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amador gómez
Viernes, 15 de mayo 2015, 02:47
Con una exhibición de baloncesto, con un vendaval de juego en el segundo cuarto, el Real Madrid se ganó el derecho a disputar su tercera final consecutiva de la Euroliga. Falta poner el broche con la novena, pero el Madrid cumplió con la primera exigencia, ... dirigido por un gran Sergio Rodríguez, aunque por encima de las individualidades se impuso el equipo, y fue la eficaz tripleta formada por Rivers, Nocioni y Ayón la que se encargó de destrozar al Fenerbahçe antes del descanso.
Así vivió el Madrid un segundo tiempo de excesiva relajación, enfangado por continuas faltas cuando el pasaporte al choque definitivo ya estaba decidido en la primera parte. El Madrid demostró entonces todo ese hambre que se considera clave en una Final Four y aspirará al gran título contra el mismo rival ante el que conquistó su última Copa de Europa hace 20 años, aunque también perdió frente al Olympiacos su penúltima final hace dos.
Aunque al final se confirmó cierto cansansio y el equipo tuvo altibajos en tres períodos, lo que se presenció en el segundo fue una auténtica lección de baloncesto del Real Madrid, que convirtió al Fenerbahçe en un juguete incapaz de frenar la avalancha ofensiva de un equipo llevado por el ritmo endiablado del Chacho Rodríguez y propulsado entonces por los triples de Rivers (cuatro de cuatro) y el constante martilleo en la zona de Gustavo Ayón (16 puntos al descanso).
Fue cometer Felipe Reyes la segunda personal a los cinco minutos e irse indignado al banquillo y el pívot mexicano tomó los galones en la zona, para iniciar los madridistas un período fulgurante. Por si faltaba poco, ahí deslumbraba también el experto Nocioni, todo carácter, para colaborar en un segundo cuarto arrollador. No hizo falta el tiro exterior de Rudy Fernández, porque con el atrevimiento y la muñeca caliente de Rivers se incendió un Palacio asombrado con la capacidad de ataque y defensa de los de Pablo Laso.
Mientras tanto, Zeljko Obradovic, de quien con tantas Copas de Europa como el Real Madrid se esperaba que preparase alguna trampa a su exequipo, estaba paralizado en el banquillo, rojo de ira y desesperado ante esa tunda que estaba recibiendo el Fenerbahçe.
No hubo ni nervios ni cabezas bloqueadas por la presión. Sólo un festival del juego, de trabajar solidariamente atrás, atacar sin miedo y desplegar, cuando hubo oportunidad, ese contraataque que tanto gusta al Madrid y que ha conseguido enganchar a tantísimos aficionados. Seguramente fue el mejor período que se le recuerda al Real Madrid con Pablo Laso en el banquillo, con un descomunal parcial de 35-14 que se fue fraguando a base de sacrificio colectivo, velocidad y contundencia bajo los aros.
Se le acusaba al Madrid de no tener poderío interior y perder la batalla por los rebotes. Pues ante el Fenerbahçe no se echó en falta ni siquiera a Reyes, porque los blancos anularon al elegido mejor jugador de la temporada en la Euroliga, Nemanja Bjelica, y tan sólo sobrevivió, antes de pasar a dominar después del descanso, durante únicamente el primer cuarto, gracias a Jan Vesely.
Lo mejor estaba por llegar tras los diez minutos iniciales tan igualados, porque en cuanto el Real Madrid se dio cuenta de que un arreón podía dejar muy tocado a un conjunto turco tan limitado, puso la directa hacia la final. Se encargó primero de buscar por dentro a Ayón para empezar a abrir brecha y mostrar entonces al Fenerbahçe su mejor versión. Tomó el mando Sergio Rodríguez y el Madrid logró desplegar, a la carrera, un basket trepidante y demoledor.
Por dentro y por fuera, con el mexicano tan necesitado de un grandísimo partido después de haber respondido en la conquista de la Copa, y con Rivers tocado por una varita con un lanzamiento exterior brutal. Y en defensa, sin bajar los brazos en ningún momento, para permitir a Laso mantener durante muchos minutos en pista al Chacho y Ayón y no llevar a cabo rotaciones que pudiesen perjudicar al equipo y frenar el rodillo. Porque el Madrid necesitaba aprovechar ese momento con los que estaban en la cancha, relanzados por el trabajo y por un acierto descomunal.
Inspiraba a priori algo de temor al Madrid la versatilidad de los jugadores del Fenerbahçe y, sobre todo, la capacidad de Obradovic para enfangar el choque e inventarse algún plan que minase las esperanzas blancas, pero el conjunto blanco no se permitió un segundo de relajación, para llevar, con un baloncesto espectacular, la máxima diferencia a 21 puntos (53-32), reducida tan sólo uno al descanso.
Sin embargo, entre que Obradovic debió echar a los suyos una bronca de época en el descanso y que los de Laso decidieron tomarse un respiro, la situación cambió en el tercer período, en el que el Fenerbahçe se acercó en un visto y no visto a 12 puntos (67-55), con los blancos atascados en ataque y muchísimo más descuidados en defensa. Aun así y, pese a la reacción de los turcos (parcial de 3-16), sólo ganó por tres el tercer cuarto, para acercarse a 10 a falta de dos minutos (92-82). Ya era imposible.
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