Rodando por las riberas del Iregua, el Ebro y el Leza

En el aspecto puramente estético, esta ruta entre las cuencas bajas del Iregua y el Leza, con paso intermedio por las riberas del Ebro en Varea, tiene como mejores alicientes el tránsito por las orillas de los tres ríos. No hay grandes paisajes en esta comarca dominada por cultivos de huerta y secano y grandes infraestructuras que atraviesan el valle (autopista, carretera N-232, aeropuerto, tendidos eléctricos, polígonos….), pero sí nos podemos encontrar vistosos rincones en los que poder detenernos para descansar o tomar unas fotografías. Se puede poner como ejemplo el paso del río Leza (kilómetro 22) poco antes de llegar a Murillo procedentes de Agoncillo. El cauce, que discurre aquí entre buenas arboledas pegado a unos cerros de arcilla, se puede cruzar fácilmente sin desmontar de la bici en los meses del estío, pero si baja crecido será necesario descabalgar y aprovechar unos pivotes de hormigón para pasar a la otra orilla.

Otro punto interesante es el parque del Iregua y, desviándonos un poco del recorrido principal, podemos acercarnos también hasta el mismo borde del Ebro y situarnos bajo el nuevo puente que une las riberas riojana y navarra entre Varea y Recajo. El Iregua y sus choperas volverán a ser protagonistas al final, entre Alberite y Logroño. Y en la vertiente urbana, también merece una paradita Murillo de Río Leza, con un caserío en el que destaca la monumental torre de su iglesia de San Esteban. En su entorno hay bares en los que se pueden reponer fuerzas. Y si no se conoce, no está demás visitar también la hornacina de Nuestra Señora de Dorleta, patrona de los ciclistas, situada sobre una de las curvas de la carretera que asciende desde Murillo. La imagen fue donada por la Sociedad Ciclista Loyola en el ya lejano año de 1978 y, según reza en la placa que la acompaña, «protege al ciclismo riojano». De modo que, si pasamos por el lugar, será inevitable rendirle honores para gozar de sus parabienes.

Después de este momento, la ruta corona el cerro para abrise a un llano tremendo que cierran los montes del Leza y Clavijo al sur. Es el tramo más abierto de la etapa en el que se puede rodar al ritmo que uno guste más durante una decena de kilómetros. Eso si, como decíamos al principio, no hay mucho viento, porque los caminos discurren en esta parte completamente abiertos hasta llegar a Alberite, en donde el ciclista puede ir relajándose antes de completar la ruta y cerrar el círculo en Logroño.

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