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Al entrar en el amplio comedor, la primera mirada va inevitablemente hacia la gran mesa central donde se alinean las copas de vino. Más de mil, de todos los tipos y siempre con el sello de las marcas más destacadas. Y es que en este ... restaurante el vino es el protagonista, todo, incluso la comida, está supeditado a él. Cada plato del menú va acompañado por tres vinos diferentes, servidos en pequeñas cantidades. Se pueden imaginar el trasiego continuo de esas copas que hemos visto a la entrada, en un movimiento sigiloso que dice mucho de la profesionalidad y buen hacer del equipo que dirige Fernando Moret. Ambivium, en Peñafiel, es uno de los tres restaurantes con estrella Michelin que se encuentran en un breve tramo de carretera de apenas veinte kilómetros en la provincia de Valladolid, a orillas del río Duero. Los otros son Refectorio de Abadía Retuerta y Arzuaga. Todos vinculados a otras tantas bodegas de esa zona donde se elaboran grandes vinos. En el caso de Ambivium a Pago de Carraovejas, punto inicial de un ambicioso proyecto vinícola que, con el nombre de Alma de Carraovejas, se ha ampliado a otras zonas de España e incluye marcas de tanta calidad como Ossian o Emilio Rojo.
Pedro Ruiz, hijo del fundador del grupo, tuvo la idea de abrir un restaurante en la bodega en el que todo estuviera supeditado al vino. Nació así, en 2017, Ambivium, donde todos los platos se plantean en función de la bebida. Para el menú hay tres propuestas: una sólo con vinos del grupo Alma; otra que los entremezcla con otros españoles e internacionales, y una tercera, la 'Armonís Summun', en la que aparecen productores icónicos, añadas únicas y proyectos especiales. Esta última cuesta 430 euros, incluida la comida, y es una experiencia que de verdad merece la pena porque en la bodega del restaurante hay vinos excepcionales. De la cocina se ocupa Cristóbal Muñoz, con Guillermo Ortega como director creativo. Muñoz ha asumido el difícil reto de trabajar en función del vino y cumple con creces. El actual menú hace un atractivo recorrido por los métodos de conservación, desde escabeches a maduraciones, con logros sobresalientes como la cigala enterrada una semana en tierra de diatomeas o la lubina madurada veinticinco días en kombu. Cada temporada los platos son más refinados y redondos, a la altura de lo que se bebe, que no es poco.
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