«Soy un privilegiado. Me gano la vida con lo que me gusta»

El de Íñigo Zorzano (Logroño, 1973), es otro caso más de riojanos que salen fuera de nuestras fronteras para triunfar en su pasión. En este caso, el baloncesto. «Soy producto Jesuitas», reconoce rememorando sus orígenes en Logroño. A pesar de que se trataba de un colegio con mucha tradición de fútbol, Íñigo y sus amigos se enrolaron en el baloncesto. En parte, gracias a Luis Loma Osorio. «Cambió el devenir de nuestra generación. A mí me dijo: 'Dedícate a entrenar porque de jugador no vas a dar más'», recuerda Zorzano. «Para mí –prosigue– es un amigo. Cada vez que tengo un éxito, después de llamar a mi familia, le llamo a él».

A medida que cumplía años, Zorzano fue cubriendo etapas. Primero se fue a Italia «dos o tres meses a ver entrenamientos». Su siguiente parada fue en Cataluña, en Olesa de Montserrat. «Iba para dos meses y me quedé tres años», rememora. En aquel destino empezó todo. Allí conoció a Xavi Pascual que, a la postre, cambió su vida. Cuando el técnico de Gavá se hizo cargo de la dirección técnica del Barcelona, llamó a Íñigo Zorzano para trabajar en las categorías inferiores. «Y cuando pensaba que por recorrido vital me volvería a Logroño, a Xavi le hacen entrenador del primer equipo y me ficha como su segundo. Ahí empecé a ser un profesional del baloncesto», relata Íñigo Zorzano.

Fue casi una década de éxitos para el binomio Pascual-Zorzano que en blaugrana sumó 1 Euroliga, 4 Ligas ACB y 4 Copas del Rey. Pero mandan los resultados y cuando se acabaron los títulos, tuvieron que cambiar de aires. «Cuando te echan de un sitio te vas mal, claro. Pero con el tiempo echas la vista atrás y descubres todo lo bueno que tuvo aquello», reflexiona el entrenador riojano.

Su siguiente parada fue Grecia, en el Panathinaikos. Misma fórmula: Pascual primer entrenador y Zorzano, segundo. «Fueron tres años muy buenos salvo los últimos meses, por problemas de salud. Tres ligas y dos copas en un equipo con un presupuesto recortado...», advierte el riojano.

En la actualidad, el riojano trabaja en San Petersburgo, en el Zenit, de nuevo a las órdenes de Pascual. Para el técnico logroñés se trata de un proyecto ilusionante: «Se nos ha abierto esta posibilidad y el proyecto es muy bonito. Se trata de crear a corto-medio plazo una alternativa al CSKA y el Khimki, los dos mejores equipos rusos».

Sin embargo, la pandemia del coronavirus ha cortado de raíz su estancia en las gélidas tierras rusas: «Hemos pasado semanas a -10 grados y dicen que no ha sido un invierno muy duro...». El pasado domingo Íñigo Zorzano y Xavi Pascual madrugaron (cuatro de la mañana) para coger el puente aéreo San Petersburgo-Moscú y, más tarde, de la capital rusa a Madrid. «Llegar a los aeropuertos y verlos totalmente vacíos fue impactante. Desde Madrid alquilé un coche y en el viaje a Logroño apenas me crucé con algún camión», recuerda el entrenador.

Íñigo Zorzano es consciente de su suerte: «Soy afortunado por dos cosas. La primera, por poder ganarme la vida con lo que me gusta. La segunda, porque lo hago a un nivel muy alto y cosechando títulos, algo que no todo el mundo lo puede decir. Tengo 25 títulos ganados».

A pesar de que el equipo que forma con Xavi Pascual es perfecto, Zorzano no descarta probar a ser el primer técnico. «Me encantaría ser primer entrenador, pero nunca ha llegado un proyecto adecuado. Supongo que algún día llegará, no sufro por eso», confiesa.

A pesar de sus viajes, Zorzano ha podido hacerlos en familia (tiene dos hijos), «gracias a la buena disposición de las Escolapias y de su directora, Rosa» y también a la determinación de su mujer, a la que «le cuesta una semana hacer amigos a los sitios a los que vamos».

Aunque su trabajo le lleva por todo el continente, Zorzano no pierde de vista al baloncesto riojano: «No conozco al dedillo la situación. Pero desde que soy pequeño tengo la sensación de que siempre se espera a algo pero nadie hace nada para que llegue».