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FERMÍN APEZTEGUÍA
Sábado, 3 de febrero 2024, 10:22
Nos gusta lo picante. A unos más y a otros menos, pero reconozcamos que para todos... tiene su gracia. Hay evidencia científica –no lo suficientemente sólida, eso sí– de que las comidas con su punto de picor, protegen contra el cáncer. Lo recuerdo porque el ... 4 de febrero, mañana, se conmemora el día mundial contra las enfermedades tumorales. Es cierto que esta es una especia saciante y que los países donde más se utiliza como condimento son precisamente los que menos recursos tienen. Pero también justamente donde menos casos se dan. No deja de ser curioso. Como siempre, para salir de toda duda, hemos preguntado a una experta sobre los beneficios nutricionales de este producto. Y, mire, no lo suprimiría yo de mi alacena.
Lo primero que habría que matizar es que el picante no es un alimento, sino un condimento. Por eso, la nutricionista Leila Pérez Venturino, del hospital Vithas Vitoria, considera que resulta complejo valorar los beneficios nutricionales de un único producto, el que sea, de manera aislada.
«Sus efectos –cuenta la experta– deben medirse en el conjunto de una dieta». Aun así le hemos convencido para que haga el ejercicio. Desde el punto de vista de la salud, ¿realmente merece la pena el picante que nos comemos? «De entrada, si tenemos algún problema de tipo gástrico, deberíamos eliminarlo de la dieta. Pero si no es así, hoy más que nunca están de moda lo que han venido en llamar experiencias gastronómicas. Lo sensorial también cuenta», defiende.
Si el suyo es un estómago sensible, evite el picante, como toda comida fuerte. Guindillas y alegrías riojanas provocan inflamación y activan el sistema nervioso simpático, que es el responsable de preparar el cuerpo para situaciones de emergencia. Las comidas alegres estimulan la sudoración, aceleran el ritmo cardiaco y dilatan los bronquios y las pupilas. Generan, en consecuencia, algunos de los efectos que tradicionalmente se atribuyen al alcohol. No es comparable, desde luego, pero si le sienta mal, ¿para qué lo quiere?
Cosa distinta es que pertenezca usted a la cuadrilla de los que disfrutan del picantillo y cuente con un estómago de hierro. En ese caso, la cosa cambia, porque hay estudios que atribuyen al picante todas las bondades que cabe imaginar. De él se dice que aumenta el gasto energético, acelera el metabolismo y, como consecuencia, ayuda a perder peso. Solo con eso ya sería suficiente para abrirle la puerta, pero aún hay más.
El picante sirve para sazonar cualquier plato, lo que le convierte en un sustituto ideal de la sal, que ese sí es un condimento del que claramente abusamos, directamente relacionado con algunas de las enfermedades que más matan. Fundamentalmente, las cardiovasculares, ya sabe, ictus, infartos, todo eso. Así que si se sufre de acidez de estómago, no; pero frente a la hipertensión o la obesidad puede ser un buen aliado.
Además, su alto poder como antiinflamatorio contribuye a proteger al organismo frente a uno de los grandes desafíos de la medicina actual. La inflamación de los tejidos es un proceso natural del sistema de defensas para localizar y reparar los daños sufridos por el organismo. Los tejidos se inflaman para recuperarse de una agresión. Pero si la agresión es muy fuerte, la inflamación acaba convertida en un problema crónico. Conocer con detalle ese proceso supondría tener un mayor control sobre el envejecimiento humano.
No olvide, en todo caso, como recuerda Leila Pérez, que el picante es un condimento y, como tal, se compra en el supermercado, no en la farmacia. Una dieta saludable le ayudará a vivir más y mejor. Pero no le curará de nada. Eso sí, le permitirá disfrutar de la vida mucho más. ¡Ánimo!
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