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De entre todos los recorridos que pueden realizarse en bicicleta de montaña en el Alto Iregua, el que traemos hoy es quizás de los más sencillos, sin ninguna complicación técnica, aunque sí algún que otro repecho de consideración en el que hay que apretar ... a fondo. Es lo que tiene la montaña, que hay que sufrir subiendo, aunque como contrapartida hay también descensos muy divertidos. Pero si por algo destacan las rutas por esta comarca es por la belleza de su entorno, por sus magníficos paisajes y por sus excelentes bosques, que hacen que el ciclista se sienta sumergido en plena naturaleza. En el caso que nos ocupa se atraviesan algunas de las masas de roble mejor conservadas de La Rioja, pinares y algún hayedo. Alicientes suficientes para una excursión que ofrece además grandes vistassobre el valle del Iregua, el embalse González Lacasa y los pueblos de El Rasillo, Ortigosa y Villoslada.
Típica localidad camerana, con el olmo centenario frente a la iglesia como principal referencia, El Rasillo es nuestro punto de salida, que dejamos por la carretera en dirección al pantano, aunque también se puede bajar por la vía verde paralela al asfalto hasta la curva del Club Náutico. Desde aquí a Ortigosa la ruta sigue unos dos kilómetros por carretera bordeando el embalse primero antes de tomar el cruce a Ortigosa a nuestra derecha. Empieza aquí la primera subida de la etapa, junto a la planta de pelléts, que fue fábrica de sillas hasta no hace mucho tiempo. La cuesta sube hasta la ermita de Santa Lucía y el acceso a las cuevas, que quedan a nuestra derecha. Estamos en la parte alta del pueblo, que se divisa en todo su esplendor un poco más adelante, mostrándonos su caserío ascendiendo por la ladera de la montaña desde la profundidad del barranco.
Ortigosa imprime una bonita estampa en nuestra retina antes de acometer, a nuestra izquierda, el repecho más duro de la ruta, la subida al cementerio de la localidad. Corta pero intensa, la rampa obliga a darlo todo para superar una pendiente que llega al 14% en su punto máximo. Arriba ya la inclinación decae y el asfalto se convierte en un camino que transita ahora entre una tupida masa de robles (rebollos) de buen porte. Desde el cementerio hasta alcanzar el punto culminante de nuestra excursión, a 1.240 metros, quedan unos 5 kilómetros de subida gradual, que conviene realizar a un ritmo llevadero para disfrutar del entorno que nos rodea, por este orden: la curva del hayedo, el mirador natural que se abre sobre toda la hoya del pantano, los robles imponentes que crecen en algún recodo, arroyos que descienden de la montaña, pinares de buen tamaño... Eso si no se cruza algún ciervo, corzo o jabalí de los muchos que merodean por la zona. La inmersión en la naturaleza es absoluta si uno se deja llevar y cuando coronamos la pista la sensación de plenitud es total antes de acometer el descenso hacia Villoslada.
La bajada sigue el camino, ahora asfaltado aunque bastante deteriorado en algunos tramos, y brinda estampas del bosque tan apreciadas como en la subida. Ya sintiendo el aire en la cara en el descenso, poco antes de tomar la primera curva pronunciada a la izquierda conviene pararse en un claro junto a una antena de telefonía para asomarnos sobre el valle de Villoslada y contemplar el cinturón de montañas que le rodean. La que se ve desde este punto es una gran panorámica del Parque Natural de Cebollera, con montañas que superan los 2.000 metros de altitud al fondo, y laderas repletas de arbolado, en su mayoría pinares, que conforman la principal riqueza boscosa de La Rioja. Bien oxigenados tras el baño de naturaleza retomamos el descenso que enseguida se lanza en un rápido zig-zag hasta llegar a la carretera de acceso a Villoslada, en el fondo del valle que acabamos de observar desde el mirador. La localidad bien merece un pequeño paseo ya que ofrece una de las imágenes más reconocibles de la arquitectura rural de los Cameros, con su puente sobre el Iregua y la sucesión de casas detrás trepando por la ladera. Si se tercia hasta nos podemos tomar un café o un almuerzo en cualquiera de los dos bares que hay en la plaza.
Villoslada es nuestro destino, pero también el inicio de nuestro retorno a El Rasillo, que nos queda a unos 15 kilómetros de distancia. Partimos por la carretera por la que hemos venido y después de pedalear dos kilómetros cogemos un camino a la izquierda que nos da acceso, tras pasar una portilla, a un recorrido que discurrirá siguiendo el curso del canal que conduce hasta el embalse González Lacasa. En realidad vamos sobre él, sobre la cubierta que oculta esta conducción de agua y que conforma un camino completamente llano de unos 10 kilómetros de longitud hasta llegar al embalse. La ruta circula nuevamente entre bosques sin más obstáculos que alguna piedra, rodada o barro en algunos puntos. Puede resultar monótona en algún momento pero también ofrece claros con buenas vistas hacia el valle del Iregua, especialmente en el tramo final, en el que podemos observar en toda su plenitud la presa del embalse González Lacasa y el vallecito que se extiende a sus piés hasta Villanueva de Cameros.
El camino del canal acaba en la misma presa, que bien merece otra paradita para observar el pantano en toda su extensión, con El Rasillo al fondo del cuadro rodeado de los montes de la Agenzana. Si se diera el caso de que el lago está a rebosar, hasta nos podemos acercar al aliviadero de la presa para disfrutar del espectáculo de la enorme cascada de agua cayendo por la pared de hormingón hacia el río provocando un estruendo ensordecedor. Ya solo quedan 5 kilómetros para completar la ruta, que se cubren en un tranquilo paseo por la carretera que bordea el embalse para concluir en El Rasillo tras otra pequeña subida. En el pueblo hay tres establecimientos hosteleros donde acudir para saciar la sed y recuperar fuerzas. Otra opción es acabar en el Club Náutico del pantano, con bar-restaurante y una amplia terraza-mirador sobre el lago.
Longitud: 33 kilómetros
Desnivel acumulado: 404 metros
Tiempo estimado: Entre 2 horas y 2 horas 30 minutos
Avituallamiento: Se puede llenar el bidón en la fuente de la ermita de Santa Lucía, en Ortigosa y en Villoslada de Cameros. Hay también un par de arroyos donde se puede coger agua natural sin potabilizar si bajan con suficiente caudal, aunque bajo la responsabilidad de cada uno.
Principales atractivos: Los bosques que atraviesa la ruta, vistas sobre el embalse, de Villoslada y el Parque Natural de Cebollera, y cascos urbanos de El Rasillo, Ortigosa y Villoslada.
Nivel de dificultad: Moderado. La ruta circula siempre por caminos, pista o carretera, sin ninguna complejidad técnica. El punto de mayor dureza es la subida de la cuesta del cementerio, de unos 200 metros de longitud y una rampa de entorno al 14%. Luego la pendiente es bastante más llevadera
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