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Estrenamos este espacio dedicado a las rutas en bicicleta de montaña con una 'clásica' que todo aficionado que se precie, independientemente de su nivel, ha realizado alguna vez. Se trata de la Vía Romana del Iregua, un recorrido amable para cualquiera, sin grandes dificultades, ... salvo alguna pequeña subida y algún tramo mínimo de sendero en Viguera. Es esta última localidad el objetivo principal de nuestro paseo, en concreto su mirador sobre el río y las imponentes peñas que lo jalonan, una recompensa después de pedalear durante 22 kilómetros y un hora larga que se tarda en alcanzar este punto desde Logroño.
En esa primera mitad de la ruta, el ciclista desfila siempre por la Vía Romana del Iregua, que, como se puede adivinar, toma el nombre del antiguo trazado romano que surcaba el valle camerano desde Vareia (Varea) hasta Numancia. La calzada de hace veinte siglos es hoy un camino rural bien cuidado y señalizado que discurre por toda la vega del río atravesando los términos municipales de Alberite, Albelda y Nalda antes de remontar hasta Viguera. Es una de las zonas de expansión natural del Logroño Metropolitano donde es frecuente que los vecinos salgan a oxigenarse, caminar y practicar algún deporte. El principal aliciente del recorrido es que discurre casi siempre junto al río, brindando buenas estampas del Iregua y sus choperas a un lado mientras al otro nos quedan a mano las fincas agrícolas plagadas de huertos y frutales, intercaladas a veces con casas de campo y chalets. Al al fondo, siempre el perfil montañoso de Peña Bajenza, Cerroyera y Moncalvillo.
El panorama apenas varía durante 20 kilómetros, hasta poco después de Nalda, cuando nos desvíamos un poco del cauce del río para tomar un camino que pasa justo debajo de Peña Bajenza, la imponente mole de arenisca y conglomerado que hace de guardián en la entrada a las sierras del Camero Nuevo. La orografía cambia completamente y la ruta se va internando entre peñascos que caen vertiginosos hacia el río, tanto que en un poco más adelante el camino se tiene que abrir paso arañando una pared de roca que se asoma peligrosamente al cauce fluvial. Sin duda, otro pintoresco punto en nuestra excursión hasta Viguera, ya a un tiro de piedra. El tramo que resta es breve pero intenso. Hemos dejado el llano y afrontamos ahora una subida por un pequeño valle flanqueado de paredes rocosas que acaba asomándose al pueblo. Pero todavía restan unos 300 metros de auténtica pared que trepan hasta la plaza de la localidad por la calle La Calzada con una rampita final de regalo que nos desafía con su 20% de desnivel.
Ya en la plaza, con buena perspectiva de la iglesia, podemos optar por recargar pilas en la fuente o en los dos bares que ofrecen su servicio allí mismo o bien acercarnos al mirador que hay en la parte somera del pueblo, donde hay igualmente otra fuente. El de Viguera es uno de los balcones naturales que hay que visitar alguna vez en la vida para deleitarse del grandioso panorama de peñascos que se abre a nuestros pies en una orografía tremendamente agreste y complicada que la erosión ha trabajado durante millones de años para dejar uno de los paisajes más singulares de La Rioja. Estirando la mirada un poco más allá se aprecian los perfiles boscosos de Moncalvillo a un lado y la extensa vega del Iregua, por la que hemos venido, hasta Logroño.
El retorno desde esta privilegiada atalaya comienza ahora saliendo por la carretera del pueblo hasta llegar a la fábrica de yeso. Sin llegar a cruzar el Iregua, junto al aparcamiento existente a nuestra derecha, sale un camino que nos deposita enseguida a los pies del 'puente romano' sobre el río, aunque su origen data de época medieval. Otro enclave que bien merece una parada para observar un bello ejemplo de arquitectura civil del Medievo, aunque se echa de menos algo más de limpieza, señalización y mejor acceso. Retomamos ahora la ruta por un sendero que culebrea junto al río, muy pintoresco, con abundante vegetación y las siempre omnipresentes peñas al lado. Así hasta retomar de nuevo el camino de ida, que abandonamos bajo la Peña Bajenza para desviarnos a la izquierda hacia Islallana, otro pueblo en nuestro camino en el que también se puede parar en el bar de la carretera a tomar un refrigerio.
En Islallana volvemos a introducirnos nuevamente en la vega del Iregua y sus huertas, aunque el retorno hasta Logroño no será ahora por la Vía Romana, sino por caminos y senderos que discurren por las terrazas y cerros que delimitan el valle por el oeste. La ruta sigue atravesando huertas, frutales y chalecitos hasta las feraces tierras de Nalda, en donde cruzamos por el paso inferior de la N-111 antes de encaramarnos tras una dura rampa sobre el sendero del llamado Río Antiguo. La senda sigue el trazado de un canal de riego, abriéndose a ratos para ofrecer excelentes vistas sobre el valle. Nos asomamos y vemos que el eje del río es apenas un hilo de choperas rodeado por fincas agrícolas, casas de campo, chalets y hasta alguna empresa. Queda poco ya para llegar a Logroño, a donde llegamos tras atravesar unos últimos kilómetros que atraviesan viñedos de Entrena, fincas de recreo y las urbanizaciones de Lardero, ya en terreno urbano completamente anodino, llano y en modo relajación tras haber disfrutado del paseo.
- Longitud 48 kilómetros
- Desnivel acumulado: 435 metros
- Tiempo estimado: Entre 2 h. 30' y 3 horas
- Avituallamiento: Es posible avituallarse de agua en Alberite (km. 6 aproximadamente) y Albelda (km. 13) y Viguera (km. 22). En Viguera hay un par de bares y también en Islallana, si se prefiere parar aquí.
- Principales atractivos: El mirador de Viguera sobre las peñas y el valle; el puente medieval de Viguera; el río Iregua, sus choperas y su huerta y las vistas sobre el valle del Iregua en el retorno a Logroño por el sendero de Río Antiguo.
- Nivel de dificultad: Ruta sin ninguna complicación técnica, aunque es recomendable estar preparado físicamente para afrontar casi 50 kilómetros de recorrido. La principal y casi única dificultad es la subida final a Viguera, en buen estado pero muy empinada.
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