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En Bodegas Muga casi se trata con el mismo mimo la madera que el propio vino, entendiendo que esta aporta un valor al zumo de uva que hay que cuidar, y para ello recurre a los mejores materiales a su alcance (roble francés en el ... 85% de los casos), los trabaja sin dejar que otras manos que no sean las de sus profesionales los toquen y sólo después de que cumplan su misión en Haro se venden para que continúen su vida albergando bourbon o whisky en tierras lejanas.
Cada año, expertos de la bodega viajan a Francia para elegir los robles que les van a servir –ya en Haro– para la fabricación de las barricas y tinas por las que van a pasar los vinos que luego llevarán el nombre de esta bodega familar que se aproxima a sus primeros cien años de vida.
Visita a a bodega
Incluye: Visita a la bodega y cata degustación de 3 vinos.
Duración: 90 minutos
Precio: 30 euros
Visita y cata
Incluye: Visita guiada a bodega y materiales didácticos.
Duración: 120 minutos.
Precio: 60 euros.
Visita y vuelo en globo
Incluye: Vuelo, almuerzo riojamo y visita a la bodega.
Duración: 60 minutos de vuelo.
Precio: 225 euros.
Recorrido viñedos en segway
Incluye: Recorrido en segway por las viñas y la visita a la bodega.
Duración: 3h y 30 minutos.
Precio: 110 euros.
Visita al viñedo en ebike
Incluye: Recorrido, ebike, picnic y visita a la bodega.
Duración: 3 horas.
Precio: 90 euros.
Bodegas Muga no nació hace más de un siglo como sus vecinas del barrio jarrero de la Estación (aunque tiene un carácter emblemático en la zona, merced a su ubicación y su conocida torre) sino que llegó allí más tarde. Isaac Muga y Aurora Caño fundaron la bodega en el año 1932, en La Herradura, en pleno casco urbano de Haro.
No fue hasta 1967 cuando se trasladaron hasta el Barrio de la Estación, donde puede presumir –algo que no todas las vecinas pueden hacer– de seguir siendo una bodega de carácter realmente familiar. Ahora es la tercera generación de los Muga la que mantiene la propiedad de la bodega, pero además, a ellos se les puede ver cada día en la instalación trabajando como uno más entre las cien personas que ahora constituyen la plantilla de la empresa.
Muga siempre ha tratado de conjugar en sus vinos, y en su actividad, lo tradicional y las nuevas tecnologías. Así, mientras dispone de una moderna mesa de selección óptica, también conserva –en una reminiscencia del pasado, ya única– a varios cuberos en su plantilla que fabrican las barricas y tinas que se emplean en la bodega. Muga cuenta actualmente con un parque de barricas que supera las 10.000, aunque no todas están en uso en estos momentos.
Lo hacen de forma tradicional, como lo han venido haciendo desde 1932 y como se hacía en el resto de bodegas antes de que ésta fuera una labor externalizada. «Queremos tener un control absoluto del proceso», señalan en Muga y por ello visitan, cada año, los robledales franceses para elegir la madera, la llevan a Haro donde la trabajan (ahora, eso sí, con moderna maquinaria incorporada a la zona de tonelería tras su última reforma, hace menos de un lustro), se levantan las barricas y se tuestan atendiendo las indicaciones del equipo de enología.
La labor de levantar una barrica (para lo que se usan entre 28 y 32 duelas), para conformar un perímetro de 220 centímetros, resulta imnótico y habitualmente deja en silencio al enoturista. Luego se coloca alrededor del fuego para que el calor sobre la madera húmeda permita darle la forma caracteristica y colocar los aros que han de estabilizarla.
Todo ello se puede ver en las visitas a la instalación. Muga fue una de las primeras bodegas que se abrieron al público. El carácter hospitalario y campechano de la familia Muga (estrechamente vinculada a cualquier actividad que se desarrolle en Haro) ha contribuido a que su bodega siempre mantenga las puertas abiertas, ahora ya, con un equipo profesional en torno al departamento de relaciones externas y relaciones públicas, encargado de atender a las visitas.
Éstas pueden recorrer la bodega y ver cómo los modernos depósitos de madera (de entre 500 y 52.000 litros) que se renuevan cada cuarenta años conviven con fudres casi centenarios de cientos de litros, todavía en uso, que son parte de aquellos que viajaron durante años llenos de vino a lomos de los trenes de carbón que llegaban a la estación jarrera para –a través de las vías del ferrocarril– alcanzar los barcos que partían a cualquier destino del planeta, desde el puerto de Bilbao. Lo que no verá el visitante en su recorrido por Bodegas Muga serán depósitos de acero inoxidables ni tampoco de hormigón, porque la familia siempre ha optado por la madera para elaborar sus vinos, o incluso sus cavas espumosos, porque también elabora este tipo de vinos desde hace varias décadas. En los calados, próximos a donde los tintos continúan su proceso de envejecimiento, se ven los pupitres que acogen una producción corta, pero bien valorada de los dos cavas.
Actualmente, la bodega jarrera a su variedad de tintos –donde sobresales el Muga selección– une dos referencias blancas, otras dos referencias rosadas y también un cava blanco y un cava rosado.
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