He coincidido con Héctor Blanco un par de veces, siempre por temas profesionales. Un par de llamadas telefónicas y poco más. Siempre me ha transmitido la imagen de un hombre trabajador, honrado y metódico hasta el extremo. Hace seis años comenzó en el fútbol femenino ... y de su mano (y gracias al indudable esfuerzo del EDF) ha llevado al equipo a las cotas más altas del fútbol nacional. Antes, ganó títulos con equipos de cantera (en el 2013, por reseñarlo, levantó tres con tres equipos diferentes). Un ejemplo de su buen hacer.

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Héctor Blanco se había convertido en la imagen del fútbol femenino en La Rioja, su voz, su mejor analista y defensor. La decisión del club de prescindir de sus servicios, vista desde fuera, suena precipitada y extraña. Más allá de los resultados y las aspiraciones (recordemos que el objetivo en el debut de la Liga Iberdrola era la permanencia y el equipo está en esos puestos, a día de hoy) queda la sensación de que el EDF ha decidido dar el salto de equipo familiar, su esencia, a equipo grande.

Prescindir de uno de los espejos de la cantera, de una manera de trabajar cuidadosa y cercana, de un referente para niños y niñas para traer a otro gran profesional, pero ajeno a la casa, resulta difícilmente asimilable. El cariño, en una familia, se demuestra en los momentos difíciles, cuando más se necesita la unión (que se lo pregunten a Félix Revuelta, por ejemplo, cuando apostó por la continuidad de Sergio Rodríguez mientras la UDL navegaba en puestos de descenso).

Deseo lo mejor a Chechu Martínez y al EDF para que logren una rápida permanencia. Porque el fútbol riojano lo necesita. Pero también necesita valores, humildad y cariño cuando las cosas se tuercen.

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