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La reina roja y los copos menguantes

La reina roja y los copos menguantes

UNCOMINO ·

Sábado, 13 de agosto 2022, 02:00

Alas cuatro de la mañana no se habla mucho ni muy alto en el muelle. Cada uno llega a su barca en silencio y saluda con la cabeza a los más cercanos. Hay cosas que hacer antes de zarpar camino del caladero. El ralentí acompasado de los potentes motores diésel de los arrastreros de Denia tapa los sonidos de la fiesta que aún no ha terminado. Es 4 de agosto y la temperatura a estas horas es una delicia, aunque preludia el sol de justicia que caerá en plena faena.

En el Mediterraneum, un barco botado en el año 2001 con un motor nuevecito de 500 caballos y toda la tecnología que un pesquero de su clase puede llevar, faenan cuatro personas. El patrón, Mauri Ripoll, el segundo, su hermano José, y dos marineros: Esteban Reig, un veterano dianense que lleva más de 40 embarcado, y Abdou Ndong, guineano fuerte como un toro y miembro de la tripulación desde hace casi una década. No hace falta nadie más aunque muchas personas ajenas al sector se sorprendan de que un pesquero de 25 metros de eslora tenga una tripulación tan corta, algo imprescindible en un sector que vive tiempos turbulentos por la viabilidad del oficio y la imagen que desde el ecologismo se está transmitiendo de la pesca que ellos practican.

La gamba roja de primera se ha estado subastando a finales de julio a 250 euros el kilo, posiblemente el precio más alto que un producto fresco de nuestros mares pueda alcanzar. En estos primeros días de agosto ha caído inexplicablemente porque la demanda suele ser mayor... a no ser que los asentadores estén trayéndola de otros puertos. Es por ello que muchos barcos se dedican en exclusiva a la captura de la 'aristeus antennatus' durante los 170 días al año que se les permite salir a faenar, como es el caso del Mediterraneum y otros siete barcas más.

Casi todo se queda en Denia

La pujante hostelería de Denia es la principal consumidora del producto de más calidad. Apenas salen gambas fuera de la localidad, aunque la tecnología de la lonja permite también la compra en tiempo real a través de internet. El trabajo de los cocineros y el apoyo institucional ha convertido la localidad en un destino gastronómico muy atractivo que completa y mejora el turismo de sol y playa familiar.

La gamba roja o rosada es la reina del Mediterráneo, el botín para unos y luego el festín para otros y a su disponibilidad se dedican ingentes esfuerzos. La eterna discusión de si es cara o no se decanta rápidamente cuando se conoce en primera persona el esfuerzo humano y económico necesarios para conseguir capturar 30 o 40 kilos de gamba en un día muy bueno. Hablamos de una gran embarcación, alta tecnología para el arte de pesca y el consumo de más de 700 litros de gasoil por jornada.

Hay días, como el que vivimos nosotros, en los que doce horas navegando, ocho de ellas faenando, sirven de poco porque una rotura en la red de arrastre reduce el nivel de las capturas por debajo de la rentabilidad mínima. «Hoy perdemos dinero». Apenas diez o doce kilos de gamba salen del copo junto a otras especies mucho menos valiosas como brótolas, gambas blancas, pescadillas, pintarojas o cigalas, habitantes de las grandes profundidades a las que se pesca la gamba roja, por debajo de los 600 metros.

Con las capturas ya sobre la cubierta la tripulación se mueve rápido seleccionando las especies, clasificando las gambas por calibres y poniéndolas a la mayor velocidad posible en agua helada para que sufran el menor deterioro posible. En poco más de media hora estarán ya en cajas con hielo en la nevera del barco. El trato al producto es exquisito. Las cinco de la tarde es la hora tope a la que legalmente se puede regresar a puerto. La subasta en la lonja, a la baja, como toda la vida, comenzará poco después.

Tiempos muertos

La larga jornada da para para dormir por turnos unas pocas horas mientras el arte está calado –en posición de pesca–, ver alguna película en el móvil o hablar con los compañeros de la barca o, por radio, con los otros pesqueros que faenan en el mismo caladero, entre Denia e Ibiza, a unas 20 millas del continente, más allá del gaseoducto –'el tubo'– que alimenta a las Baleares.

Hace pocos años eran 40 embarcaciones en el puerto. Hoy quedan 17 y el presidente de la cofradía, Juan Antonio Sepulcre, cree que no serán más de siete en pocos años. Detrás de casi todas las conversaciones se vislumbra la defensa de su oficio y rechazo de las teorías que vinculan el estado del Mediterráneo y las bajas capturas con el «sobreesfuerzo pesquero».

Aseguran que en el 80% de su caladero no se pesca en todo el año, que cada vez hay menos barcos y que otras circunstancias vinculadas al cambio climático y la superpoblación de la costa son más influyentes. «En la UE solo hay tres países que pescamos y al resto no les interesa. Acabar con la pesca es acabar con una cultura milenaria pero es donde parece que quieren llevarnos», sostiene el patrón.

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