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Aún falta un mes para las grandes celebraciones navideñas, pero en vista de cómo está la cesta básica de la compra no se augura el mejor momento para grandes dispendios en las fiestas que cierran el año. Una de las opciones es adelantar en la medida de lo posible las compras y congelar los productos para paliar, al menos en parte, el previsible incremento de los precios de los días previos a las grandes fechas. El año pasado, la OCU cifró la subida de los precios hasta en un 50% en los productos más típicos de la Navidad; lo que más se incrementó fueron los precios de los percebes (+77%), la merluza (+58%), las almejas (+19%) y el besugo (+14%).
Uno de los grandes desembolsos gastronómicos suele corresponder al marisco. Este es un producto que da glamour a las mesas navideñas pero que muchas veces alcanza precios prohibitivos, y además la solución de la congelación no siempre es la óptima. Hay algunas especies como pueden ser las ostras o los percebes, por ejemplo, que pierden demasiada calidad si se consumen después de un proceso de congelación. Otros, sin embargo, lo superan bastante dignamente si se siguen algunas pautas que no siempre surgen del consenso, porque sobre ellas hay opiniones para todos los gustos.
Hay productos que si se van a consumir después de congelarlos, es mejor comprarlos ya en este estado. Gambas, langostinos o cigalas son muy fáciles de encontrar ultracongelados y esa congelación industrial –que en algunos casos se inicia en el propio barco que los ha capturado– va a preservar mucho mejor su calidad que si se hace posteriormente en casa. Pero si se opta por congelar en casa en crudo, luego habrá que descongelar con mimo, cociendo en agua ya hirviendo para que se hagan todas las piezas por igual.
Al contrario sucede con nécoras, bogavantes, bueyes de mar o centollos donde lo más aconsejable es cocerlos en casa y después congelarlos, eso sí, los expertos indican que se metan en el arcón envueltos en un trapo húmedo con el agua de la propia cocción, y después –todo ello– rodeado con film de cocina que los 'selle'. Además, para evitar que se salgan los jugos de su interior, se recomienda colocarlos con las patas para arriba, y cuando se van a consumir, en esa posición, llevar al frigorífico 24 horas antes para que se vayan descongelando poco a poco y de una forma más natural. En el último momento, dejarlos a temperatura ambiente para que se atemperen. Ésa es la única forma de que no se vea afectado ni su sabor, ni su textura original.
En el caso de los bivalvos (almejas, berberechos, zamburiñas, navajas...) se presenta un problema añadido. Lo mejor es congelarlos en vivo, pero es muy importante retirar los que no están vivos, para lo cual hay que examinar cuidadosamente la malla donde se han comprado.
Aunque no sean aptos para todos los bolsillos y mucho menos, para un consumo cotidiano, los mariscos son un alimento saludable (aunque el exceso puede elevar los índices de ácido úrico y producir gota) con un elevado valor nutricional y escasísimo aporte calórico, por lo que resultarían recomendables en cualquier dieta de adelgazamiento.
En general, los mariscos contienen gran cantidad de proteínas de alta calidad, así como aminoácidos esenciales. También es reseñable que son bajos en carbohidratos.
Tiempos de cocción del marisco .
Buey mediano: Dieciocho minutos
Buey grande: Veinte minutos
Camarón: Medio minuto
Centolla mediana: Quince minutos
Centolla grande: Dieciocho minutos
Cigala mediana: Minuto y medio
Cigala grande: Tres minutos
Gamba: Un minuto
Langosta mediana: Veinte minutos
Langosta grande: Treinta minutos
Langostino mediano: Minuto y medio
Langostino grande: Treinta minutos
Bogavante mediano: Veinte minutos
Bogavante grande: Veintiocho minutos
Nécora pequeña: Cinco minutos
Nécora grande: Siete minutos
Percebe: Medio minuto
El marisco vivo debe ponerse a cocer en agua fría y se deja que comience a hervir. Ese es el momento en el que hay que empezar a contar el tiempo de la cocción. En el caso del marisco congelado, el agua debe estar hirviendo, se pone el marisco dentro, y se comienza a contar el tiempo cuando vuelva a entrar en ebullición. La única excepción la constituyen los camarones y los percebes que siempre deben echarse al agua cuando estén hirviendo.
El omega 3 que contienen protege al organismo de las enfermedades cardiovasculares y contribuye a mantener el colesterol en parámetros razonables.
También su composición vitamínica resulta interesante desde el punto de vista de la salud porque la vitamina E tiene efectos antioxidantes; las del complejo B ayudan a prevenir las anemias nutricionales, y la vitamina A tiene efectos beneficiosos para la piel y la visión.
Por su parte, potasio, sodio, yodo, fósforo, hierro, magnesio, calcio y selenio son los contenidos minerales que se encuentran frecuentemente en los mariscos y que también aportan a la salud sus beneficiosas propiedades.
Si además, como resulta bastante común, se aderezan con el zumo de un cítrico como es el limón, la vitamina C de éste hará también su aporte al sistema inmunológico, multiplicando así el efecto beneficioso del consumo de marisco.
La pescadería es una de las tiendas que más dejan de frecuentarse en cuanto el bolsillo aprieta; y es un error que también debe evitarse en las copiosas comidas de las próximas fiestas navideñas. El cordero o el cochinillo asados están muy bien, pero no son los únicos.
Hay que comer pescado al menos dos o tres veces por semana –y esa máxima no excluye a la semana que va de Nochebuena a Nochevieja–, y si es fresco, mejor. Pero si no lo es, tampoco pasa nada. Lo importante es disfrutar de la mesa, y el congelado, más económico, puede resultar una magnífica opción para los actuales tiempos de cinturones ajustados.
El proceso de ultracongelado que lleva este tipo de productos, y que suele iniciarse en la embarcación que los captura, garantiza el mantenimiento de todas sus propiedades nutricionales. Si comparte el plato con amigos o en familia, no lo dude, le resultará mucho más saludable. La buena compañía en la mesa es un factor nutricional de primer orden y en Navidad parece garantizada.
Los nutricionistas explican. «Si no se hace del todo bien, el proceso de congelado puede provocar alguna pequeña destrucción de alguna vitamina. Pero nada más. Las proteínas, los ácidos grasos, el valor nutricional del pescado congelado continúa siendo muy alto», valoran los expertos. «Consumirlo, especialmente en los tiempos que corren, puede ser una muy buena opción, y no solo por razones económicas».
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