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La invasión de Ucrania ha puesto de manifiesto la dependencia mundial del maíz que produce la exrepública soviética. Parece que este cereal hubiera sido siempre una parte más que importante de la producción agraria del país, pero lo cierto es que el maíz, como otros tantos alimentos ahora habituales en la dieta básica europea y también mundial, no llegaron al Viejo Continente hasta años después de que Cristóbal Colón dirigiera a las tres carabelas hasta América.
Durante el siglo XVI fueron muchos los productos que desembarcaron (casi siempre a través del puerto de Sevilla) en Europa procedentes del nuevo mundo, y posteriormente llegaron incluso las plantas de donde nacían, provocando una auténtica revolución gastronómica que no siempre tuvo un inicio fácil.
El maíz, la patata, el cacao, el tomate, la calabaza, la piña o el aguacate fueron algunos de esos productos que los marinos castellanos trajeron del otro lado del océano.
De todos ellos, la patata es la que ha tenido una importancia más decisiva en la alimentación mundial porque ha sido el sustento de mucha población con escasos recursos económicos, pero su introducción en la dieta europea no fue rápida. Inicialmente, parece que la patata fue asumida como una excentricidad botánica que únicamente se utilizaba como elemento decorativo, posteriormente se introdujo en la dieta animal, y no fue hasta el siglo XVIII cuando comenzó a ser consumida por parte de la población.
Un plato tan típicamente español como la tortilla de patata (o tortilla española) no se referencia por primera vez hasta 1798 lo que da una idea de que tardó este producto en conseguir hacerse un hueco en la culinaria nacional.
Tampoco lo tuvo fácil el tomate. Los españoles lo conocieron pronto (en 1521) y ellos mismos lo extendieron por el mundo. Primero lo llevaron al Caribe, antes de volver a España, y luego a través de otras rutas lo llevaron a Filipinas y se extendió al resto de Asia.
Pero ese vistoso fruto de la huerta resultaba extraño a los paladares occidentales, tanto por su textura como por su sabor ácido, de ahí que la primera receta de la que se tiene constancia escrita que incluía al tomate no esté datada hasta 1544, en Italia.
Otro de los alimentos que pronto llegaron a Europa fue el cacao, que llamó la atención de los conquistadores españoles porque incluso en el México prehispánico servía como moneda de cambio.
El cacao estaba muy extendido por la América central, y pronto gozó de popularidad en Europa para infusionar agua o leche. Sin embargo, siempre tuvo que ser importado por el Viejo Continente porque las características climáticas europeas no han permitido producciones importantes de cacao.
Otros productos como la calabaza o la piña también llegaron de América en los primeros viajes de la expedición castellana y poco a poco se han ido haciendo un hueco en la gastronomía española.
El trasiego de productos entre Europa y América no ha cesado desde que llegaran Colón y sus hombres.
Algunos alimentos están implantados en las cocinas occidentales desde ese momento, pero hay otros que comienzan a hacerse ahora un hueco. Es el caso por ejemplo, del aguacate. Conocido en España desde hace varios siglos ha sido en las últimas décadas cuando su presencia en la gastronomía nacional se ha hecho mucho más habitual, pese a que incluso cuentan con importantes áreas de producción en Canarias o Murcia.
Otros productos, en cambio, comienzan ahora a ser conocidos en España aunque en América son muy populares como está ocurriendo con la quinoa.
El descubrimiento de América en 1492 no sólo sirvió para importar del nuevo continente muchos productos alimenticios que cambiaron la gastronomía occidental. También se estableció una ruta inversa.
Hubo algunos productos, habituales en la dieta europea, que –de la mano de los consquistadores españoles y portugueses– viajaron a América.
Así, si el maíz fue un cereal que llegó del nuevo mundo, hacia allí se transportaron en las bodegas de los barcos europeos el trigo, la cebada o el arroz, por ejemplo.
Además, mientras la piña y el aguacate cruzaban el océano Atlántico en dirección al Viejo Continente, también lo hacían –pero en sentido inverso– otras frutas como la uva, las naranjas, los limones o incluso los plátanos o el mango.
De América vino el cacao, pero desde Europa llegó allí el café; y también lo hizo un elemento esencial para la cocina de casi cualquier zona del mundo: el aceite de oliva.
Además, la oferta cárnica también se renovó para los americanos con la llegada de la expediciones europeas. Desde el Viejo Continente arribaron cabras, ovejas o cerdos que proporcionaron alimento no sólo a los expedicionarios durante las travesías transoceánicas, sino también cuando se establecían en las colonias recién fundadas en suelo americano. El caballo también llegó de Europa, aunque fue mucho más utilizado en las guerras por los conquistadores que como animal que podía proporcionar alimento.
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