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Uno de los ejercicios de logroñesismo más sencillos y puros consiste en levantarse relativamente pronto un sábado, calzarse algo cómodo y acudir sin prisas al mercado de productos ecológicos que se sitúa en la plaza de las Escuelas Daniel Trevijano. No es casualidad que sea en el centro mismo de Logroño. Frutas, verduras, hortalizas y productos alimentarios siempre con una característica esencial y necesaria, que sean ecológicos. Comida por tanto libre de pesticidas sintéticos. Y este paseo de cada sábado cada vez lo hacen más logroñeses, llamados por el sabor auténtico de estos alimentos, y por la propia compresión de que comer cada vez más sano -también para el planeta- es posible, independientemente de que sea algo más caro. Es una cuestión de salud y de respeto con el medio ambiente.
Pero por un lado está el trabajo de estos pequeños productores en su puesto de esta plaza logroñesa y luego están las políticas europeas en relación a los productos ecológicos que se producen y venden dentro del espacio comunitario. Y el asunto hasta hace unos días no estaba claro.
La UE llevaba trabajando desde el año 2014 en una nueva normativa para regular un negocio que en 2015 creció por encima del 7% y movió 75.000 millones de euros a nivel global. La falta de consenso en torno a varios temas, en particular la polémica sobre el nivel de pesticidas, desató una guerra en Bruselas y convirtió la normativa en una de las más debatidas en la historia de la Comisión de Agricultura.
La Comisión Europea lanzó una consulta pública y en 2014 propuso reglamentar de nuevo el sector. Tras años de duras negociaciones, a principios de julio se llegó a un principio de acuerdo político entre la Comisión, el Parlamento y el Consejo, a la espera de la votación definitiva.
El punto más controvertido se refería a la sugerencia de la Comisión de que solo los alimentos exentos de pesticidas (un nivel por debajo de 0,01 mg por kilo, al igual que la comida para bebés) se pudieran certificar como ecológicos.
La propuesta de la Comisión relativa a los pesticidas finalmente no se incluyó en el texto, entre aplausos de unos y decepción de otros. La mayoría dijo que no quería ningún nuevo umbral de plaguicidas, pero que quería mejorar la vigilancia.
Lo cierto es que conceptos como 'eco', 'bio', 'orgánico', 'natural'... son términos que se pueden encontrar fácilmente en cualquier supermercado y que remiten al consumidor a un tipo de producción alimentaria (agricultura o ganadería) sostenible.
Sin embargo, no todas las menciones están aceptadas, ni significan lo mismo. La normativa aprobada recientemente por la Unión Europea establece claramente las pautas que se deben cumplir para poder considerar que un alimento es ecológico, y sólo los productos que las siguen pueden indicarlo en el etiquetado.
Los consumidores tienden a identificar los alimentos ecológicos con características que no siempre se corresponden con las que establece la legislación. Según la normativa, sólo pueden denominarse ecológicos los productos agrarios vivos o no transformados (los animales y cultivos), los transformados destinados a la alimentación humana (carne, hortalizas...), los piensos y las semillas.
Aunque represente todavía un negocio de nicho, los cultivos ecológicos han crecido a un ritmo de 500.000 hectáreas por año en Europa en la última década, según Eurostat, y en 2015 acaparaban el 6,2% de la tierra cultivable. El objetivo es alcanzar el 50% para 2030.
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