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«Cuando llevas muchas horas sin dormir es normal sufrir alucinaciones y puedes ir por un lugar sin nadie alrededor y ver de repente a una persona a lo lejos cortando un árbol; luego te acercabas y no había nadie. También veía piedras que me parecían peces y otras blancas que en mi cerebro eran nieve». La cabeza juega malas pasadas y más si, como ocurre con Juan Carlos Escolar, llevas más de 60 horas en una carrera de ultraciclismo y, durante ese tiempo, solo has dormido 90 minutos. Ahora bien, vale la pena si, como le pasó al riojano, ese esfuerzo le sirve para llegar el primero en La Gravel del Fuego, una prueba ciclista de más de 1.000 kilómetros por los paisajes más impresionantes de Chile.
Peky, como se le conoce a este logroñés, tiene 41 años. Lo que hace sobre la bicicleta está al alcance solo de unos pocos y más sabiendo que su relación con el deporte de nivel arrancó a los 30. «Hasta esa edad jugaba las típicas pachanguitas de fútbol, fumaba un paquete de tabaco diario y los fines de semana salía de fiesta», recuerda. Sin embargo, cuando alcanzó la treintena algo hizo 'click' en su cabeza. «Dejé de fumar y me compré una pantaloneta de correr porque cada vez que jugaba al fútbol se me abrían los pulmones y no me apetecía fumar», relata.
Así, cada vez que las ganas de echarse un cigarrillo aparecían en su cerebro, se iba a correr. «La primera semana, 3 kilómetros; la segunda, 5; la tercera, 15 y así hasta que en un año corrí la Transvulcania (casi 75 kilómetros)», rememora. Cambió un vicio insano, el de fumar, por uno sano, el del deporte. Y descubrió un mundo nuevo.
Corrió numerosas pruebas alrededor del mundo, bastantes de ellas en Latinoamérica, pero una lesión de espalda le hizo parar. «Estuve dos años sin poder hacer deporte», lamenta. Una mala noticia convertida en oportunidad. Oportunidad de descubrir el ciclismo. «Vi que en la bici la espalda no me dolía y empecé a cogerla en 2020», expone. Y el crecimiento fue similar al que había experimentado con las carreras. Primero 200 kilómetros, luego 300 y así hasta llegar en un tiempo récord a competir sobre más de un millar de kilómetros. «Todo el mundo me decía que estaba loco», reconoce el logroñés, residente en Chile en la actualidad.
Así, este año decidió apuntarse a La Gravel del Fuego, que arrancó el 13 de abril, y en ella ha vivido «uno de los viajes más bonitos» de su vida. Las cifras de la prueba asustarían a la mayor parte de los mortales; a él no. Más de 1.000 kilómetros, 700 de ellos de montaña, más de 8.000 metros de desnivel y seis días y medio, como máximo, para completar todo el recorrido. A él le sobraron casi cuatro. «Para que te hagas una idea de la magnitud, haría el Camino de Santiago en menos de 48 horas», apunta el riojano.
Ya el recorrido asusta, pero además este tipo de carreras tienen otro punto que las hace más complicadas si cabe: el corredor tiene que gestionarse todo, es decir, decide cuánto y dónde duerme o si tiene que parar a comprar algo de comida. No puede recibir ayuda externa y la bicicleta pesa en torno a 15 o 17 kilos con todo el equipamiento. «Hay que tener en cuenta que allí hay muy poca gente y tienes que estar muy concentrado, pues si, por ejemplo, te pasas un punto de hidratación puedes pasarlo muy mal», asegura Peky.
Es más, hay un momento en el que el participante tiene que coger un ferry para pasar a la Tierra del Fuego. «Mi mayor rival cogió el de las diez de la mañana y yo no llegué; vi cómo se marchaba el ferry y tuve que esperar una hora para el siguiente, que además tardó media hora más en repostar», cuenta. Ese punto se encuentra en torno al kilómetro 500 y fue ahí cuando Escolar durmió los primeros 45 minutos, justo después de una caída. «Me entraron los fantasmas pensando en que me tenía que retirar», admite.
No se retiró, pero marchaba segundo. Aun así, decidió dormir otra media hora en el kilómetro 700. «Sabía que mi rival en algún momento tenía que parar», expone. Y lo hizo, durmiendo tres horas que el riojano aprovechó para superarle. Desde ese momento ya solo descansaría un cuarto de hora más. «Tirado en la carretera y con unos pingüinos de fondo», apostilla. Le quedaba solo la parte final en la que tuvo que apretar al máximo puesto que su oponente iba recortándole distancias. Al final, invirtió 65 horas y dos minutos (54 de ellas sobre la bicicleta) en completar la carrera, dos horas menos que el segundo en la tabla.
Además de la victoria, el logroñés se lleva la experiencia. «Te trasladas a otro planeta», certifica. «Al principio tienes La Pampa, todo plano, guanacos, pumas... Y más al sur tienes los glaciares, unos bosques rojos impresionantes...», enumera. Unos paisajes del que no pudo disfrutar del todo, puesto que por muchos de ellos transitó de noche. «Sin luz disfrutas de otras cosas: escuchaba los sonidos, el mar, el aire, los pingüinos de fondo. Descubres los lugares de otro modo», se congratula. Y, cuando necesita motivarse, la música es su aliada, en concreto «música épica, tipo Braveheart o Gladiator». Y todo ello con una temperatura que rondaba entre los dos y los cinco grados. «Tuvimos suerte porque la semana anterior estaba todo nevado», se alegra.
Ganar La Gravel del Fuego es un paso adelante en la 'locura' de este riojano por el deporte. El siguiente, si el trabajo y la vida personal se lo permiten, será, en agosto, la Transibérica: 2.700 kilómetros que arrancarán en Italia (con subida al Stelvio incluida), que pasarán por Suiza, Francia y que acabarán en Bilbao, previo paso por La Rioja. El vicio del ultraciclismo sigue muy presente en sus venas.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
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