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Periódicamente sufro el arrebato de intentar mejorar mi inglés que al final siempre se diluye como una fiebre pasajera.

Teri Sáenz

Logroño

Miércoles, 6 de febrero 2019, 13:56

Periódicamente sufro el arrebato de intentar mejorar mi inglés que al final siempre se diluye como una fiebre pasajera. En el penúltimo acceso que padecí contacté con un amable mocete de Knoxville de flequillo rojizo, alergia a Trump y unas ganas infinitas de aprender.

Dos ... veces por semana, en alguna cafetería con la música lo bastante tenue como para escucharnos mutuamente, sacábamos un tema al azar y la conversación brincaba sin brújula entre su idioma y el mío. Al cabo del tiempo caí en la cuenta de que me engañaba. Mientras yo sudaba intentando hilvanar un diálogo más o menos coherente, él interrumpía con educación la charla a cada rato interrogándome sobre el significado de esta o aquella expresión, los matices de un concepto. Yo balbuceaba; él no paraba de ganar vocabulario. Si hablar en una lengua ajena supone un esfuerzo notable, intentar explicar el significado de palabras que uno emplea a diario sin reparar en el fondo de cada una de ellas puede llegar a ser insuperable.

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