Perdidos en el monte riojano: un reto que casi acaba en desastre
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Fernando Magaldi y cuatro compañeros se vieron sorprendidos por la nieve y la niebla, además de la noche, en su reto de unir Ribafrecha y Ezcaray, 150 kilómetrosPuerto de Piqueras. Sábado, 13 de mayo. 21.00 horas. Fernando Magaldi reanuda su reto Roypa Plaza 2023 a favor de la ONG Amor Sin Barreras. El objetivo es unir Ribafrecha y Ezcaray por el monte. 150 kilómetros. Siete horas y treinta minutos después no ... lo dan por concluido, pero sí abren un paréntesis. Están en el kilómetro 94, con síntomas de hipotermia y después de varias horas desorientados por la montaña. «Pasé miedo, mucho miedo», admite el atleta.
El reto era el segundo del año de una serie en el que participan también Magoblan y Embalajes Blanco. El primero fue en Villamediana, con la ELA como protagonista. Segundo, pero no el último, ya que este mismo fin de semana viaja hasta Portugal y el 10 de junio estará en Baza. En ambas citas correrá 60 kilómetros por el caso urbano de Cebolais de Cima, doscientos kilómetros al oeste de Cáceres, y de la localidad granadina. En la primera, la protagonista es una niña, Iris, que sufre el síndrome de Pierpont; en la segunda, Marta, con una enfermedad rara, sin 'nombre' aún y única en el mundo hasta la fecha, y Lucas, con el síndrome de West. El objetivo es recaudar fondos para ayudar a la investigación de estas enfermedades, raras porque son minoritarias.
El 13 de mayo el reto también era recaudar fondos. En esta ocasión para Amor Sin Barreras y más concretamente para la aldea de Turkana, en Kenia. «Con lo recaudado van a poder dar de comer a todos los niños durante un año», dice Magaldi. Esa es su satisfacción, la que le anula el sufrimiento, pero no el susto. «Ir al monte no es ninguna tontería. El susto no nos lo quita nadie y, en mi caso, pasé miedo, mucho miedo. Cuando llegué a las furgonetas estuve cuatro horas sin hablar. No podía, pero de miedo más que de frío», relata.
El atleta habla en plural, porque aquella fue una experiencia colectiva. A las 10.00 horas tomaron la salida en Ribafrecha. La ruta transitaba por Sancho Leza, La Rasa, Piqueras, Santa Inés, Viniegra, San Lorenzo y Ezcaray. «De Rifafrecha salí con un grupo de atletas que iban completando kilómetros. Salían unos y se sumaban otros. Llegamos a Piqueras después de 62 kilómetros. En mi caso, los hice todos. Y llegamos con una hora de adelanto sobre el horario previsto, así que esperamos a que fueran las nueve de la noche para reanudar la marcha hacia Santa Inés. La intención era coronar a la una de la madrugada. El tiempo era bueno. Se sumaron cuatro atletas: Alberto, Romo, María y Marta», explica.
Por delante de ellos, el equipo de apoyo, que acude al alto de Santa Inés, para esperar su llegada. «Cuando llevábamos ocho kilómetros por la sierra de la Cebollera el tiempo cambia por completo. Frío, niebla, nieve y viento. Comenzamos a tener problemas sobre todo con el frío, porque tampoco llevábamos mucha ropa ya que las previsiones no anunciaban mal tiempo. Nos desorientamos, no éramos capaces de saber si íbamos por la ruta adecuada o no y no teníamos cobertura en los móviles», recuerda.
En Santa Inés miran el reloj. La una de la mañana y nadie aparece. Pasan los minutos y la preocupación aumenta porque no pueden contactar con Magaldi y su grupo. No hay señal o esa voz irritante recuerda que el móvil está apagado o fuera de cobertura. A las dos de la mañana logran conectar y explican la situación. «En realidad, no pueden venir al rescate porque, primero no saben qué está pasando y segundo no saben dónde estamos. Cuando logramos hablar les mandamos la ubicación y nos dicen que estamos a poco más de doce kilómetros de Santa Inés. A las cuatro y media de la madrugada llegamos y nos refugiamos en las furgonetas», relata.
Calor. Sus cuerpos necesitan calor. «Tiré los guantes porque me enfriaban las manos. Llegamos con hipotermia en las manos y al tenerlas tan frías tampoco podíamos ser precisos con los móviles. De hecho, han pasado diez días y es ahora cuando comienzo a recuperar la sensibilidad en las yemas de los dedos de la mano izquierda», apunta.
Tiempo para pensar. Seguir o no. Anulan el recorrido hasta la Viniegra, pero lo reanudan para coronar el San Lorenzo y llegar hasta Ezcaray. Con una sonrisa, pero tímida. El miedo es más poderoso. Han pasado unos días y todos están bien. Con el susto abandonando sus cuerpos poco a poco, pero mejor. ¿Mereció la pena? Los niños de Turkana tienen garantizada su comida durante un año gracias a esta iniciativa. El sábado repite en tierras portuguesas y otro sábado, pero el del 10 de junio, estará en Baza. Por tanto, ha merecido la pena.
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