Este Ciudad de Logroño es un espectáculo

Parecía que la acumulación de partidos y minutos en ambos equipos podía restar calidad y velocidad al partido. Es verdad que el Ciudad de Logroño no pudo explotar demasiado su juego de transiciones y contragoles de vértigo, pero sí que circuló el balón con muchísima precisión, con Preciado dirigiendo y Zaja y Zarzuela ejecutando. Tampoco lo hacía mal el Cuenca con Tchitombi y Pozzer. Los goles caían uno tras otro y eran los visitantes los que mandaban en el marcador. Diez minutos les costó a los franjivino verse por delante (8-7).

Había calentado la defensa local y un Ledo en un extraordinario momento de forma y confianza ya se había transformado en un muro amarillo casi infranqueable. Para aumentar los males conquenses, Andrej Pergel había destapado el tarro de las esencias y se mostraba imparable en ataque (siete goles en la primera mitad). El húngaro, además, protagonizaba la jugada curiosa del partido, una de esas que se hacen virales. Pergel lanzó ajustado a la escuadra visitante y David Mach alargó la mano. Cuando el portero del Cuenca buscó la pelota se dio cuenta de que se había quedado pegada literalmente en la esquina superior de su portería. Fue el único error del jugador capitalino en esta primera mitad, porque todo lo demás lo llevó al fondo de la meta rival.

Los visitantes se estrellaban con Ledo y naufragaban con la portería vacía. El Logroño tomó entonces cuatro goles de renta (18-14) que supo mantener hasta el descanso. Pudo ser aún mayor, pero March respondió con un paradón a la perfecta jugada de pizarra que Velasco había diseñado para los segundos finales del primer periodo.

Y pese al buen partido que estaba haciendo el Ciudad de Logroño, el técnico local debió apretar a sus hombres en el vestuario porque los franjivino mordieron de salida y castigaron con tres goles seguidos para dar una máxima muy jugosa a los logroñeses (24-17). Ledo subía sus prestaciones más si cabe, alcanzando un porcentaje de paradas que llegaba al 40%.

Se sumaba El Korchi a la fiesta y la apisonadora en la que se ha convertido el conjunto franjivino aplastaba a un Cuenca que ya no sabía por dónde le caían los golpes (27-19).

Parecía que el último tercio de partido se convertiría en un mero intercambio de goles que solo podía favorecer al cuadro local. El Logroño no bajó sus prestaciones pese a verse tan arriba en el luminoso y, encima, disfrutaba corriendo. Los últimos minutos sirvieron para que Modi se diera también una alegría y, sin más daño del necesario, los franjivino cerraron el duelo con la máxima renta tras una noche de puro espectáculo en el Palacio. Por fin se acababa la pesadilla para el Cuenca.