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Eduardo Cadarso (Logroño, 13 de febrero de 1999) tenía 15 años cuando un verano recibió la llamada de Jota González para participar con otros dos jóvenes –el internacional Imanol Garciandia y el gallego David Iglesias– en la pretemporada de un equipo que había fichado a ... Juanín García y Albert Rocas. El ex del Calasancio fue quemando etapas en el club de su tierra y ahora da un paso más en su carrera profesional: después de diez años se despide de su afición para marcharse a jugar al Chartres francés.
– Se despide del Palacio como capitán del equipo de su tierra. ¿Cómo están esos sentimientos?
– Es una mezcla rara. Es el fin de una etapa pero intento pensar más por el lado del orgullo, de la felicidad, de poder compartirlo con la gente que tengo al lado. Habrá mezcla de emociones el sábado ante el Sinfín.
– Llegó con 15 años, muy joven. ¿Cuánto ha cambiado ese Edu con cara de niño al que se despide ahora como capitán del equipo franjivino?
– Antes era un niño y me marcho como un jugador consolidado que sabe cuáles son sus pros y sus contras y que sabe jugar al balonmano. Cuando llegué era un niño al que se le daba bien. Poco a poco he ido mejorando y dando pasos.
– Se marcha a Francia, a un balonmano mucho más físico. ¿Qué espera encontrarse?
– Como ha dicho, un balonmano muy físico, con mucho nivel. Espero poder estar a la altura de esa exigencia.
– Ha compartido vestuario con jugadores que han alcanzado el cielo del balonmano. ¿Se anima a hacer un siete con excompañeros?
– ¡Buf! Es complicado. Solo pensando en la portería he visto pasar a más de diez... Me podría quedar con Sergey o Rangel; en el extremo izquierdo, Juanín, por la leyenda que ha sido; en el lateral, Juan del Arco, por lo que me enseñó y aprendí; en el centro, Víctor Vigo, que me enseñó mucho al principio; en el lateral derecho, Cristian Malmagro, con quien compartí poco pero tenía una magia increíble; en el extremo derecho, Albert Rocas; en el pivote, Tomás Moreira, y como jugador polifuncional, Rubén Garabaya.
– Se separa de su hermano David, con quien juega de memoria.
– El Ciudad de Logroño es David. Nos ayudamos mutuamente. En el campo le miro y sin decirle nada ya sabe lo que quiero. Si él está de bajón, le animo; si estoy yo de bajón, lo mismo. Es una unión de 'no te digo nada pero te lo digo todo'.
– ¿Le va a echar mucho de menos?
– Mucho, mucho. No soy consciente todavía de lo que le echaré de menos. Será en la Copa del Rey cuando salga todo...
– ¿Qué consejo recuerda cuando llegó hace diez años?
– Todos los compañeros me repitieron que disfrutara, que no jugara acelerado, que mantuviera la calma. Que llegues donde llegues hay que seguir trabajando siempre.
– ¿Con qué momentos se queda en estos diez años?
– Podría ser el día que empecé a entrenar. Igual no lo valoras y con el tiempo eres consciente de ello. También mi primer partido. Y las lesiones, que aunque son un momento negativo aprendes de ellas. Tienes que intentar dar la vuelta a la situación y tomarlo como algo positivo. Y, como personal, la Copa del Rey del año pasado en Santander, por volver a jugar después de la lesión.
– Las lesiones... Las ha tenido graves como el hombro y la rodilla. ¿Qué ha aprendido de ellas?
– Es una lección desde el momento en que caes lesionado. Se te cae el mundo. Con la del hombro era pequeño, tenía 17 años. No te das cuenta de la gravedad. Pero todo sigue y tienes que encontrar el lado más optimista. Aprendes mucho y la gente te da muchos consejos. Estuve muy bien rodeado y son momentos que suponen un antes y un después.
– El ser un jugador de la casa, ¿ha sido positivo o negativo? El que todos los años venga un central nuevo...
– No le voy a engañar, es difícil. Te quedas con la sensación de que se premia más al que viene de afuera que al de dentro. Cuesta decir: «Ha pasado mucho tiempo y yo estoy aquí». Con la competencia mejoras, te hundes o te apartas. Al final piensas si es bueno o malo ser de la casa. Está muy bien ser de aquí pero también tiene aspectos negativos.
– Han pasado rápido estos diez años, ¿no?
– Muy rápido. Cuando comencé esta pretemporada ya era la décima, pero tenía otra sensación. Parecía que solo habían pasado tres años. He pestañeado dos veces, soy el capitán y faltan tres días para terminar esta etapa.
– Si hace diez años era un niño, ¿cómo cree que será usted en otros diez?
– Es complicado de contestar. Espero estar bien físicamente, que las lesiones me respeten. Cuando en diez años mire para atrás me gustaría ver que he seguido avanzando, de una manera o de otra, con retos y aventuras en lo personal. Espero no haberme estancado. Seguir avanzando y estar orgulloso de lo que ha pasado.
– ¿De quién se acuerda ahora que da un paso hacia adelante?
– Principalmente de mis padres. Se me vienen a la cabeza dos focos, la familia, mis padres y mis hermanos, y Jota (González). Jota fue la persona que me subió de repente de la nada, que apostó de la nada por un chaval de Logroño. Tuvo mucha paciencia, fui mejorando, aprendiendo, también trabajándomelo mucho en lo físico, en lo personal, en querer siempre mejorar.
– Pierde ese apoyo familiar en Francia. Por lo menos de forma física. ¿Será dar un paso más?
– Está claro. ¿Me costó mucho tomar la decisión? Siempre hay que separar lo personal de lo profesional. En lo profesional es dar un salto, y en lo personal fue una decisión dura: tengo todo aquí, soy el capitán del equipo, mi familia, mis hermanos, mi novia... Todo lo tengo aquí. Crezco en lo personal, una nueva aventura, un nuevo idioma. Es un reto en el que voy a seguir creciendo. Es una apuesta porque dejo todo aquí. Pero bueno, como sé que es gente que me quiere y gente que quiere lo mejor para mí, me apoya en todas las decisiones que tomo y obviamente me apoya desde el punto de vista.
– Va a ser compañero de Vanja Ilic. ¿Qué le dijo del Chartres?
– Sabe que soy trabajador y vamos a pasar muy buenos momentos. Del club me dijo siempre cosas positivas, donde siempre se avanza y hay buen ambiente.
El 22 de julio del 2014, Edu Cadarso pisaba por primera vez el parqué del Palacio de los Deportes. Lo hacía junto a un también chaval Imanol Garciandia y al gallego David Iglesias, que habían sido invitados por Jota González a foguearse con una plantilla de Champions (Thiagus, Víctor Vigo, Cacheda, Javi García, Juanín, Rocas, Garabaya...). «Nos tiene que servir para madurar como jugadores y coger más experiencia para el futuro», decía un Cadarso que militaba en el Cadete del Calasancio.
La temporada siguiente, Edu Cadarso debutó en Asobal. Fue en la primera jornada, en el Palacio, ante el Balonmano Aragón de Demetrio Lozano, Alberto Val, Borja Lancina, Amadeo Sorli, Juan Castro o Antonio Cartón. Y como todo novato, marcó su primer gol desde los siete metros para la victoria franjivina por 33-22.
A partir de entonces, Cadarso, al que señalaban como la gran esperanza riojana, fue entrando en la dinámica del equipo. Con el dorsal 33, el de su ídolo Niko Karabatic en el Barça. En 2019 firmó su primer contrato con el club riojano.
Ahora, diez años después de aparecer por el Palacio con cara de niño que no ha roto un plato, sube un peldaño en su carrera para jugar en el Chartres francés. Una liga en la que se reencontrará con David Iglesias, que se prepara para su tercera campaña en el país galo, antes en el Limoges y a partir de ahora en el Tremblay. Imanol Garciandia continúa en el Pick Szeged y en la selección. Jota González no tenía mal ojo.
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