Un buen plato cocinado con paciencia

Avisó Jenaro Díaz en los días previos que el Real Canoe valía más que lo que reflejaba su apurada clasificación en la tabla. Y es que, además, precisamente esas apreturas le convertían en un rival obligado a apretar y pelear para intentar buscar las oportunidades y los triunfos que le acercaran a la preciada salvación.

Había preparado el Clavijo el partido para esa intensidad de los madrileños y lo trabajó con paciencia el conjunto logroñés. De hecho, cuando los visitantes alternaban las defensas individual y zonal, el movimiento de balón se mantenía fluido y se encontraba con cierta facilidad el aro rival. El Canoe, en ataque, buscaba cargar el juego interior pero la solvencia defensiva de los logroñeses resolvía con eficacia los intentos visitantes. Se mantenía el marcador igualado aunque era el Rioverde el que llevaba discretamente la iniciativa, con una anotación coral. Así, se llegó al final del primer cuarto con un todavía irrelevante 18-14.

Avanzó de forma similar el segundo periodo, hasta que un Andre Norris al que se veía especialmente motivado entró en ebullición con ocho puntos consecutivos para dar la primera renta importante a los suyos (32-24). Estaba atinado el estadounidense (16 puntos en la primera mitad) y lo agradecía el conjunto blanquiazul que estiraba el chicle hasta una máxima ventaja de once puntos (41-30) con la que jugó hasta el descanso.

Parecía que el Rioverde Clavijo se sentía cómodo sobre la cancha del Palacio y que, a poco que se esforzara a la vuelta de los vestuarios, podía romper definitivamente el encuentro a su favor.

Mantuvieron la cabeza fría Jenaro Díaz y los suyos y siguieron cocinando a fuego lento el triunfo. A mitad del cuarto no estaba cerrado el duelo, pero la zona madrileña se iba reblandeciendo ante el buen hacer de los locales, aunque el Canoe se empeñaba en estropearle el guiso al Clavijo. Pero la paciencia es fundamental en la cocina y los logroñeses la tuvieron hasta cerrar el periodo con la máxima ventaja hasta entonces (70-53).

Quedaba un último golpe de calor para darle el punto final a un buen plato muy bien elaborado, pero había que evitar acelerarse y quemar lo que ya estaba a punto de servirse.

No lo hizo el Rioverde, que volvió a recordar que es especialmente fiable en los últimos cuartos y que, cuando otros llegan con el gancho a los instantes decisivos, el cuadro blanquiazul es capaz de sacar su mejor versión. No hizo falta porque el trabajo ya estaba hecho (80-56). Solo faltaba acabarlo de forma aseada. Así fue y el Clavijo se va al parón por las ventanas FIBA con otra demostración de equipo machacón y con capacidad para la demolición controlada de cara al tramo decisivo que llegará en un par de semanas.