su freno hidráulico.
Con el Mortirolo a la espalda, el Giro tiró hacia el puerto que no existe, Teglio. No figura como montaña, sino como meta volante. Pero tiene 5 kilómetros a casi el 10%. Un muro. Las cosas del Giro. Daba miedo mirar alguna rampa. Landa se notó en su casa. Puso al Bahrain a tirar. La cámara captó su mirada determinada bajo el remolino del helicóptero. Ya sólo faltaba el Valico, de dureza progresiva mientras se estrecha la carretera. El 'landismo' rezaba. De rodillas. Esperaba ver al alavés agarrado abajo del manillar. A lo Pantani. Pero antes tuvo su habitual ración de escalofrío. Landa tocó la rueda trasera de Pello Bilbao en plena subida. El vizcaíno cayó. El alavés, casi. Manos a la cabeza. Suturaron enseguida el corte y volvieron a coger el mando. Comunión en el Bahrain.
La subida final y la fatiga por la tremenda etapa apagaban las miradas. Landa reclamó la luz. Aceleró y bebió. Como siempre. Pozzovivo ya no estaba. Nibali no resistió ese golpe. Y Almeida, que no se rinde, se agarraba a su sufrimiento extremo mientras, con las pestañas cargadas de sudor, veía cómo Landa se llevaba a Hindley y Caparaz. «Éramos los tres más fuertes», constató el líder ecuatoriano. Pero coronaron con una docena de segundos sobre Almeida y apenas ampliaron esa renta en el mojado y escalofriante descenso camino de Áprica, donde Hirt hizo valer sobre Arensman la ventaja que le había sacado en el Valico. «Este Giro está muy reñido», declaró Carapaz, vestido de rosa. Viene otra etapa de alta montaña, entra en juego la capacidad de recuperación y ya sólo quedan cuatro candidatos: Landa, los dos que estuvieron a su altura y el que nunca se hunde.
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