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El Ciudad de Logroño tiró de paciencia, y mucha, para tumbar a un incómodo Benidorm que le peleó el encuentro hasta los últimos minutos. Pero en los momentos cruciales apareció el de siempre, Agustín Casado, para asegurar una nueva victoria franjivina en una pista donde ... serán pocos los que puntúen esta temporada. El central andaluz, junto a Jorge Pérez, que sumó paradas en los instantes idóneos, y un potente Ángel Rivero que regresaba a la que había sido su casa, fueron las artífices de una victoria que le permite a los riojanos continuar en la zona alta.
«Un partido perro». Así había descrito en la previa el entrenador del Benidorm, Fernando Latorre, el encuentro que se disputaba en tierras alicantinas. Y así fue, por lo menos en la primera parte. Entró cómodo el Ciudad de Logroño en pista, manteniendo un ritmo alto de juego, intentando ahogar a un Benidorm que aguantó el envite. Así, los primeros parciales fueron para el equipo visitante, pero con rentas mínimas. Hizo daño el cuadro franjivino desde la primera línea, aunque su mejor recurso en esa primera media hora fue el contraataque y el contragol.
Sin embargo, los de Latorre intentaron detener el frenesí goleador, pausando el juego, estirando las posesiones hasta el límite del pasivo. Eso durmió al Logroño, que comenzó a fallar demasiado en el estático y se distrajo en tareas defensivas, sobre todo a la espalda del eje central en el que el veterano Iker Serrano y los extremos camparon a sus anchas.
El Benidorm, mientras tanto, había cogido el timón del encuentro. Los azules habían intercalado distintas defensas y el Ciudad de Logroño empezó a liarse también en ataque. Roberto Rodríguez paró algunos lanzamientos y fue el equipo local el que empezó a mandar con dos goles de renta. Pero Velasco colocó en pista a Agustín Casado y pese a un arranque un tanto sombrío del de Carboneras, todo cambió.
Como muestra la última jugada de ese primer tiempo en la que, con 5 segundos y después de un tiempo muerto, el central coló el balón en la portería local con un derechazo desde los 13 metros.
El partido estaba igualado y el desenlace se preveía de esa misma forma. Y ahí fue cuando apareció la experiencia y la paciencia del Logroño. La defensa incrementó su intensidad y los riojanos cogieron una renta de tres goles, reducida rápidamente, más por errores propios que por mérito del Benidorm.
Pero los franjivino, pese a lo ajustado del marcador, parecían tener controlado el encuentro. Esa era la sensación. Unos sentimientos que se transformaron en hechos tangentes a siete minutos del final, cuando Dutra estableció el 28-31 en el momento en el que el Benidorm más apretaba. La paciencia y la tranquilidad acabaron sellando el choque.
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