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Los helados de nuestros padres

Los helados de nuestros padres

Fuoli ·

La pizzería heladería mantiene viva, en Ezcaray y Santo Domingo, la tradición familiar

Sábado, 25 de julio 2020

Los primeros heladeros de la familia Fuoli fueron los bisabuelos, que abandonaron muy jóvenes el Valle de Zoldo, un lugar mágico entre los Dolomitas, al norte de Italia. En invierno, vendían peras cocidas y en verano se desplazaban con su carreta a las grandes ciudades para vender esos primeros y refrescantes preparados. En sus inicios, Angelo aprendió el oficio de su tío en una heladería de Vicenza; después, recorrió las calles de Pistoia vendiendo helados, participó en la I Guerra Mundial, pasó por Coblenza, en Alemania, Pisa, otra vez Italia, y, vuelta a Coblenza, donde estuvo una década.

Angelo, ya casado, vendió en 1932 sus heladerías y emigró a España junto a su mujer, sus cinco hijos y su hermano Ernesto. En San Sebastián, Angelo y Ernesto fundaron la primera heladería italiana de España. Abrieron otra más en la capital guipuzcoana, en La Coruña, en Zaragoza... Aquellos prósperos años quedaron interrumpidos con el estallido de la guerra civil, en 1936, cuando todos los extranjeros fueron expulsados. La familia volvió a Zoldo temporalmente, hasta que acabó la contienda.

A su regreso a España, recuperaron alguna de sus viejas pertenencias y la heladería de Zaragoza, donde reanudaron la actividad. En la capital aragonesa, se casaron los hijos de Angelo, tercera generación –Gino, Mario, Luciano y Licinio–, y cada uno regentó su propia heladería –hoy poseen una decena en la ciudad–. Gino y Luciano fundaron después la ilustre heladería Capri, en Santander (1953), que actualmente gestionan los hijos de Mario.

Los helados de la famillia Fuoli están elaborados a partir de producto natural y fresco, y basados en una fórmula centenaria de crema veneciana. El respeto a los orígenes y las innovaciones que permiten nuevos productos y tecnologías han prolongado con éxito la tradición heladera más allá de Italia. «En Ezcaray, llevamos quince años, cuatro en Santo Domingo», presenta Ruth Herrera Schaaf, desde la pizzería heladería Fuoli, en Ezcaray (carretera Santo Domingo, 6). Su compañero de vida, Javier Fuoli, es nieto de Angelo y uno de los siete hijos de Luciano. La cuarta generación en La Rioja.

Cada año, la familia visita en bloque Foppa, el pueblo donde nació su amor por el oficio, sus auténticas raíces heladeras. Foppa y Ezcaray, el Valle de Zoldo y el Valle del Oja, son dos realidades hermanadas por los Fuoli. «Estamos encantados con este lugar. Vienen muchos turistas vascos y madrileños a tomar nuestros helados. Yo soy feliz vendiendo helados», confiesa Herrera Schaaf.

Todos los helados son artesanos y respetan «la misma receta de siempre», pero el helado de vainilla de Madagascar es un orgullo para los Fuoli. Herrera Schaaf destaca también el de leche merengada, que nos transporta a la infancia, «tanto al degustarlo como al prepararlo», o el de dulce de leche, obra suya y concebido por la necesidad de recordar su Chile natal. La memoria de la tierra y sus orígenes. Nuestros abuelos y nuestros padres.

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