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La llanura fluvial del Ebro en La Rioja es una tierra perfecta para rodar en bicicleta, un terreno plagado de buenos e interminables caminos dibujados entre choperas, fincas de hortalizas y frutales que se asoman de vez en cuando al gran río ibérico ... para ofrecernos bonitas estampas de su cauce. En los espacios donde todavía no ha sido encajonado por defensas y mazones, el río se desparrama en meandros de una vegetación exuberante de álamos, sauces y alisos y no resulta difícil avistar garzas y ánades merodeando por remansos y troncos varados por las orillas.
Sin dudarlo, el paseo por ribera del Ebro es el gran atractivo de la ruta que proponemos hoy en este espacio con salida y llegada en Pradejón, que salta también a la vega del Cidacos desde Calahorra para remontar por su vía verde entre huertas y cultivos mediterráneos de viña, olivo y cereal y concluye por el entorno semidesértico de La Maja en el retorno a la localidad pradejonera.
El recorrido, de 43 kilómetros y 240 metros de desnivel, resulta en todo momento llevadero. Discurre siempre por caminos en buen estado, algunos asfaltados, o sendas amplias y acondicionadas, como es el caso de la Vía Verde del Cidacos. Es, en definitiva, una ruta para disfrutar rodando o para rodar disfrutando del entorno, como se prefiera. Calahorra, cuyo casco antiguo y parque del Cidacos se atraviesa en el ecuador de la etapa, es un buen punto para detenerse, repostar y acercarse a echar un vistazo a su catedral, sin desviarse apenas del trayecto. Y si se prefiere estirar la jornada se puede visitar la ciudad y probar sus excelentes verduras en algunos de sus restaurantes.
Tampoco andan nada mal de hortalizas y verduras en Pradejón, aunque las principales referencias alimentarias y gastronómicas de la localidad son los champiñones y las setas, hasta el punto de que se ha convertido en el principal productor nacional del sector. Nuestras andadura ciclista comienza por la parte alta del municipio, siguiendo el que en el pueblo llaman el Camino del Regadío, que nos desposita tras 5,5 kilómetros de bajada en la misma orilla del Ebro, junto a una minicentral hidráulica. Desde este punto hasta enlazar con la desembocadura del Cidacos median casi 15 kilómetros de caminos que siguen el cauce del río, casi todos parte del sendero GR-99 Camino Natural del Ebro, que recorre esta gran arteria fluvial de principio a fin. El tramo es para pasearlo con calma, deteniéndose de vez en cuando para admirar con calma los bosques fluviales que jalonan algunas partes del río. El recorrido se interna a ratos también entre choperas cultivadas y se solapa en algunos trozos con algunos de los Senderos de la Verdura, creados por el Ayuntamiento de Calahorra para que calagurritanos y foráneos conozcan el origen de su producto más fetén.
Llegados al cauce del Cidacos, la ruta vira hacia el sur para buscar el casco urbano de la ciudad bimilenaria, bien visible en lo alto de un cerro que domina las vegas próximas. Tras pasar junto a su depuradura y atravesar la vía por un paso subterráneo, Calahorra se presenta enseguida. El acceso se realiza por el convento de San José y enseguida se cruza el barrio del Arrábal para enlazar con el parque del Cidacos, situado justo a los pies de la catedral, a la que podemos subir sin demorarnos demasiado. La ruta sigue todavía por el parque durante un rato hasta que enlazamos con la Vía Verde tras remontar una cuesta asfaltada. El paisaje ya no tiene nada que ver con las feraces tierras del Ebro. Junto al cauce Cidacos del río prosperan huertas y casitas de recreo, pero en los márgenes surgen las primeras elevaciones, con la Sierra de los Agudos y los cerros de Raposeras y sus molinos de viento. La Vía Verde remonta el valle en dirección a Autol, pero a los 6 kilómetros de Calahorra hay que desviarse de nuevo para coger otro camino que nos devolverá a Pradejón.
Entre viñas y olivos atravesamos las carreteras comarcales LR-282 y LR-134 para adentrarnos en los términos de La Maja y Majillonda, una planicie semidesértica flanqueada por cerros de arcillas rojas y surcada por yasas (pequeños cauces por donde desaguan los valles de la zona, casi siempre sin agua o empantanada entre carrizales y tambarices). Conejos y alguna liebre campan a sus anchas por estos secarrales de tomillos, almendros y cereal que contrastan con las pródigas tierras del Ebro que hemos atravesado hace tan solo un puñado de kilómetros. Eso sí, los caminos siguen en tan buen estado como al principio.
El último tramo del trayecto empieza tras cruzar la N-232 siguiendo el cauce de una yasa que pasa bajo la carretera. La calidad del camino empeora algo, pero sigue perfectamente ciclable. Enseguida atravesamos la yasa entre tambarices y cogemos un camino que lleva hasta los corrales de Cabezo Royo. Ya solo restan 3 kilómetros hasta Pradejón, que se salvan enseguida siguiendo otro amplio camino que nos interna en el pueblo por su polígono industrial del Salegón. Si aún quedan tiempo y ganas, siempre se puede visitar alguna explotación de champiñón o seta. Fungiturismo, entidad creada para la promoción de los cultivos, organiza visitas para los turistas.
Distancia: 43 kilómetros
Desnivel acumulado: 240 metros
Avituallamiento: Calahorra, en el kilómetro 23, es el punto más adecuado para reponer agua o tomar un refrigerio
Principales atractivos: La estampas ribereñas del Ebro, con el cauce rodeado de choperas, las fincas de hortalizas y verdura y las vistas hacia la ribera navarra en la zona de Resa; convento de San José y catedral de Calahorra y el entorno semiárido de La Maja y Raposeras
Nivel de dificultad: Moderado. Ruta muy rodadora, sin dificultades técnicas, aunque la distancia requiere un mínimo de fondo físico para afrontarla
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