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Rescatar animales en vías de extinción o ya desaparecidos siempre merece reconocimiento. En el mundo del cerdo hay dos razas autóctonas especialmente interesantes y que ... pueden competir con el ibérico. Ambas, casi extinguidas, se están recuperando gracias al trabajo de otros tantos criadores. Se trata del 'Euskal Txerri', o Pío Negro navarro, y del Manchado de Jabugo. Cada uno en una punta de la Península, desde los valles del Pirineo hasta la sierra de Aracena. El primero gracias a José Ignacio Jáuregui, cocinero y propietario de Maskarada, granja, fábrica de curado y restaurante, que está sacando del olvido a unos cerdos que, por su poca productividad, estuvieron a punto de desaparecer. En 1920 había 120.000 ejemplares. En 1985 quedaban 25. Del cerdo manchado, resultado de un cruce en el siglo XIX entre un macho blanco inglés y una hembra autóctona, casi extinguido también por su baja productividad y por la peste porcina de los años cincuenta, se ha ocupado el ganadero Francis García Pavón a través de su marca Don Mateo, con cerdos que viven en libertad y se alimentan de castañas, bellotas y madroños. Unos animales de abundante pelaje que destacan por el excepcional veteado de sus carnes, con un punto dulce.
Ambas razas protagonizaron un muy interesante duelo en un menú organizado por Mikel López de Viñaspre, propietario del grupo Sagardi, en su restaurante de Madrid. Por parte de Maskarada, el propio José Ignacio Jáuregui. Por Don Mateo el cocinero onubense Luismi López, de ese excelente restaurante que es Arrieros, en la sierra de Aracena. Para empezar, paletillas de cada uno, bien cortadas, y embutidos: chorizo cular del manchado y los cinco que comercializa Maskarada, entre ellos un logradísimo chorizo con pimiento de Ezpeleta. De los cerdos de Huelva salieron un carpaccio de presa, foie y vinagreta del Condado; pluma con boletus y dos magníficos platos de casquería: guiso de lengua con alboronía y castañetas al curry. De los navarros, papada con pimientos del cristal, panceta a baja temperatura, una chuleta madurada a la parrilla y un cochinillo a la brasa que no tenía nada que envidiar a los mejores castellanos. Para beber, el mencía Ultreia que elabora Raúl Pérez en el Bierzo. En ambos casos pudimos comprobar que se trata de animales de excepcional calidad, cuyas carnes ofrecen texturas untuosas, perfecta infiltración de grasa y sabores intensos. Un gran duelo entre dos razas recuperadas que conviene seguir muy de cerca.
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