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Desde el año 2004, el Cerro de la Mesa (en Laguardia) está coronado por un edificio en forma de enorme tina. Es la punta de ... un iceberg que esconde una bodega que contiene en su interior un proyecto del francés Philippe Mazières. Este supo poner al servicio de la elaboración de vino la arquitectura para crear unos espacios que pudieran albergar la más moderna tecnología con la que seguir el método tradicional de vinificación.
CVNE ya comercializaba la marca Viña Real desde principios de siglo XX (1920), pero no fue hasta el año 1997 cuando tomó la decisión de potenciarla y hacer una bodega específica para elaborar los vinos que llevaran la icónica etiqueta.
La bodega vio la luz en el año 2004 (fue inaugurada por Juan Carlos I) como un espectacular ejemplo de la ciencia puesta al servicio del vino. El francés Mazières entendió la filosofía del grupo jarrero, que había apostado siempre por la tradición. En esa idea de vino, CVNE mantiene un trato exquisito a la uva que da origen a sus vinos, y por ello, Mazières quiso que en su bodega se pudiera hacer el vino como se había hecho tradicionalmente en tantas bodegas de La Rioja, utilizando la gravedad como principal aliado para moverlo.
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El arquitecto adaptó su proyecto a esa petición, y además, lo hizo respetando también el entorno. Diseñó y edificó una gran tina redonda para lo que utilizó madera, hormigón y acero inoxidable. Esa fue la imagen exterior de la instalación.
Cada vendimia, la uva accede a la bodega a través de dos tolvas vasculantes que tratan de que la fruta sufra lo menos posible antes de iniciar su proceso de transformación en vino. Lo mismo ocurre en el despalillado, paso previo al inicio del proceso.
En el interior de la bodega, el arquitecto situó, en el centro de la circunferencia, una vistosa y sólida estructura que sustenta uno de los elementos más significativos de la instalación: una grúa aérea capaz de mover pequeños depósitos de 6.000 kilos denominados en la casa, 'ovis' (objetos voladores identificados) que sirven para mover las uvas, o en su defecto el propio vino, por la bodega –a varios metros de altura– sin necesidad de utilizar aire a presión ni bombas de remontado.
Los 'ovis' recogen el mosto en la parte de abajo del depósito a donde cae por gravedad y la grúa eleva el 'ovi' para que vuelva a dejar caer el líquido en la parte superior del depósito rompiendo así el sombrero y continuando con el proceso, sin intervención de aire a presión para el remontado. «Lo más llamativo del proceso es oír el ruido que producen los 6.000 litros de mosto caer en el depósito sobre el sombrero», señalan en Viña Real.
Visita y comida
Incluye: Recorrido guiado por la bodega para conocer su historia y el método de elaboración de su vino Viña Real. Al finalizar se termina con una comida con menú riojano en la propia bodega (en el que se puede elegir entre opciones como menestra y patatas con chorizo, y cordero asado o bacalao) en la que se degustan tres vinos: Viña Real Fermentado en Barrica, Bakeder y Viña Real Reserva.
Precio: 70 euros (las cenas llevan un incremento en el precio)
Visita guiada
Incluye: Recorrido guiado por la bodega. Acaba con una cata comentada de dos vinos (Viña Real Fermentado en Barrica y Viña Real Reserva) y un aperitivo local.
Precio: 20 euros
Duración: 90 minutos
Esa nave central en la que trabaja la grúa cuenta con 35 grandes depósitos de acero inoxidable. Si durante el proceso de la fermentación los niveles de dióxido de carbono aumentan en el interior de esa gigantesca tina que es la nave de vinificación, automáticamente, los 'cellos' de la enorme barrica se abren para proporcionar ventilación a toda la instalación y acabar con los riesgos.
El arquitecto observó también que, tradicionalmente, el proceso de envejecimiento del vino se hacía en los viejos calados que los vinicultores habían ido arrancando a la montaña a pico y pala, pero que ofrecían unas condiciones idóneas para albergar el vino de guarda. Por eso, Mazières cuando diseñó la tina de Viña Real, no lo hizo ocupando toda la cima de la montaña sino que le robó a esta solo una parte para colocar la tina, pero esa gran circunferencia la pegó a una de las paredes del cerro.
Ahí, el galo excavó dos túneles paralelos de 135 metros de largo y 15 de ancho. Están metidos en la falda de la montaña, y cubiertos por una de las viñas de las que se recogen las uvas para elaborar Viña Real. Esos túneles cuentan con una temperatura estable y una humedad más o menos constante, además disponen de la luz y la quietud necesarias para que puedan reposar ahí las cerca de 14.000 barricas que guardan las diferentes añadas de Viña Real que van envejeciendo y enriqueciéndose de la madera de las barricas.
Cuando el vino llena las botellas, estas pasan a descansar a un segundo túnel, donde la imagen resulta majestuosa. Los jaulones llenos de botellas alcanzan hasta diez alturas y rozan la bóveda de medio punto que corona esos dos grandes orificios que Mazières abrió en la montaña con unas tuneladoras propias de las grandes infraestructuras viarias (las que se utilizan para abrir túneles de montaña o líneas de metro) y que fueron una de las principales causas de que el proyecto diseñado por el arquitecto francés tardara siete años en ver la luz.
Hoy en día, Viña Real es el claro ejemplo de una edificación pensada para un fin concreto. Si bien algunas de las bodegas que existen en la denominación constituyen joyas centenarias, no son prácticas para el proceso de elaboración. Sin embargo, Viña Real nació para hacer vino, pero además hacerlo de la forma más práctica y funcional, pero también siguiendo el método tradicional en la DOCa.
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