Queso fresco casero

Se trata de un alimento con alto contenido en proteínas de alto valor biológico, ya que contiene todos los aminoácidos esenciales que el cuerpo necesita. Variedades como el parmesano o el cheddar tienen un mayor porcentaje de proteínas en comparación con quesos frescos como el ricotta o el queso cottage, ya que cuanto más curados o fermentados, mayor concentración de nutrientes como grasas o proteínas y menor de agua. El queso de Burgos, tienen menor cantidad de grasa y calorías, siendo una opción más ligera.

Es una excelente fuente de calcio, fundamental para la salud ósea. También contiene fósforo, magnesio y zinc, minerales esenciales para el metabolismo y el funcionamiento celular.

Además, podemos encontrar vitaminas liposolubles como la A, D y E, además de vitaminas del complejo B, como la B12, que es esencial para la producción de glóbulos rojos y la función neurológica.

Los quesos curados tienen menos lactosa que los frescos, ya que el proceso de maduración reduce su contenido. Esto los hace más tolerables para personas con intolerancia a la lactosa.

El proceso de elaboración, la maduración y la fuente de leche utilizada influyen en la composición del queso. Según este proceso de elaboración podemos encontrar muchísimas variedades diferentes; quesos frescos o tiernos (que tienen mayor contenido de agua y menos grasa, proteínas y sodio, son más suaves y fáciles de digerir), semicurados y curados (manchego, gouda o emmental, parmesano, que han pasado por un proceso de maduración que concentra sus nutrientes, son más ricos en proteínas, grasa y calcio, pero también tienen mayor contenido de sodio), quesos azules (roquefort o gorgonzola, que se caracterizan por la presencia de hongos que les otorgan un sabor intenso y propiedades probióticas).

En conclusión, el queso es un alimento altamente nutritivo que ofrece diferentes beneficios según su tipo. La elección del queso ideal dependerá de las necesidades nutricionales y las preferencias individuales.