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Descender el valle del río Urbión en bicicleta de montaña siguiendo el sendero que lo recorre este agreste territorio es un reto para muchos buenos aficionados a la bicicleta de montaña de La Rioja. Otros lo recorren un año sí y otro también en ... busca de sensaciones y paisajes de alta y media montaña que no se pueden disfrutar en ninguna otra parte de la geografía riojana. Si a la excursión por estas latitudes se une además un itinerario por los Cameros riojanos y sorianos más boscosos y el tránsito por las escabrosas tierras de la Sierra en Castejón, el resultado es una ruta montañera descomunal, de enorme exigencia física, técnica y mental, pero también inigualable por las estampas que ofrece de las sierras más apartadas de la región y la posibilidad de sentirse plenamente inmerso en espacios naturales poco alterados por la presencia humana.
Con salida y llegada en El Rasillo de Cameros, el recorrido por estos altos valles ibéricos no es cosa de unas horas, ni siquiera de una mañana. Es más bien una ruta de jornada completa para poder degustar mejor la riqueza que atesoran estas tierras, buscando también un ritmo que nos permita aguantar la 'pechada' de kilómetros y ascensiones necesarias para poder cerrar el círculo en la localidad de partida . Al acabar será inevitable sentirse víctima del agotamiento tras haber pedaleado durante 98 kilómetros y haber acumulado más de 2.500 metros de desnivel en un recorrido que deja un sabor a épica ciclista.
La distancia y las cuestas son argumentos suficientes para explicar la dureza de esta marcha, pero no los únicos: en muchos tramos se circula sobre terreno rocoso, sobre piedra suelta o se afrontan peraltes peligrosos que hay que resolver con pericia o simplemente bajándose de la bicicleta.
Las características que reúne la ruta aconsejan también hacerla en compañía de colegas de bicicleta para aminorar riesgos en caso de sufrir algún percance en alguno de los muchos parajes aislados que se atraviesan. De hecho, la excursión que ha dado lugar a estas líneas la integramos seis ciclistas, cada cual con sus cualidades, pero todos con una buena base física y técnica para poder cumplir con la etapa. La compañía o la grupeta, como se suele decir en el argot ciclista, siempre es un aliciente más para disfrutar de jornadas como la que traemos hoy a este espacio.
La diversión empieza desde el mismo inicio de la travesía en El Rasillo de Cameros, a 1.100 metros de altitud y con unas vistas magníficas sobre el embalse González Lacasa y un entorno boscoso por el no tardaremos en transitar. Desde la coqueta localidad camerana se sale por su parte alta buscando la ermita de San Mamés y siguiendo el camino que nos llevará hasta el barranco de Rioseco. Una nave ganadera marca aquí el inicio de un sendero pedregoso que desciende entre encinas hasta el puente peatonal de las cuevas de Ortigosa. A la altura de la localidad un mirador nos brinda una soberbia postal del casco urbano colgado entre los riscos de los barrancos del Albercos y Rioseco.
De Ortigosa se pasa a la aldea de Peñaloscintos por una estrecha carretera de montaña, entre robles de buen porte que serán ya estampa habitual hasta Villoslada de Cameros. A este último municipio, puerta de entrada al Parque Natural de Cebollera, se llega pedaleando entre un tupido rebollar, primero siguiendo el irregular trazado del sendero de la Vía Romana del Iregua, y luego circulando por el camino llano que oculta el canal que lleva las aguas del río hasta el pantano González Lacasa.
En Villoslada culmina esta primera fase del recorrido, que nos lleva ahora por la umbría carretera que remonta el valle del Río Mayor. La ruta se interna en territorio soriano y poco antes de alcanzar la localidad de Montenegro de Cameros, se desvía a la izquierda para tomar una pista y afrontar la primera gran subida de la etapa. De 17 kilómetros de longitud en los que se salva un desnivel de 600 metros, la subida hasta el puerto de Santa Inés es perfectamente equiparable a la ascensión de puerto de montaña de las grandes rondas ciclistas, aunque en este caso no es asfalto sino camino.
La prolongada ascensión obliga a regular fuerzas, aunque también tiene sus descansillos y pequeñas bajadas para recuperar el aliento. El paisaje al frente es siempre boscoso, de hayas y pinos hasta donde alcanza la vista, y ya arriba asoman los salientes rocosos de Peña Negra. El camino bordea la montaña hasta llegar a las alturas del puerto de Santa Inés, a 1.750 metros de altitud. La subida puede haber agotado nuestra reserva líquida, que podemos reponer en la Fuente de la Miel, un kilómetro carretera abajo del puerto, en su vertiente norte.
Tras el receso, toca de nuevo subir para alcanzar el punto cimero de la ruta, a casi 1.900 metros de altitud, en el llamado Alto de los Tres Mojones. El ascenso se realiza por un camino con el firme suelto y algo roto y alguna rampa que nos invita a que descabalguemos. Ya arriba, el panorama de montañas es inmenso, con el macizo del Urbión al frente como relieve más destacado. Ciclando por todo el cordal, siguiendo el camino que parece dibujar el límite provincial entre Soria y Burgos, se llega a la entrada del valle de Urbión a la altura de Hoyo Bellido, no muy lejos de Fuente Pedorra, un nombre que nos persuade de beber de sus aguas.
Ya asomados sobre el valle del Urbión, raspando los 1.800 metros de altitud y con la prominente mola rocosa de su pico a nuestra izquierda, se inicia el descenso por un praderío de montaña en el que apenas se distinguen las rodadas de algún vehículo todoterreno. La caída al fondo del valle resulta trepidante por un territorio casi salvaje de prados y roquedos que inyecta en el ciclista puro extasis. En el último tramo conviene fijarse bien para coger la trazada correcta en una zona donde no hay senderos marcados. Ya abajo, cruzamos el arroyo de Fuentedorra, tributario del río Urbión, que no se tarda en alcanzar pedaleando entre pastizales encajonados entre laderas descomunales. El terreno en la confluencia de estos dos valles es escarpado, con bastante piedra, e intrincado por el matorral, pero finalmente se llega al sendero que baja desde el Urbión hasta la carretera de las Viniegras.
Bien encauzados en el sendero, sin posibilidad de pérdida, solo resta dejarnos llevar durante diez increíbles kilómetros hasta el final del valle, acompañados siempre por un arroyo pristino al que no le falta agua en ninguna época del año. Más roto y técnico al principio, con pequeños escarpes rocosos, subiditas, puentes rudimentarios y algún peralte peligroso que afloran a nuestro paso, el sendero gana velocidad en sus últimos cuatro kilómetros para estamparnos finalmente una gran sonrisa en el rostro al terminar el descenso en la carretera, en la zona conocida como Ambos Ríos. En la bajada, hacia la mitad del trayecto, nos sorprenderá la presencia de una vieja tenada o cobertizo de ganado habitada por el ermitaño Sergio 'Águila Solitaria', siempre atento al paso de caminantes o ciclistas, con quienes no duda en conversar si tiene un rato. A quien suscribe estas líneas le dedicó unas líneas de la canción de Sabina 'Pongamos que hablo de Madrid', adaptada a su experiencia en el valle del Urbión. Todo un personaje.
El trayecto entre la salida de este alto valle Ibérico y Viniegra de Abajo se cubre rápidamente en carretera y cuesta abajo. Aunque pequeña, la localidad goza de una oferta suficiente de bares y establecimientos de hostelería en donde quedarse a comer para reponer 'combustible' después de haber cubierto ya 65 kilómetros de travesía por la alta montaña riojana y soriana. Otra opción es ir a Ventrosa o la Venta de Goyo, aunque los alejaríamos algo de la ruta prevista y que se describe en este espacio.
Conviene dejar reposar la comida un rato antes de retomar la marcha, porque lo que viene a continuación es el segundo 'gran puerto' de la jornada la subida desde Viniegra hasta las alturas de la Sierra de Castejón, a 1.800 metros de altitud. Dicho de otro modo, en un tramo de 14 kilómetros de longitud se salva un desnivel de 900 metros, casi todos ascendiendo por una pista que sigue el trazado de algunas ediciones de la BTT Ruta del Zorro, que organiza el club El Ripio, de Ventrosa, y que dicho sea de paso, se celebra este mismo fin de semana.
La ascensión requiere armarse de paciencia y marcar un ritmo llevadero para aguantar el prolongado esfuerzo de la subida, en la que se obtienen grandes vistas sobre el valle del río Urbión y las montañas de las Viniegras. Ya arriba se abandona la pista para adentrarnos por senderos y algún pastizal de montaña situados en la base de la mole del monte Cuervo (1.882 metros).
Con un buen panorama a nuestros pies en el que se divisa diminuta la localidad de Ventrosa, nos adentramos en un sendero algo ladeado y luego en un pinar con el firme algo sucio buscando los collados que se abren entre estas montañas hasta dar con un amplio paisaje de pastizales en la cabecera del río Brieva, a la espaldas de las montañas La Muela y Cabezo del Santo. En este territorio se alternan subidas y bajadas, algunas con excesiva piedra que obligan a controlar la bici con energía y pericia. Es recomendable parar en algún promontorio cimero de los que se atraviesan para observar un enorme circo de montañas rodeándonos en una soledad plena de viento, valles vertiginosos y ganado esparcido entre los pastizales.
Siguiendo una de las pistas de uso ganadero y forestal que conectan pueblos que no une ninguna carretera se llega al capricho rocoso de Las Torrecillas, con forma de dromedario altivo. Es la referencia de que ya no quedan grandes subidas sino descensos prolongados, con alguna pequeña remontada, pero nada que ver con lo que hemos dejado atrás. La bajada es rápida hasta el puerto de Peña Hincada (1.412 metros de altitud) y desde aquí volvemos a la diversión de los senderos cameranos dejándonos caer por el GR-190 de los Altos Valles Ibéricos, entre los pinares que cubren las laderas del puerto en el término de Ortigosa de Cameros. La senda devuelve la emoción al ciclista durante dos kilómetros de tirolina en los que se atraviesan montículos, curvas cerradas, zonas pedregosas y un arroyo. Acaba en un camino que seguiremos ya hasta El Rasillo de Cameros, con pequeñas subidas y bajadas durante cuatro kilómetros antes de concluir con la guinda final: el senderito que baja desde la fábrica de embutidos de la localidad hasta el GR-93, por el que finalmente entramos en el pueblo. El círculo se ha cerrado después de 98 kilómetros y más de nueve horas de travesía por algunos de los rincones más apartados y bellos de la geografía riojana.
Puedes descargarte la ruta aquí
Distancia: 98 kilómetros
Desnivel acumulado: 2.600 metros
Duración estimada: Entre 9 y 11 horas, dependiendo de las paradas y el nivel de los participantes
Avituallamiento: En cualquiera de las localidades que atraviesa la ruta (Ortigosa, Peñaloscintos, Villoslada y Viniegra de Arriba) o en las fuentes (Peña Miel, en el Puerto de Santa Inés) y arroyos (Urbión) que hay a lo largo de la travesía. Conviene ir siempre bien provisto de agua, especialmente en el tramo entre Viniegra y Peña Hincada, que se hace duro. Viniegra es un buen lugar para comer, con bares y restaurantes
Principales atractivos: El descenso por el valle de río Urbión es una experiencia única en La Rioja. Se atraviesan tierras de alta montaña siguiendo un sendero interminable por el fondo del valle. Las grandes vistas montañeras son otra de las virtudes, tanto desde Santa Inés y el Alto de los Tres Mojones, en Soria, como desde las alturas de la Sierra de Castejón. En los Cameros destacan sus senderos y bosques de pino, haya y roble. Los pueblos que se atraviesan figuran entre los de más bella arquitectura de La Rioja
Nivel de dificultad: Muy difícil. La distancia de la ruta y el desnivel acumulado requieren una muy buena condición física sobre la bicicleta. Además, se necesita un buen nivel técnico para afrontar tramos de sendero y descensos complicados.
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