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El ojo para encontrar talentos y diamantes en bruto de Willy Villar está fuera de toda duda. Solo con saber que fichó para el CAI Zaragoza a un tal Giannis Antetokounmpo cuando apenas había cumplido 18 años y era un joven jugador griego flaco y ... muy espigado de ascendencia nigeriana que jugaba en la segunda división helena ya bastaría para tomarle en alta consideración. Pero su currículo como director deportivo ha seguido creciendo en Estudiantes y Gran Canaria. Seguro que la pasada madrugada sonrió cuando vio levantar el trofeo Larry O'Brien a los Bucks de Milwaukee y el MVP de las Finales a un Antetokounmpo que, con apenas 26 años se postula como el mejor baloncestista europeo de la historia.
En Zaragoza lo tenían fichado por varias temporadas, pero los Bucks también vieron el potencial en este portento físico de brazos infinitos y apostaron por él y le seleccionaron en el decimoquinto puesto del draft de 2013. Ese año, el número uno fue Anthony Bennett, el considerado como el peor número uno de siempre.
Ocho años después, Antetokounmpo ha dejado atrás una infancia con muchos apuros económicos con un contrato firmado el pasado verano de 228 millones de dólares por cinco años. Pero la obsesión del griego nunca fue el dinero. Ya sabía que no iban a faltarle candidatos dispuestos a llenar su cuenta corriente de cantidades ingentes de millones. Comprometido con la franquicia que le permitió llegar a la mejor liga del planeta, con dos reconocimientos de mejor jugador de la liga, 'The Greek Freak' quería más. Mucho más. Quería la gloria deportiva. Ansiaba el preciado anillo de campeón que tanto le exigían y que le vaticinó que ganaría ya el desaparecido Kobe Bryant.
Ya lo tiene. Y, de paso, ha devuelto a los Bucks a lo más alto de la NBA, 50 años después de que lo hiciera un tal Lew Alcindor, conocido después como Kareem Abdul-Jabbar, en 1971. Casi nada.
Lo ha hecho con una serie maravillosa (con medias de 35,2 puntos, 13,2 rebotes, 5 asistencias, 1,8 tapones y un 61,8% en tiros), en la que Milwaukee se sobrepuso a las dos victorias iniciales de unos Phoenix Suns que llegaron a la final como un tiro, pero en la que se han visto superados por un equipo que ha sabido esperar su momento liderados por una bestia capaz de firmar 50 puntos, 14 rebotes y 5 tapones en el duelo decisivo (105-98), el que cerró la serie con un 4-2 final a favor del campeón del Este ante unos impotentes Devin Booker y Chris Paul.
¿Quién se ríe ahora de esos tiros libres sin tocar el aro tras una agónica rutina de más de diez segundos de duración o de esos 'airball' desde el triple, indignos de una estrrella de su calibre? Y es que, pese a su dominio abrumador, el margen de mejora de un jugador total como Giannis es todavía muy amplio. Letal a campo abierto, imparable en carrera, casi insuperable en defensa, aún puede trabajar mucho su tiro exterior o la lectura del juego.
El poste griego es el sueño de cualquier entrenador. Mike Budenholzer puede estar más que satisecho. Cuenta con un jugador fantástico sobre el que construir una franquicia, una dinastía, con posibilidades de seguir progresando y con un espíritu de superación que le ayudará a alcanzar cotas todavía más altas.
Si a eso se le añaden dos piezas de la talla de Jrue Holiday y Khris Middleton, dos de los jugadores más infravalorados de la NBA (es lo que tiene vivir bajo la alargada sombra de un genio como el dios heleno), es lógico pensar que los aficionados de los Bucks no deberán esperar otro medio siglo para ver a su equipo en lo más alto de la mejor liga del mundo.
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