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Luismi Cámara
Jueves, 26 de junio 2014, 09:45
Decía Rudy Fernández que el Real Madrid se muestra mucho más fuerte ante situaciones límite y apostaba por «cambiar el chip» tras ser barrido por el Barcelona en un tercer partido de la final de la ACB en el que los culés se quedaron a ... un paso del título, tras asaltar a los blancos a base de triples. Esa transformación a la que aludía el escolta blanco pasaba incuestionablemente por una metamorfosis radical en la actitud defensiva. Los de Pablo Laso recibieron 94 y 98 puntos en los dos partidos perdidos en la serie al mejor de cinco y la laxitud a la hora de proteger su canasta resultaba inaceptable si querían seguir vivos y devolver la final al Palacio de los Deportes madrileño ante su afición.
Pero Rudy también dio antes del cuarto duelo, el que resultó el definitivo, una de las claves para entender la ausencia de la solidez y contundencia que el Madrid había mostrado durante buena parte de la temporada. «Estamos a punto de acabar cansados de baloncesto, físicamente y de cabeza. Tras diez meses, se está haciendo largo», reconoció el jugador balear. Los de Laso han dado la sensación de llegar fundidos a los 'playoffs', el segundo momento más importante de la temporada tras la final perdida en la Euroliga. Sobre todo, un Mirotic que se ha ido diluyendo como un terrón de azúcar a medida que han avanzado las eliminatorias y un Sergio Rodríguez con evidentes síntomas de agotamiento, pese a sus ramalazos de magia, su incuestionable talento y el carácter para echarse al equipo a la espalda en los momentos importantes. El mal fario acompañó incluso al técnico merengue, que ha tenido que afrontar la dolorosa lesión en el tendón de Aquiles y la consiguiente operación en plena final.
Sin embargo, los jugadores del Barça mostraron en los cuatro clásicos más frescura. Xavi Pascual ha sabido gestionar a su grupo para contar en el momento necesario con una aportación coral de su talentoso plantel y con algunas de sus piezas más importantes (Oleson, Nachbar, Navarro, Tomic, Huertas) en su mejor momento del año.
Por ahí se le escapó el reinado al campeón. Un trono en el que apenas se ha aposentado un año y que recupera el Barça, que se ha llevado tres de las cuatro últimas ligas pese a la evidente recuperación de la sección de baloncesto del club de Chamartín. Los culés no dejaron pasar la oportunidad de decidir la ACB en su cancha tras el valioso triunfo en el primer partido de la final y la exhibición en el tercero y derrotaron al eterno rival por 83-81.
En una serie que ha transcurrido por el atractivo cauce del desenfreno ofensivo -de hecho, ha sido la más anotadora en 24 años-, bastaba con esperar al final del primer cuarto para saber si habría quinto partido en Madrid o si el Barcelona podría celebrar el título ante su afición. O eso al menos decía la historia reciente. En los últimos 11 partidos de las finales de la ACB, el equipo que se llevó el primer cuarto acabó logrando la victoria final. La cuenta ya alcanza los 12.
Los blancos salieron más centrados que el pasado martes e intentaron enturbiar los ataques locales. Pero el Barça mantuvo el acierto desde el triple del encuentro anterior. Si entonces sumó 16, en este alcanzó los nueve y sólo erró uno de sus seis primeros lanzamientos desde la larga distancia. El cuarto inicial cayó del lado local (25-19). La ACB se pintaba de azulgrana.
El segundo acto siguió bajo el mando culé. Pero el dominio iba más allá de la distancia en el marcador. Tenía que ver con el estado de ánimo y el lenguaje corporal. Mientras los catalanes celebraban las canastas, en el Madrid al que no tenía cara de enfado se le veía caído de hombros. Además, los jugadores y el banquillo se ofuscaban en protestas a los árbitros.
Descalificación
Laso se había quejado tras el primer choque de la actuación de los colegiados. En éste, desató su ira contra ellos poco después de la reanudación. Desquiciado por la suma de decisiones que consideraba parciales de Hierrezuelo, Pérez Pérez y García Ortiz y que calificó a gritos como «vergonzosa», el vitoriano acabó levantándose de la silla de ruedas y, apoyado en su ayudante Hugo López, se encaró con uno de los árbitros. Fue descalificado y tuvo que abandonar el banquillo.
Fue el principio del fin del Madrid (61-49). Dirigidos por un Rudy Fernández renqueante pero voluntarioso hasta el límite, los arrestos de orgullo de los madrileños les mantuvieron a una distancia que permitía soñar con la remontada. No pudo ser, porque mientras los triples encumbraban al Barça, los blancos se hundían por su falta de acierto desde más allá de 6,75 (4 de 21).
Los de Pascual se estabilizaron en una diferencia que rondaba los diez puntos ya en el último cuarto, con un Tomic soberbio (22 puntos y nueve rebotes). Pero, sin Laso y con Mejri lesionado y llorando en el banquillo, se llegó a esa situación límite en la que Rudy afirmaba que se vería al Madrid más fuerte (71-61). Los capitalinos se conjuraron para olvidarse de aquello que no podían controlar y dejar su último aliento sobre la pista del Palau Blaugrana en pos de la victoria.
Llegaron a igualar a 76 cuando se alcanzaba el último minuto. Incluso una entrada de Llull pudo colocarles por delante. Pero el base falló y, en la siguiente jugada, Lampe decidió con su única canasta en el partido. Un triple. Cómo no. Allí por donde el Madrid se desangró, el Barça encontró su recompensa.
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