Amador Gómez
Jueves, 18 de febrero 2016, 01:42
El Gran Canaria también dio la campanada en la segunda semifinal de Copa. El aguerrido equipo de Aíto, porque quien nadie podía apostar frente al líder de la Liga, sorprendió al Valencia con una demostración de poderío físico y mental en una montaña rusa plagada ... de emociones. Después de conseguir igualar tan intenso duelo en el descanso con un parcial de 0-21 y de volver a ponerse a remolque en el tercer cuarto, el Gran Canaria resultó letal en el período definitivo, cuando ante las dudas del Valencia los insulares fueron atrevidos y poderosos en ambas zonas para no dejar de crecer ante un adversario que sufrió un batacazo descomunal.
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La estrategia del experto Aíto de no conceder la mínima posibilidad de éxito a su equipo frente a un conjunto en teoría muy superior, resultó clave para que sus jugadores se sintieran liberados de toda presión. Al contrario que el Valencia, que se sintió atenazado en el momento de la verdad, empequeñecido ante un rival que añadió baloncesto a su corazón.
El Valencia ganó con autoridad el primer y el tercer cuarto, pero el Gran Canaria, liderado por un enorme Pablo Aguilar en la primera parte, fue capaz de sobreponerse, cuando cualquier otro enemigo seguramente se hubiera entregado antes de tiempo. Fue una lección de coraje y esfuerzo colectivo el del Gran Canaria para defender y atacar sin tregua y machacar así a un Valencia que pagó cierta relajación y su enorme atasco ofensivo. El duelo que tan bien se le puso al Valencia desde el pitido inicial y que parecía que podía quedar enterrado en el primer tiempo empezó de cero en el intermedio y recuperó su máxima emoción cuando estuvo en juego el triunfo y el balón quemó.
La tripleta nacional formada por Vives, Rafa Martínez y San Emeterio al final se estrelló contra la de Oliver, Rabaseda y Aguilar, artífice del mencionado 0-21 en sólo cuatro minutos y medio (de 28-16 a 28-37) que obligó por primera vez al Coliseum a frotarse los ojos y gritar el ¡Sí se puede!. El Valencia podía tener más oficio, pero en los momentos en los que realmente estuvo en juego el pase a las semifinales, el temple, el buen basket y la capacidad para saber sufrir fue del Gran Canaria, que firmó una gesta inesperada en La Coruña.
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