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La laguna de La Nava, en el término de Lumbreras, en pleno Parque Natural de Cebollera, es uno de esos puntos de la sierra camerana cuyo valor paisajístico justifica por si mismo una visita. No es un escenario natural grandioso, sino ... más bien recogido y bien delimitado; no es abrupto ni abigarrado, sino sereno y de pendientes suaves, un enclave donde la naturaleza ha situado pinares, praderas y agua en una equilibrada composición que sorprende y deleita al excursionista cuando se asoma a este pequeño tesoro procedente del sendero de la Vía Romana del Iregua, que lo atraviesa. La lagunita, un espejo con una superficie que puede rondar la de un campo de fútbol, se forma procedente de las aguas del deshielo y las lluvias y suele desaparecer en verano por la falta de precipitaciones. Es por ello que las épocas recomendadas para visitarla son el final del otoño, el invierno y el inicio de la primavera.
Tan singular entorno suele ser destino de excursiones a pie, pero también se puede alcanzar en bicicleta de montaña a través de la Vía Romana, ya sea desde Villoslada o desde Lumbreras, las dos localidades más cercanas. La ruta en BTT que sugerimos hoy aquí tiene principio y fin en El Rasillo de Cameros para configurar un recorrido de 37 kilómetros y unos 600 metros de desnivel acumulado, cuyo principal aliciente es la mentada lagunita y su perímetro de prados y pinares, aunque la excursión proporciona también otros incentivos paisajísticos y culturales como el tránsito por espacios boscosos magníficamente conservados, el paso por las encantadoras localidades de Villoslada y Ortigosa además de recalar en la presa y circular por las orillas del embalse González Lacasa.
Para quien no conozca esta zona del Alto Iregua, la ruta reúne suficientes alicientes para no sentirse defraudado a lo largo de un itinerario en el que predomina el pedaleo por caminos en buen estado, con algún tramito de carretera y también de sendero. En este último caso, merece una mención especial un trecho de la Vía Romana, corto pero complicado, que sale poco después de Villoslada para adentrarse en el bosque durante 2,5 kilómetros hasta llegar a La Nava. En su primer tramo la senda avanza en subida envuelta en el bosque, entre pinos de buen porte, con algún tramo rocoso en el que habrá que descabalgar. Ya arriba, a 1.200 metros de altitud, el sendero discurre en llano por parajes de gran belleza antes de iniciar un suave descenso hacia La Nava en el que habrá que sortear alguna que otra roca. Llegamos así a nuestro destino, situado en un llano a unos 1.150 metros de altitud en el que destaca la balsa entre prados y bosques que ascienden en suave pendiente por sus laterales.
La Nava es nuestro objetivo, pero el camino de ida y de vuelta hasta alcanzarla es también parte de una excursión que propone rodar a un ritmo llevadero por la pista que une Ortigosa y Villoslada, siempre entre el bosque, con recodos magníficos que forman algunos arroyos, y balcones que se asoman a ratos entre los árboles para divisar panorámicas de postal. Un par de sugerencias: detenerse en el kilómetro 6 de la ruta, junto a un pequeño claro en el robledal y echar un vistazo a toda la hoya del embalse González Lacasa; y segundo, desmontar en el kilómetro 12 en una curva cerrada que se abre a un mirador para proyectar nuestra vista sobre el valle de Villoslada y su horizonte de montañas que cierran al sur los Cameros y la autonomía riojana.
La localidad villosladense, puerta de entrada al Parque Natural de Cebollera, se alcanza poco después a través de otro tramito de la Vía Romana del Iregua, algo pedregoso primero, pero perfectamente ciclable después. Con un casco urbano bien conservado, de casonas de piedra y angostas calles empedradas, la localidad merece una visita. Inolvidable resulta la estampa que ofrece desde el puente que salva el Iregua, junto al cual se abre la plaza de la localidad y dos bares en el que se pueden reponer fuerzas.
Ya en el retorno a casa procedentes de La Nava, se vuelve a tocar Villoslada, pero el itinerario no se adentra en su casco urbano sino que sigue carretera abajo para buscar la entrada del camino del canal que lleva el agua al embalse González Lacasa. Abierta la portilla del inicio, comienza aquí otro segmento de la ruta que se prolonga durante 10 kilómetros hasta la misma presa del embalse. El tramo es completamente llano y discurre igualmente entre árboles sin que haya que prestar más atención que a alguna rodada de algún vehículo forestal, a algún charco o a residuos de broza procedente de los árboles. Hay también claros en los que poder detenerse para contemplar el valle del Iregua y ya casi al final merece la pena apearse en otro mirador natural para divisar la presa en toda su extensión con las montañas que lo rodean.
El muro de hormigón que sujeta las aguas que vierten estos montes se alcanza poco después. El enclave es otra buena elección para detenerse y tomar unas fotografías antes de proseguir por la carretera que bordea el pantano hasta completar la ruta en El Rasillo de Cameros, que despliega su caserío al sol a los pies de los inmensos pinares que remontan por la montaña de la Agenzana. El aficionado a la bicicleta de montaña que desee conocer con más detenimiento esta zona dispone en el pueblo de una abundante oferta de alojamientos rurales en los que poder pernoctar antes de afrontar una nueva etapa.
Distancia: 37 kilómetros
Desnivel: 636 metros
Tiempo estimado: Entre 2 horas y media y 3 horas y media
Avituallamiento: Se puede repostar en Villoslada de Cameros (kilómetro 16 de la ruta). En la localidad hay un par de bares donde se puede almorzar o tomar un refrigerio.
Principales atractivos: La laguna de La Nava y su entorno, el sendero de la Vía Romana entre Villoslada y La Nava, los espacios boscosos que se atraviesan y las localidades de El Rasillo, Ortigosa y Villoslada.
Nivel de dificultad: Moderado-alto. La ruta discurre mayoritariamente por caminos y algún trozo de carretera aunque el tramo de sendero de la Vía Romana entre Villoslada y La Nava es complicado, con un par de zonas de piedra solo aptas para profesionales de la bici de montaña en las que el común de los mortales tendrán que descabalgar para atravesarlas andando.
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