Una parada obligada en Alfaro

El acto de elegir 'Morro tango' como nombre para un restaurante en Alfaro supone en sí mismo un desafío, pues crea en quienes conocen la expresión la expectativa de que los platos que van a servirle en ese local no pueden ser «cualquier cosa». Y a fe que Cristóbal Castillo ha conseguido superar la prueba con excelente nota. En los poco más de cuatro años transcurridos desde que abrió su casa de comidas se ha ganado una bien merecida fama por la originalidad y la calidad de sus elaboraciones y cada vez son más los clientes que se acercan hasta su local desde los lugares más diversos y distantes.

Formado en la Escuela de Hostelería de Santo Domingo, Castillo alargó hasta más de doce años su estancia, inicialmente concertada para unos pocos meses, en los fogones del Echaurren y El Portal. Con una experiencia más que contrastada y un lustro como mano derecha de Francis Paniego, recién casado con una alfareña decidió que era el momento de volar en solitario. «Mi paso por Ezcaray fue muy bonito. Llegué sin saber nada y valoro mucho todo lo que aprendí allí, pero te vas haciendo mayor y hay que tomar decisiones», afirma con una humildad nada forzada. Esa determinación alumbró 'Morro tango', un proyecto que lleva también la impronta de Yoana,esposa de Cristóbal, que hace equilibrios para compatibilizar el gobierno de la sala con su dedicación a la enseñanza en el colegio de los Agustinos de Calahorra. Otro caso que sumar a esa frecuente complicidad de tantas parejas riojanas en un negocio de declarada vocación familiar.

Desde su nacimiento, 'Morro tango' ha mantenido una propuesta gastronómica coherente con sus ambiciones: comer rico y ofrecer una calidad a prueba de los paladares más exigentes, de los morros más finos. Como hijo de agricultor, Castillo se muestra especialmente exquisito con la elección de la materia prima local, que marca el rumbo de la carta cada temporada. Ese compromiso de proximidad se extiende también a la oferta de vinos, donde brillan las referencias de todas las bodegas alfareñas.

La culinaria de Cristóbal destaca por su creatividad sobria, cuidada y honesta, valores que justifican por sí mismos una visita a Alfaro. La puesta en escena es también digna de destacar, en una sala donde, sin grandes alardes, conviven un buen concepto estético y un acertado planteamiento para que la acústica, esa asignatura pendiente de tantos restaurantes, no empañe el disfrute en la mesa.